lunes, 3 de diciembre de 2018

AUTORIDAD Y CONFUSIÓN)


Hay muchas maneras de meter la pata.
Una de ellas, y quizá la más conocida, sea la de tomar “la parte por el todo” que los filósofos solemos llamarla “falacia de generalización”.
Preguntas, en una manifestación de 100 personas, la opinión de las veintiocho primeras con las que te encuentras y si todas las 28 opinan lo mismo (X es Y) concluyes que la “manifestación ha opinado que X es Y”.
Has “generalizado” (todos) una “particularidad” (algunos) compuesta por “individualidades” (28) por lo que has expresado una Falsedad.

Otra manera de meter la pata es confundir y considerar iguales dos ámbitos distintos, por ejemplo, el ámbito religioso y el ámbito político.

Todos sabemos lo que la Iglesia Oficial (institución religiosa) opina sobre las uniones homosexuales y está en su derecho a dar su opinión, otra cosa es que el parlamento (institución política) tenga que prohibir dichas uniones porque así opina la “institución religiosa”

La Iglesia argüirá que el Parlamento no tiene “autoridad moral” para legislar lo que ella considera “inmoral” y al Parlamento debe importarle un pimiento lo que la Iglesia diga y le niegue.

El Parlamento puede legislar lo que mejor considere para la comunidad.

Que el Parlamento no es una “autoridad moral” se sabe desde siempre.
El Parlamento es una “autoridad política” pero ni el Papa ni los Obispos ni la Conferencia episcopal son “autoridades morales”, sólo son “autoridades religiosas” lo que no es igual.

Las “leyes permisivas” permiten que el que quiera hacerlo lo haga y que, el que no quiera, que no lo haga por los motivos que crea convenientes. Hay libertad de hacerlo.

No así las “leyes obligatorias”  (que obligan a todos) ni las “leyes prohibitivas” (que lo prohíben a todos).

Por lo tanto, ante la unión homosexual que el Parlamento legisla como “permisiva” que es, los creyentes católicos no tienen por qué unirse homosexualmente, estando en onda y obedeciendo a sus pastores, pero lo que no pueden esos creyentes, partidarios del “no”, es obligar a los que “sí” quieran unirse homosexualmente.

Tu derecho a no hacerlo no implica el deber de que el otro tampoco lo haga.

Los que se unan homosexualmente podrán hacerlo legalmente, no es “delito”, y si el creyente cree que es “pecado” allá él y que no “peque”.

Y eso cuando el Papa se manifiesta como Papa, porque si se presenta como Jefe de Estado (que también lo es) está permitida la sonrisa, hasta la risa, incluso.

¿Podemos tomárnoslo en serio?

Porque, si lo pensamos bien, es el único Estado europeo teocrático y que incumple abiertamente los Derechos Humanos Fundamentales, como la discriminación por religión y la discriminación por sexo.

Imaginaos que viene el Papa a Madrid, en loor de multitudes (ya estuvo el anterior en Valencia) y el Presidente del Gobierno no asiste a la misa en la correspondiente explanada repleta de gente, ¿Se lo echaría en cara, se lo reprocharía, el Papa al Presidente del Gobierno, si no va, ya que no tiene obligación de ir?
Porque el Presidente del Gobierno sí que podría echarle en cara y reprocharle sus prácticas antidemocráticas en el Estado del que es Jefe y el incumplimiento de los Derechos Humanos en su Estado en su forma de gobernar.

Es como si porque el Estado Español, al tener relaciones diplomáticas con otro estado cualquiera, tuviera obligación de tener la las mismas leyes educativas, sanitarias o sindicales que él.

Y, como remate, presumir la Iglesia de detentar “autoridad moral” con tanto pederastas sueltos entre sus pastores…

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