¿No resulta, ésta, una
interpretación abusiva, sobre todo en lo que respecta a la enseñanza?
La familia puede ejercer una
tiranía sobre el individuo y los padres, con creencias e ideologías varias,
quieren que sus hijos sean educados en esas mismas y reclaman, porque dicen y
creen tener derecho a que la escuela pública imparta esas enseñanzas que desean
para sus hijos.
Y eso, simplemente, no es
verdad.
Si es eso lo que los padres
quieren para sus hijos seguramente habrá centros privados que los eduquen y les
enseñen esos valores, pero no en la escuela pública.
La enseñanza no es un asunto
que incumba al alumno y su familia, sino que tiene efectos públicos, por muy
privado que sea el centro en que se imparta.
Una cosa es la instrucción
religiosa o ideológica que cada cual pueda dar a sus vástagos, siempre que no
vaya contra leyes y principios constitucionales y otra cosa distinta es el
temario escolar que el Estado debe garantizar con su presupuesto que se enseñe
a todos los niños y adolescentes.
Si en otros campos, como el
de las festividades de las distintas religiones hay que ser flexible entre lo
tradicional, lo cultural y lo legalmente instituido y, de entrada, ni obligar
ni prohibir tajantemente, en el terreno escolar nada de flexibilidad y sí ser muy
precisos y teniendo en cuenta que, en España, tenemos centros públicos,
concertados y privados, pero en todos ellos deben estar, siempre, garantizados
los contenidos de interés público.
En eso, ni más ni menos,
consiste la laicidad, y no en otra cosa.
Asegurar y garantizar que
todos los escolares tienen que recibir los contenidos de interés público.
Están muy equivocados los
defensores acérrimos de que la
Religión esté en las escuelas porque creen/afirman que la
moral cívica o formación ciudadana es una comedura de coco a sus hijos.
Como si los valores de los
padres, cualesquiera que sean, han de resultar sagrados mientras que los de la
sociedad democrática no pueden explicarse sin incurrir en una manipulación de
las mentes poco menos que totalitaria.
Educar para la ciudadanía no
es la Formación
del Espíritu Nacional (la famosa asignatura F.E.N) pero un poco actualizada, ya
en vez de franquista “neofranquista”, no, y como la educación sexual, que no
lleva a la corrupción de menores.
Yo, profesor de la Educación Cívica ,
que debo impartir los contenidos para que los niños/adolescentes aprendan a ser
ciudadanos, no me imagino que un padre franquista, xenófobo, que mataría a
todos los socialistas y comunistas (no sé si también a los ateos y agnósticos),
de los de la mano derecha levantada y que le gusta cantar el cara al sol…desee
que sus hijos también sean así, en una sociedad democrática.
¿Cómo pueden prevalecer, en
la educación de una sociedad democrática, los valores paternos a los valores
sociales?
La actitud laica no propugna
unos valores políticos en detrimento de otros.
Sólo los valores que proclama
la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, que aspiran a ser universales, pero que no han sido
escritos en las Tablas de la ley descendidas de los cielos.
Los Derechos Humanos no están
ya ahí, hay que ir practicándolos para que estén, hay que aspirar a que se
cumplan para conseguir una humanidad más solidaria, más justa.
Hay que reflexionar, razonar,
debatir, en la escuela, por qué sería bueno que se extendieran a toda la
humanidad la práctica de los mismos.
E, igual que no hay premios para
quienes cumplen las normas del Código de Circulación, tampoco hay premios a
quien practique los Derechos Humanos.
Ni premios ni castigos, sólo
basta reflexionar y ser conscientes de su conveniencia.
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