viernes, 21 de diciembre de 2018

RAZÓN Y PASIÓN EN LA ÉTICA (3)




La extraña pasión por la ética, el sentimiento profundo por obrar de manera justa y benévola, aparece en todas las éticas de todos los tiempos, y antes que en las religiones reveladas.

Obrar justa y benévolamente en esta sociedad y en esta vida y, si luego y además, existiera la otra, “se te dará por añadidura”.
“Dios, si existe, no puede dejar tirado a este buen marxista que soy yo” -¿os suena?. Tierno Galván.

La “extraña pasión” por ser justo, benevolente,…con los otros, ser honesto y solidario,…ser coherente con los principios asumidos,…ser justo e imparcial,…buscar el autodesarrollo, el auto respeto, la dignidad humana,…sincero sentimiento ético de la vida, de esta vida.

Ser kantiano, del Kant de la Razón Práctica, del deber que cumplir (aunque su pietismo le impidiera entregarse voluptuosamente).
Quien conozca la vida y la obra de Kant no se lo imagina gozando de los placeres que esta vida podía ofrecerle.

Compartir con Kant el sentido de la dignidad y el autorrespeto, la consideración imparcial de la dignidad de todos los hombres, la búsqueda del perfeccionamiento propio y de la felicidad ajena.
Sus “imperativos categóricos” sobre los “imperativos hipotéticos”.
No buscar la “felicidad eterna” sino hacerse “merecedor de ella” en el comportamiento ético consigo mismo y con los demás.

“Quiere para los demás lo que quieres para ti”, en positivo, en afirmativo, que me gusta más que el “no quieras para el otro…”

“El deber por el deber”, frío, de Kant versus “el deber por el placer de cumplir con el deber”.

La búsqueda del perfeccionamiento y del despliegue de capacidades por el goce que produce la propia búsqueda, cuanto más de su consecución.

Pasión por la continua preocupación por cambiar y transformar las estructuras sociales para que todos los hombres tengan la posibilidad de alcanzar la felicidad.
Goce en la lucha por cambiarlas, mientras están cambiándose y cuando se han cambiado habiendo participado en el proceso.
Y, todo, aquí, en este mundo.

Las religiones del libro, sin embargo, han alimentado, en los seres humanos, el ficticio dualismo de pasión/razón, cuerpo/alma, este mundo/el otro mundo, peregrinaje/estancia, tiempo/eternidad,…o el “soma (cuerpo)/psique (espíritu) platónico, los dos mundos,…
Incluso Aristóteles, el más terrenal de los grandes griegos, como definiendo al hombre como “animal racional”, considerando a la razón como lo más genuinamente humano, su esencia, con olvido total de la “sensibilidad humana” y el “sentimiento ético” de la vida, genuinos y exclusivamente propios de la especie humana.
Y es que, para él, el “logos” y la contemplación, que hasta te hace entrar en contacto con lo divino.

¿Y qué decir de Santo Tomás, despreciador del mundo de las pasiones (influencia órfico-pitagórica que cala en Platón, sigue en Aristóteles y todos sabemos la influencia de éstos en la tradición judeo-cristiana y en Santo Tomás y el cristianismo medieval?

Pero ¿acaso la “razón” no es una búsqueda “apasionada”, habiendo otras importantes pasiones, como la defensa de la justicia, la imparcialidad,…?

¿Por qué tanto empecinamiento en desacreditar y despreciar las pasiones, tanto en el ámbito cristiano como en el pagano?

Más aún ¿no son, precisamente, las pasiones (y no la razón, supuestamente universal) lo que nos hace seres individuales, distintos y singulares?

Sin “pasión” no hay Ética, aunque ella esté enmarcada por la razón, por “razón apasionada”, a fin de cuentas.

Nadie pone en duda que la Ética necesita de buenos razonamientos, pero conseguir la vida buena, la moralización de la sociedad, sólo es posible por la fuerza del apasionamiento.

Con un fuerte y apasionado sentimiento ético de la vida, los sentimientos religiosos no son sino estorbos al propiciar la mediación: el amor al otro por amor a Dios, el amor a la justicia por la recompensa que se desea conseguir.

No es verdad que “muerto Dios” la vida ya no tiene sentido, el hombre quedaría privado de sentimientos y afectos y estaría en el nivel animal.

El sentimiento ético de la vida tiene que ver con los revolucionarios morales, los inconformistas apasionados, capaces de asumir riesgos con generosidad y alegría, sabiendo que el que siembra con inteligencia y generosidad saboreará los frutos más exquisitos.

Pero sabemos que la “riqueza moral” no se adquiere por el trabajo individual, por el esfuerzo o el mérito, sino que debe haber una sociedad en la que…

Nos hace la sociedad y nosotros actuamos mejorándola.
Somos su hechura y ella es nuestra hechura.
La sociedad es el caldo de cultivo adecuado.
Y hay una retroalimentación hombre moral – sociedad moral – hombre moral.

No se trata de imponer, se trata de seducir, de convencer, porque las personalidades que tienen fuerza “arrastran” y las pasiones profundas conmueven.

El caminante moral no tiene un camino por el que andar sino que tiene que hacerlo al andar (“Caminante, no hay camino…de Machado)

Sólo la “razón apasionada” merece respeto moral.

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