Es falsa la exclusividad: o
Razón o Sentimiento.
La excesiva confianza en la
“racionalidad ética” trajo como consecuencia la Filosofía de la Sospecha (Nietzsche, Marx
y Freud).
Y a la “muerte de Dios”
sucedió la “muerte de la metafísica” y de aquí la muerte o agonía de la propia
posibilidad del quehacer ético en cuanto actividad normativa y normativizadora.
Y alguna interpretación del
marxismo llegó donde había llegado el sofista Trasímaco: que la moral era un
invento de los fuertes, un engaño, una argucia ideológica para tener sometidos
a los más desvalidos.
Igualmente, algunos
seguidores del positivista Comte, que había abogado por una ética nueva, una
ética ilustrada y por el uso ponderado de la razón en la ética,
malinterpretando ese positivismo parieron el “positivismo lógico” con su
oposición a la razonabilidad en su uso práctico, en su uso en ética,
defendiendo que los enunciados éticos son sólo “emotivos”, profundamente
emotivos, cuando el “sentimiento ético de la vida” es el más profundo de los
sentimientos, el que nos confiera la identidad, el que nos hace ser unos
individuos determinados, el que nos confiere una paz y un equilibrio emocional
particular, el que nos lleva a vivir gozosamente en el disfrute del deleite más
profundo, más arraigado, más perenne.
Los sentimientos morales
pertenecen a una categoría propia e irreductible a ningún otro sentimiento.
Intentando la síntesis
Kant-Hume, razón-pasión en Ética, los sentimientos morales son “pasiones
racionales”, sentimientos conformados de acuerdo con la razonabilidad.
El sentimiento ético de la
vida es la expresión de esa pasión humana por vivirse y convivir, por hacerse
uno a sí mismo y participar en la hechura del universo social, cultural, político
y, por supuesto, moral.
El sentimiento ético de la
vida supone que deseamos llegar a ser lo más excelentes posible y cooperar a la
transformación radical de un mundo de relaciones afectivas precarias, a un
mundo de generosidad en las prestaciones de ayuda mutua que genera grandeza de
ánimo.
¿No deberíamos hacer una
crítica concienzuda al exceso de racionalismo que nos asalta, que nos rodea,
que respiramos?
Preponderancia, hoy, de lo
racional, del consenso de personas racionales, supervaloración del discurso y
del diálogo racional entre seres casi escandalosa y fríamente racionales.
La ética anglosajona
contemporánea defiende la “racionalidad práctica” en base al puro cálculo
interesado para llevar a cabo acciones prudencialmente racionales que benefician
a las partes implicadas, pero moverse exclusivamente por el autointerés poca
ayuda y cooperación mutua puede esperarse para generar moralidad, cuando la
moral supone, precisamente, una ruptura con y una superación de autointerés.
¿Qué puede interesarnos o
importarnos desde el desinterés afectivo por los demás con tal de que a mí me
reporte mayores beneficios?
¿Qué es más racional: optar
por un mínimo seguro o por un máximo no asegurado?
De hecho, las sociedades
capitalista extremas funcionan bajo el supuesto de que el riesgo es racional y
rentable, reduciendo al mínimo las prestaciones y servicios sociales
proporcionados por el Estado.
El sentimiento ético de la
vida no supone el abandono de la actividad racional humana, y mucho menos el
abandono de la actividad racional en ética, pero defiende que debemos utilizar,
al unísono, corazón y cabeza como partes inseparables e indisolubles del ser
humano, superando todos los dualismos (platónico, kantiano, cristiano,…)
Este sentimiento ético de la
vida nos lleva a no mentir cuando no sea estrictamente necesario para salvar
valores jerárquicamente más altos, a no faltar a nuestras promesas, a
universalizar nuestros principios, a
respetar nuestros acuerdos y compromisos, a ser dignos y a amar la dignidad de los
demás, trabajar por la liberación, emancipación y bienestar de todos los seres
humanos.
El mundo en que vivimos es
como es y está como está y es, partiendo de este hecho sobre el que debemos
montar el mundo ideal que queremos que haya y en el que queremos vivir.
Pero la fuente de
gratificación que produce el sentimiento ético de la vida sólo la experimentan
los que ya lo practican y es desconocida por los que sólo han oído hablar de
ellas pero no han estado en contacto con ello.
Una “razón apasionada” que
nos mueva a ser fieles a nosotros mismos, a nuestras causas, a nuestros sueños
y unas “pasiones racionales” que nos ayuden a incrementar nuestra “simpatía” y
“benevolencia”.
Es lo que necesitamos para
configurar y proyectar modelos nuevos de vida y de convivencia que nos hagan, como anunciaba Epicuro,
felices en la práctica de la virtud, virtuosos en la práctica y disfrute de la
felicidad.
Para ello debemos superar los
viejos e improcedentes dualismos entre razón-pasión en ética, razón y deseo,
entendimiento y sentimiento, superando las morales religiosas, y poder aspirar
a una teoría ética no sólo racional, sino razonable y a una convivencia en
democracia.
Negar la cooperación y
vinculación estrecha entre razón y pasión en ética es, simplemente, amputar al
ser humano, reducirlo y mermarlo.
Proclamar el continuo
razón-pasión en ética es la única forma inteligente y eficaz de defender la
dignidad de toda la persona humana (la persona humana en su integridad
psíquico-somática) y de toda persona humana (el conjunto universal de todos los
seres humanos.
FIN
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