Es más ¿qué ofende más a
Mahoma, esa caricatura o ese fanático islamista que, cuchillo en mano y ante las
cámaras de televisión, le rebana el pescuezo a otra persona por ser infiel?
Es más. ¿les molestaron esas
caricaturas a todos los musulmanes, o sólo a algunos?
¿También a los que, tibios o
ateos, viven en una teocracia islámica pero no se atreven ni a hablar (y menos
a reír), reprimidos por temor (no por ganas) y guardan un silencio obligado
para evitar consecuencias desagradables?
Como en España la Procesión del Coño
Insumiso, somos muchos a los que ni nos molestó ni nos molesta, aunque algunos
se sintieran heridos en su sentimiento religioso.
La libertad de expresión y la
libertad religiosa.
Porque en los países
democráticos la libertad religiosa se basa en el principio de que la religión
es un derecho de cada cual, pero no un deber de los demás ciudadanos ni de la
sociedad en su conjunto.
Que cada uno crea a su modo y
venere a su manera pero que no pretenda que ello obligue a ningún otro.
En “Por qué soy cristiano”,
de J. A. Marina, éste distingue entre “verdades privadas”, como las religiosas que deben estar dispuestas a ceder ante las
“verdades públicas”, científicas o legales que debemos compartir.
La religión es algo íntimo
que puede expresarse públicamente, pero a título privado y, como todo lo que
aparece en el espacio público se arriesga a críticas, incluso a irreverencias.
Ante una procesión de la Semana Santa malagueña uno
puede sentirse emocionado religiosamente, otro alaba la fastuosidad del acto,
mientras otro puede reírse de ella.
Hay quien denomina a la Semana Santa como enaltecimiento
del dolor, como un masoquismo religioso cuando el auténtico creyente al trono
que más devoción debería inspirarle es el de la Resurrección , que es el
menos visto y seguido.
Cuando leo las pancartas que
los fanáticos islamistas muestran en sus manifestaciones por las calles
londinenses (“Preparaos para un verdadero holocausto”, etc…) lo interpreto no
como libertad religiosa sino como el mensaje de querer acabar con ella y
sustituirla por una teocracia (la suya) en la que deberán ser respetados (temidos)
los integristas radicales como únicos y auténticos creyentes y donde no tendrán
sitio los que se oponen a ello por honradez intelectual.
Uno recuerda el terrorismo
nacionalista de ETA asesinando a personas, mujeres y niños incluidos, cuyo
delito era no ser nacionalista y lo compara con las pancartas de Londres y…
Para eso están las leyes y
los tribunales, a los que puede acudirse cuando uno se considere ultrajado o
sufrido más allá de lo tolerable.
Creo que tenemos derecho a
criticarlo todo y a todos, desde el Papa hasta el último cura, desde el
Presidente del Gobierno al bedel del parlamento, desde la democracia hasta el
capitalismo…
Soy de la opinión de que
“nada ni nadie es sagrado” y de que todo es criticable, y quien se sienta
ofendido por mis críticas tiene las puertas abiertas para acudir a los
tribunales y que sean ellos los que decidan.
Así es el funcionamiento de
las democracias,
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