El placer de un padre/una
madre de ver a sus hijos felices comiendo el bocadillo al que ellos han
renunciado –por ejemplo.
No es infrecuente este restar
bienestar propio a favor de bienestar ajeno, cercano o lejano.
No nos importa (incluso debe
ser motivo de orgullo y goce) que Hacienda nos descuente de nuestro salario
mensual si vemos que lo detraído se emplea en educación, en salud, en
pensiones, en ayudas sociales… de ciudadanos peor situados en la escala social.
Aunque en unos se muestre más
intensa que en otros esa tendencia natural a procurar el bienestar de los
otros, ello puede ser estimulado o reforzado o, por el contrario, reprimido o
suprimido, en los diversos procesos de socialización a que estamos sometidos a
través de las diversas agencias socializadoras que intervienen en el proceso.
Felicidad propia – felicidad
ajena – medios de socialización que estimulan o reprimen la felicidad propia o
la felicidad ajena.
Pero también cada uno puede
intervenir, activamente, en esos medios de socialización que estimulen o que
frenen; no somos necesariamente pasivos, ni nos dejarnos engullir,
necesariamente, por ellos.
Felicidad propia – felicidad
ajena (tema ético) porque puedo tomar decisiones en un sentido o en otro.
La consecución de la
felicidad no es un don o una gracia que se te dé, sino fruto de un esfuerzo y
lucha personal, una “conquista” (así se titula un libro de B. Russell: “La
conquista de la felicidad”), lo que podemos denominar un imperativo moral, un
deber ético.
La moral no sólo es un freno
a nuestros instintos animales sino un estímulo a este ser racional, reflexivo,
libre, solidario,…que invita no sólo a frenar lo tuyo sino a estimular lo
ajeno.
Decía Epicuro que “mejor
(preferible) un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho”, porque son muchas
las forma de satisfacción, y la vida de
los cerdos no es, precisamente, una vida éticamente deseable.
“Los placeres de una bestia
no satisfacen la concepción de felicidad de una ser humano porque éstos poseen
facultades más elevadas que los apetitos animales y no consideran felicidad
nada que no incluya la gratificación de aquellas facultades” –dice Mill.
O, como afirma Epicuro: “Ni
en banquetes ni en orgías constantes, ni en disfrutar de muchachos, ni de
mujeres, ni de peces, ni de las demás cosas que ofrece una vida lujosa
engendran una vida feliz… no es posible vivir feliz sin vivir sensata, honesta
y justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin ser feliz”.
Hedonismo ético – eudemonismo
ético.
Un placer, en sí mismo, ni es
bueno ni es malo.
Puede ser bueno de manera
inmediata, pero con consecuencias negativas después, luego sería malo ese
placer.
Un dolor, en sí mismo, ni es
bueno ni es malo.
Puede ser malo de manera
inmediata (una inyección dolorosa) pero con consecuencias positivas (la
curación de una infección) por lo que el dolor sería bueno, por sus
consecuencias.
Yo solía decirles a mis
alumnos que nunca un perro acudiría a un veterinario de manera voluntaria para
que le pinchase o le dieran una bebida amarga, pero que un hombre sí que acude
al Centro de Salud para que el médico le recete jarabes amargos o inyecciones,
incluso acude al cirujano y al quirófano por las buenas consecuencias
posteriores, al aceptar el dolor inmediato.
Placer o dolor inmediato y
resultados consecuentes.
O, en palabras de Epicuro:
“Ciertamente todo placer es un bien…y, sin embargo, no todo placer es elegible;
así como, también, todo dolor es un mal, pero no siempre todo dolor siempre ha
de evitarse”.
Conviene juzgar todas estas
cosas con el cálculo y la consideración de lo útil y de lo inconveniente,
porque, en algunas circunstancias, nos servimos del bien como un mal y,
viceversa, del mal como de un bien”.
Una “vida buena” desde el
punto de vista de una Ética Hedonista, debe cumplir estos requisitos:
1.- Que la búsqueda de la
felicidad sea consciente y deliberada (y, en cierto sentido, esforzada).
2.- Que la búsqueda
deliberada y esforzada sea realizada inteligentemente (calculando las
consecuencias y teniendo en cuenta las circunstancias y posibilidades).
Por lo tanto afirmar que
“sólo el placer es bueno” es un enunciado falso (porque el solo placer, no
sometido al cálculo racional, no es ni siquiera placentero).
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