Recuerdo, todavía, lo que me
decían mis alumnos: “Cuando explicaba a Platón, éramos platónicos, y cuando
explicaba a Kant, éramos kantianos, y cuando a Ortega, orteguianos…”
Cuando se es adolescente es
normal, casi inevitable, amar a los pensadores, a los filósofos.
Amar a Platón porque amaba la
vida, el Bien. La Belleza ,
la Verdad , la Excelencia o virtud, la Autenticidad ,…frente
a la demagogia de los sofistas.
Amar a Ortega cuando
reflexionaba sobre la “Rebelión de las masas” que proclamaban el reino de la
mediocridad por no querer seguir a las élites, a los que saben. O cuando
afirmaba que la verdad nunca se da como un todo objetivo, sino que la verdad es
perspectiva, y depende de tantas circunstancias el que se vea así o de otro modo.
Cuando se crece y, sobre
todo, se madura se aprende a dudar de esos dos pensadores, porque se les nota
un tufillo elitista (“Los gobernantes deben ser los filósofos y los filósofos
los gobernantes” o “el poder debe estar en manos de las élites, y no de las
masas”…).
Defensores de privilegios
para los elegidos, para los más dotados intelectualmente, para los que saben,
que tienen que ser los conductores de la sociedad, como los pastores deben llevar
a las ovejas a los mejores prados…
Después comprendemos que la
excelencia de unos pocos no basta y que
se hace preciso crear una sociedad donde la riqueza proveniente de la
excelencia (o virtud) y de la razón se distribuyan entre todos y no sólo a
través de la liberación que el filósofo pudiera ofrecer a los seres anodinos y
faltos de luz y luces de la caverna platónica.
No se trata de la caridad de
unos privilegiados al vulgo, a las masas.
En este sentido Sócrates sí
nos da una lección y su mayéutica nos parece un modelo válido.
Se trata de que los más y
mejor dotados intelectualmente, los más preparados, los más sensibilizados,
ayuden a los demás a su autodesarrollo, a su autodespliegue, no a llevarlos de
la mano como el vidente lleva al ciego.
Contra los sofistas, que
quieren meter en la mente de sus alumnos pagadores la verdad que ellos poseen,
Sócrates afirma que la verdad está dentro de cada uno de nosotros, que no viene
de fuera, que está dentro, pero que está “cubierta y hay que descubrirla”,
“está tapada y hay que destaparla”, que es lo que hacía su madre, partera, que
ayudaba a las parturientas a que el niños, que estaba dentro, saliera. Ella
ayudaba a que saliera, no lo metía dentro. Igualmente la verdad, está dentro y
hay que sacarla a la luz.
Dar a luz es que el niño
salga del claustro materno ayudado por la comadrona.
Igualmente Sócrates (“he
heredado el oficio de mi madre, comadrona, y el de mi padre, escultor”); pero
yo ayudo a que salga a la luz la verdad que está dentro y, como mi padre,
escultor de cuerpos, yo ayudo a formar, a esculpir, las almas de los hombres,
su carácter, su forma de ser.
Ayuda, sólo ayuda, pero debe
haberla para ir destapando la tapada verdad, descubriendo la cubierta verdad,
pero Sócrates no la mete, sólo ayuda a que salga.
Ayuda para que el alumno no
sea el papagayo que repite lo que se le enseña, sino para que se pongan en
marcha las capacidades y comience el autodespliegue, el autoperfeccionamiento.
Sólo poner en marcha el
mecanismo de arranque y que comience a funcionar, sin tener que llevarlo de la
mano como la madre lleva al niño.
Que deje de ser niño y ya no
necesitar la mano, que camine sólo y a buen puerto.
Las dos partes del método
socrático eran/son (tenéis que recordarlo) la mayéutica (para que salga) y la
dialéctica (para enseñar el camino correcto y no dejarse engañar por el sofista
interesado de turno).
“Conócete a ti mismo”, “Sé tu
mismo”.
Los sofistas y los demagogos
son los mayores enemigos de la democracia, de la sociedad justa donde reine no
sólo la “libertad de” (libre de impedimentos) sino, y sobre todo la “libertad
para”, la emancipación, la liberación cultural, ideológica, económica,
psicológica, social, política, etc…que sea efectiva para todos y con todos.
Sociedad en la que vayan de
la mano liberación y solidaridad, goce y justicia, el “goce solidario”,
liberación personal autogratificante y goce de los otros desarrollados
intelectual y sentimentalmente.
Seres así son los que
conforman una “sociedad etizada”, con personas inteligentes y solidarias.
Éste debe ser el ideal de
“democracia”, la “democracia ilustrada”
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