martes, 22 de enero de 2019

EL DERECHO/EL DEBER DE SER FELICES (y 6)



Si los ricos siguen considerando a los pobres, por una especie de ley natural (“siempre ha habido ricos y pobres”) como si de un “hecho” pueda derivarse un “derecho”) como sus sirvientes y subordinados y los pobres, a su vez, sigan considerando a los ricos como una presa que cazar y destruir, para descabalgarlos de la peana para subirse ellos…la guerra está servida.

En una sociedad desigualitaria, las pérdidas que se experimentan no sólo son económicas y sociales, de índole pragmática, (que también), sino
especialmente pérdidas morales, de subdesarrollo moral.

El déspota no sólo es sujeto de violencia, sino que también está expuesto a ser objeto violado y expuesto a la muerte por los oprimidos.

Las relaciones humanas montadas sobre una base de desigualdad y reparto injusto de bienes, no sólo generan odio, resentimiento y sentimiento envenenado por aspiraciones de dominio de unos y de revancha de lo otros.

Y cuando no reina ni siquiera la convivencia, menos puede haber un “goce compartido”.

Las migajas de placer que pueda ofrecer una vida basada en la competencia nada tienen que ver con la riqueza y el goce placentero que puede derivarse de una convivencia pacífica y solidaria.

Mientras hay individuos humillados, sometidos, subordinados, oprimidos,…está servida la revancha, la venganza, la represalia, la envidia,… en una palabra, la guerra.

Solidaridad con los demás y solidaridad con uno mismo, siendo leal a las propias ideas y principios, a cultivar y cuidar la propia personalidad a nivel intelectual y emotivo, esforzándose en crecer en ello.

Mejor un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho, mejor un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho, lo que desde siglos han estado advirtiéndonos los filósofos.

Nadie está contento con uno mismo, siempre miramos al otro que está arriba con el deseo de ocupar su lugar, aire que se respira en la sociedad en que vivimos.

Sólo los empecinados en que todo siga igual, que los poderes y las autoridades sean las que siempre han sido y sin ser cuestionadas, son los que frenan el desarrollo solidario, por no querer bajar de la peana a la que están subidos.

Si ya han caído los reyes que subyugaban a los sirvientes por no considerarlos ciudadanos y ya han caído los dioses que ordenaban desde arriba sus órdenes con el culto a la Razón Ilustrada que, en el diálogo, llega a acuerdos que cumplir, ya sólo quedan las clases privilegiadas en varios órdenes que no quieren tratar y dejarse tratar de “tu”, mandando el Ud. y el Don al baúl de los recuerdos.

Los verdaderos placeres, los prohibidos por reyes y dioses desde el principio de la historia y por los nuevos poderes, están en la Ética Solidaria.

Una vez liberados de la tradición, del prejuicio, de las jerarquías y clases tradicionales, de los tabúes, del concepto de pecado, del egoísmo pequeñoburgués tradicional, del “Dios lo quiere”, de “la Patria os necesita”,… Todos interesados en que nada cambie y todo siga igual, hemos aterrizado en el cosmopolitismo de ser, todos, ciudadanos del mundo, con los mismos Derechos Humanos al participar todos de la misma naturaleza.

Sólo los privilegiados quieren seguir siéndolo.
Todos los demás debemos aplicar todas nuestras fuerzas y capacidades para ser felices solidariamente.

Tenemos el deber de ser felices, pero de la auténtica felicidad, de la “felicidad SOLIDARIA” de la que y en la que todos debemos participar.

Tenemos el deber de ser felices y tenemos derecho a exigir que ese goce sea lo prioritario.

FIN

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