Una razón ética debe tener
como referencia última el servicio de la razón a las pasiones y deseos de los
hombres.
Una educación cognoscitiva
que libere a los individuos del relativismo radical, del dogmatismo, del
sociologismo, del elitismo,…que si una acción es valiosa no lo es por lo que
digan las élites ni los más.
Y habrá que volver al viejo
Protágoras: “el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son, en
tanto que son, y de las que no son, en tanto que no son” en contraposición a
los “desiderata” de las morales religiosas.
Con los pies en la tierra y
mirando hacia delante, no hacia arriba.
2.- Segundo eje: proceso de
un desarrollo afectivo, de las capacidades de “simpatía”, “empatía”,
solidaridad, cuidado, preocupación,…
Su objetivo es el desarrollo
de seres humanos que encuentren su felicidad en la promoción de la felicidad de
los restantes seres humanos, e incluso no humanos con los que se convive.
El placer de ser feliz viendo
felices a los demás y contribuyendo a su felicidad.
Ya no es ponerse en el lugar
del otro (que también), sino en su piel, calzar sus zapatos para comprobar lo
mal que se camina con ellos y proporcionarles unos como los tuyos.
Sólo así se conseguiría una
sociedad profundamente solidaria, profundamente democrática.
Conseguir ser felices en la
convivencia sería una buena razón ética para una democracia etizada, con el
goce lúdico, la felicidad solidaria de individuos humanos autodesplegados y
autodesarrollados.
Lo ético no es lo que a ti o
a mí nos guste, ni siquiera lo que le guste a la mayoría, sino lo bueno en sí y
para todos.
Hay que terminar con el mito
contemporáneo, totalmente demagógico, de que la mayoría siempre tiene razón
aunque, en una sociedad con déficits cognitivos y emocionales la opinión de la
mayoría es lo menos malo que podemos hacer y seguir.
Pero que el recurso a la
mayoría valga deberá ser el de una mayoría ilustrada, imparcial, libre y con
capacidad de simpatía y solidaridad.
Siempre a tener en cuenta que
la opinión prevaleciente en una sociedad determinada, o en la mayoría de las
sociedades en un momento dado, no tiene por qué ser “éticamente” la opinión más
válida.
Y, a tener en cuenta, también
que “no todo lo deseado (aunque lo sea por una mayoría) tiene que ser lo deseable,
pero sí que todo lo deseable tiene que ser, en algún sentido, lo deseado”
Hay deseos, incluso
generalizados, que no son generalizables, universalizables, pero sí es preciso
(kantianamente hablando) que nuestros “desiderata” superen la prueba de la
universalización o la universabilidad (un imperativo categórico: “obra de tal
manera que quisieras que TODOS….”)
Pero ese “obra de tal
manera…” es un imperativo formal que hay que especificar o llenar de materia,
que no puede ser otra que los deseos, las necesidades, los anhelos y los
intereses humanos.
Que los deseos de cada uno
incluyan no sólo sus necesidades, sino que se expandan para incluir las
necesidades ajenas de otros “yos” que se conocen no sólo por la proximidad
local o física, sino por la razón, la imaginación, el sentimiento, la
sensibilidad, el afecto, y se reconocen como seres dignos de nuestro afecto,
seres a los que llegamos a amar.
Lo bueno y lo malo, pues, lo
que se debe hacer, las normas que se deben dictar para una convivencia no dependen
únicamente de los pactos, consensos o convenios entre las partes afectadas (por
lo menos, no siempre e indiscriminadamente, porque se pueden pactar acciones
nada aceptables).
Se requiere que las partes
estén informadas, que sean libres e imparciales.
Pero que vivir es preferible
a no vivir, ser libre es preferible a ser esclavo, ser tratado igualitaria e
imparcialmente es preferible a desigualitaria e injustamente…todo esto no es
discutible, son fines supersuficientes, son valores a primera vista, son
valores indiscutibles y no hay pacto posible para incumplirlos.
Mientras la naturaleza humana
siga siendo la que es, hay cosas que siempre será malo hacer (azotar o
abofetear, en vez de acariciar, por ejemplo)
Si hay cosas que claramente
dañan a los seres humanos (pasar hambre, frío, ser azotado, esclavizar, mermar
las capacidades de todo tipo…) siempre seguirán siendo malas, inconvenientes e
indeseables desde una perspectiva ética, independientemente de lo que opinen,
incluso las mayorías.
La Ética (las normas y los
valores) se fundamentaría en las preferencias de las mayorías sólo si los
hombres pudieran elegir con conocimiento de causa y libertad, porque decidirían
y preferirían aquello que realmente se ajuste a las demandas de la naturaleza o
condición humana.
Lo que la naturaleza o
condición humana es, no lo que otros pueden decir que es, porque de esa manera
se convierten en pastotes, en tutores, en profetas, en salvadores,…para
llevarte donde ellos creen que deben llevarte
porque tienen otro concepto de la naturaleza o condición humana.
Sólo los hombres ilustrados,
libres, imparciales,..(Lo que todos debemos ser) pueden decidir qué es su
naturaleza, cuáles son sus intereses, además de sus deseos.
Lo más satisfactorio para
todos los hombres, de acuerdo a su condición o naturaleza humana.
Es cierto que hay expertos a
los que podemos/debemos acudir para clarificar lo que somos, pero nunca
abandonarnos a ellos (lo que podría ser peligroso al hacernos dependientes), la
decisión tiene que ser de cada uno.
Sí tenerlos en cuenta, no
renunciar a nuestra libertad, entregándosela.
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