sábado, 19 de enero de 2019

EL DERECHO/EL DEBER DE SER FELICES (3)



El placer de un padre/una madre de ver a sus hijos felices comiendo el bocadillo al que ellos han renunciado –por ejemplo.

No es infrecuente este restar bienestar propio a favor de bienestar ajeno, cercano o lejano.

No nos importa (incluso debe ser motivo de orgullo y goce) que Hacienda nos descuente de nuestro salario mensual si vemos que lo detraído se emplea en educación, en salud, en pensiones, en ayudas sociales… de ciudadanos peor situados en la escala social.

Aunque en unos se muestre más intensa que en otros esa tendencia natural a procurar el bienestar de los otros, ello puede ser estimulado o reforzado o, por el contrario, reprimido o suprimido, en los diversos procesos de socialización a que estamos sometidos a través de las diversas agencias socializadoras que intervienen en el proceso.

Felicidad propia – felicidad ajena – medios de socialización que estimulan o reprimen la felicidad propia o la felicidad ajena.

Pero también cada uno puede intervenir, activamente, en esos medios de socialización que estimulen o que frenen; no somos necesariamente pasivos, ni nos dejarnos engullir, necesariamente, por ellos.

Felicidad propia – felicidad ajena (tema ético) porque puedo tomar decisiones en un sentido o en otro.

La consecución de la felicidad no es un don o una gracia que se te dé, sino fruto de un esfuerzo y lucha personal, una “conquista” (así se titula un libro de B. Russell: “La conquista de la felicidad”), lo que podemos denominar un imperativo moral, un deber ético.

La moral no sólo es un freno a nuestros instintos animales sino un estímulo a este ser racional, reflexivo, libre, solidario,…que invita no sólo a frenar lo tuyo sino a estimular lo ajeno.

Decía Epicuro que “mejor (preferible) un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho”, porque son muchas las forma de satisfacción, y la vida  de los cerdos no es, precisamente, una vida éticamente deseable.

“Los placeres de una bestia no satisfacen la concepción de felicidad de una ser humano porque éstos poseen facultades más elevadas que los apetitos animales y no consideran felicidad nada que no incluya la gratificación de aquellas facultades” –dice Mill.

O, como afirma Epicuro: “Ni en banquetes ni en orgías constantes, ni en disfrutar de muchachos, ni de mujeres, ni de peces, ni de las demás cosas que ofrece una vida lujosa engendran una vida feliz… no es posible vivir feliz sin vivir sensata, honesta y justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin ser feliz”.

Hedonismo ético – eudemonismo ético.

Un placer, en sí mismo, ni es bueno ni es malo.
Puede ser bueno de manera inmediata, pero con consecuencias negativas después, luego sería malo ese placer.

Un dolor, en sí mismo, ni es bueno ni es malo.
Puede ser malo de manera inmediata (una inyección dolorosa) pero con consecuencias positivas (la curación de una infección) por lo que el dolor sería bueno, por sus consecuencias.

Yo solía decirles a mis alumnos que nunca un perro acudiría a un veterinario de manera voluntaria para que le pinchase o le dieran una bebida amarga, pero que un hombre sí que acude al Centro de Salud para que el médico le recete jarabes amargos o inyecciones, incluso acude al cirujano y al quirófano por las buenas consecuencias posteriores, al aceptar el dolor inmediato.

Placer o dolor inmediato y resultados consecuentes.

O, en palabras de Epicuro: “Ciertamente todo placer es un bien…y, sin embargo, no todo placer es elegible; así como, también, todo dolor es un mal, pero no siempre todo dolor siempre ha de evitarse”.

Conviene juzgar todas estas cosas con el cálculo y la consideración de lo útil y de lo inconveniente, porque, en algunas circunstancias, nos servimos del bien como un mal y, viceversa, del mal como de un bien”.

Una “vida buena” desde el punto de vista de una Ética Hedonista, debe cumplir estos requisitos:

1.- Que la búsqueda de la felicidad sea consciente y deliberada (y, en cierto sentido, esforzada).
2.- Que la búsqueda deliberada y esforzada sea realizada inteligentemente (calculando las consecuencias y teniendo en cuenta las circunstancias y posibilidades).

Por lo tanto afirmar que “sólo el placer es bueno” es un enunciado falso (porque el solo placer, no sometido al cálculo racional, no es ni siquiera placentero).

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