jueves, 27 de diciembre de 2018

ÉTICA PARA DEMÓCRATAS (3)



Una razón ética debe tener como referencia última el servicio de la razón a las pasiones y deseos de los hombres.

Una educación cognoscitiva que libere a los individuos del relativismo radical, del dogmatismo, del sociologismo, del elitismo,…que si una acción es valiosa no lo es por lo que digan las élites ni los más.

Y habrá que volver al viejo Protágoras: “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son” en contraposición a los “desiderata” de las morales religiosas.

Con los pies en la tierra y mirando hacia delante, no hacia arriba.

2.- Segundo eje: proceso de un desarrollo afectivo, de las capacidades de “simpatía”, “empatía”, solidaridad, cuidado, preocupación,…
Su objetivo es el desarrollo de seres humanos que encuentren su felicidad en la promoción de la felicidad de los restantes seres humanos, e incluso no humanos con los que se convive.

El placer de ser feliz viendo felices a los demás y contribuyendo a su felicidad.

Ya no es ponerse en el lugar del otro (que también), sino en su piel, calzar sus zapatos para comprobar lo mal que se camina con ellos y proporcionarles unos como los tuyos.
Sólo así se conseguiría una sociedad profundamente solidaria, profundamente democrática.

Conseguir ser felices en la convivencia sería una buena razón ética para una democracia etizada, con el goce lúdico, la felicidad solidaria de individuos humanos autodesplegados y autodesarrollados.

Lo ético no es lo que a ti o a mí nos guste, ni siquiera lo que le guste a la mayoría, sino lo bueno en sí y para todos.

Hay que terminar con el mito contemporáneo, totalmente demagógico, de que la mayoría siempre tiene razón aunque, en una sociedad con déficits cognitivos y emocionales la opinión de la mayoría es lo menos malo que podemos hacer y seguir.
Pero que el recurso a la mayoría valga deberá ser el de una mayoría ilustrada, imparcial, libre y con capacidad de simpatía y solidaridad.

Siempre a tener en cuenta que la opinión prevaleciente en una sociedad determinada, o en la mayoría de las sociedades en un momento dado, no tiene por qué ser “éticamente” la opinión más válida.

Y, a tener en cuenta, también que “no todo lo deseado (aunque lo sea por una mayoría) tiene que ser lo deseable, pero sí que todo lo deseable tiene que ser, en algún sentido, lo deseado”

Hay deseos, incluso generalizados, que no son generalizables, universalizables, pero sí es preciso (kantianamente hablando) que nuestros “desiderata” superen la prueba de la universalización o la universabilidad (un imperativo categórico: “obra de tal manera que quisieras que TODOS….”)
Pero ese “obra de tal manera…” es un imperativo formal que hay que especificar o llenar de materia, que no puede ser otra que los deseos, las necesidades, los anhelos y los intereses humanos.

Que los deseos de cada uno incluyan no sólo sus necesidades, sino que se expandan para incluir las necesidades ajenas de otros “yos” que se conocen no sólo por la proximidad local o física, sino por la razón, la imaginación, el sentimiento, la sensibilidad, el afecto, y se reconocen como seres dignos de nuestro afecto, seres a los que llegamos a amar.

Lo bueno y lo malo, pues, lo que se debe hacer, las normas que se deben dictar para una convivencia no dependen únicamente de los pactos, consensos o convenios entre las partes afectadas (por lo menos, no siempre e indiscriminadamente, porque se pueden pactar acciones nada aceptables).

Se requiere que las partes estén informadas, que sean libres e imparciales.

Pero que vivir es preferible a no vivir, ser libre es preferible a ser esclavo, ser tratado igualitaria e imparcialmente es preferible a desigualitaria e injustamente…todo esto no es discutible, son fines supersuficientes, son valores a primera vista, son valores indiscutibles y no hay pacto posible para incumplirlos.

Mientras la naturaleza humana siga siendo la que es, hay cosas que siempre será malo hacer (azotar o abofetear, en vez de acariciar, por ejemplo)

Si hay cosas que claramente dañan a los seres humanos (pasar hambre, frío, ser azotado, esclavizar, mermar las capacidades de todo tipo…) siempre seguirán siendo malas, inconvenientes e indeseables desde una perspectiva ética, independientemente de lo que opinen, incluso las mayorías.

La Ética (las normas y los valores) se fundamentaría en las preferencias de las mayorías sólo si los hombres pudieran elegir con conocimiento de causa y libertad, porque decidirían y preferirían aquello que realmente se ajuste a las demandas de la naturaleza o condición humana.

Lo que la naturaleza o condición humana es, no lo que otros pueden decir que es, porque de esa manera se convierten en pastotes, en tutores, en profetas, en salvadores,…para llevarte donde ellos creen que deben llevarte  porque tienen otro concepto de la naturaleza o condición humana.

Sólo los hombres ilustrados, libres, imparciales,..(Lo que todos debemos ser) pueden decidir qué es su naturaleza, cuáles son sus intereses, además de sus deseos.
Lo más satisfactorio para todos los hombres, de acuerdo a su condición o naturaleza humana.

Es cierto que hay expertos a los que podemos/debemos acudir para clarificar lo que somos, pero nunca abandonarnos a ellos (lo que podría ser peligroso al hacernos dependientes), la decisión tiene que ser de cada uno.
Sí tenerlos en cuenta, no renunciar a nuestra libertad, entregándosela.

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