1.- Para la Religión de la Humanidad “el hombre es
un dios para el hombre”, más aún, “es el único dios para el hombre” y
proclamando/pudiendo proclamar que “muerto Dios ha nacido la Ética” y con la
exigencia de un cuidado mutuo entre los seres humanos y sin necesidad de un
Padre Cuidador.
Mientras para las Religiones
reveladas (la católica) el hombre es un instrumento de adoración a Dios. “Si no
amáis a éstos a quienes…” y “lo que hiciereis a cualquiera de éstos…”. Hermanos
de un mismo Padre que está en los cielos. Por ser “hermanos” no por ser
“hombres en sí”.
Y lo que tiene el
Dios-Padre-Cuidador-Revelador son unos caprichos o manías que los convierte en
obligaciones o en prohibiciones a sus adoradores (el sexo sólo en el matrimonio
y con finalidad reproductiva (no por la laica voluntad placentera de las
partes), no trabajar en Domingo para dedicarlo al Señor tu Dios (¿por qué no
puede descansarse y librar otro día cualquiera, como lo hacen los camareros,
los trabajadores varios,…?), no comer carne los viernes del año a no ser que
pagues una bula…ayunos y abstinencias …Los anticonceptivos como pecado por ser
eso, “anticonceptivos” (aunque también sirvan para prevenir el contagio de
enfermedades venéreas)…la eutanasia y la ayuda a ella como pecado y crimen porque
la vida no le pertenece a la persona que quiere dejar de sufrir en los
estertores de la muerte, sino a Dios….
¿por qué?.
Todo lo que tenga que ver con
la vida y la muerte, con el sexo, con la reproducción, con el orgasmo, con los
placeres corporales, con el suicidio… no son, sino supersticiones, caprichos,
arbitrariedades de los dioses, y las personas sujetas a la voluntad divina, a
los “designios de la
Providencia ”, ajenos al bienestar de los adoradores.
Como si porque yo lo hiciera,
por mi libertad y autonomía, por mi racionalidad, estuviera invitando u
obligando a los demás a hacerlo y fuera malo.
Considerarme dueño de mi
propia vida y vivirla como lo desee, o poder quitármela, no es creerme dueño de
la vida del otro y ser un incentivo a acabar con ella.
“Dios es nuestro propietario”
–dirá Kant, por lo tanto somos sólo administradores de nuestras vidas.
A pesar de su Ética Formal (y
no material y, menos aún materialista) y su Ética Autónoma (y no heterónoma)
pesó mucho sobre él la herencia pietista, inculcada por su madre, y su
metódica, rutinaria e invariable forma de actuar en su vida, con el concepto de
“obligación” grabado en el disco duro de su mente, y que sublimó y racionalizó
convirtiendo al Dios cristiano en la Razón
Pura Práctica no contaminada por las inclinaciones humanas.
Si obras por “imperativos
categóricos”, porque debe obrarse así, y no por “imperativos hipotéticos” en
que sólo debes obrar así si quieres conseguir ese fin determinado, Dios, que es
justo y omni-todo tiene que/debe compensarte en la otra vida, en la que crees.
La armonía que había
conseguido la Ilustración
ateniense de darle al cuerpo lo suyo (lo “iustum”) y al alma lo suyo (lo “iustum”)
queda rota en y por el más ilustre de los Ilustrados al fundamentar su Ética en
una religión revelada y su esquizofrénica división entre dos “yos/yoes)
irreconciliables, el yo racional nouménico y el yo pasional fenoménico.
Este gran ilustrado, su
ética, supuso un gran retroceso en la marcha histórica en la que subyacía una
concepción ilustrada y optimista del ser humano, como alguien que vive con
alegría su excelencia, que disfruta de la felicidad y que es feliz en cuanto
que vive virtuosamente.
Kant, por el contrario, con
su puritanismo, mantendrá una concepción pesimista del hombre, con una maldad
innata, como ser de pasiones y sentimientos sólo redimible a través de la
gracia de la Razón Nouménica ,
equiparable a la gracia divina.
¿Cómo compaginar la autonomía
moral con la aceptación de normas provenientes de Papas, Obispos y demás
(heteronomía moral)?
Recuerdo aquello del
catecismo del Padre Astete: “eso no me lo preguntéis a mí, que soy un
ignorante; doctores tiene la Santa Madre
Iglesia que le sabrán responder”, por lo que para analfabetos teológicos y de
sagradas escrituras hay un segundo canal televisivo en el que los
familiarizados con esas materias no sólo te sacarán dudas sino que te indicarán
el camino seguro para llegar a Dios.
La inmadurez se soluciona con
tutores.
¿Cómo liberar a esos
“prisioneros de la fe” y acercarlos a las tierras prohibidas de la laicidad,
ese paraíso proscrito de la autonomía real de la conciencia y la posibilidad,
aunque remota, de una vida moral sana, a pesar del peso de las autoridades
eclesiásticas y de ese Dios implacable y todopoderoso, ese Dios peligroso que,
con su chantaje amoroso de la “entrega de su vida” y sus “sufrimientos” (¿puede
sufrir un Dios?) y con la muerte en la cruz se convierte en el cordero del
sacrificio para redimirnos del pecado y que, con esto, queda legitimado
moralmente para reclamar de nosotros el sacrificio de nuestras propias vidas,
de nuestra autonomía y de nuestra libertad?.
SI DIOS EXISTE LA ÉTICA HA
MUERTO.
La sempiterna pregunta: ¿Es
buena o mala una acción porque Dios lo quiere o Dios lo quiere porque esa
acción es buena o mala?
Yo siempre oí como correcto
el primer miembro de la disyuntiva y añadía el cura de mi pueblo que si Dios
hubiera querido que robar era bueno, sería bueno robar.
Y cuando, respecto a la
“omnipotencia” divina yo, infantilmente, le preguntaba al cura si Dios también
podía hacer/haber hecho que un triángulo tuviera cuatro lados, me dejaba
callado con su respuesta: “si eso fuera posible podría hacerlo”, por lo que
quedaba a salvo la omnipotencia divina y la deficiencia descansaba en las
cosas.
No es que Dios no pudiera
hacerlo (no poniendo el ojo en Dios), es que la cosa no podía ser hecha por ser
contradictoria (poniéndolo en la cosa).
Si todo depende, pues, de la
voluntad divina, del capricho y de la arbitrariedad divina, en cuestiones
éticas no es necesaria la racionalidad de la ley moral.
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