Pero para una mente sana es
imprescindible que la verdad objetiva, en el campo adecuado, sea algo más que
posible, algo real.
La verdad nunca es
democrática y, si no, que se lo pregunten a Galileo y la teoría heliocéntrica
defendido públicamente por él y, seguramente, a escondido por cuatro gatos más
porque el argumento para su condena (no a muerte, como muchos siguen creyendo)
era el “consensos omnium” (el consenso universal, que todos ven y afirman que
es el sol el que apareciendo por el Este…)
La verdad era que el
Emperador iba desnudo y no vestido como decían sus sastres estafadores por afán
de lucro, y lo que decían sus cortesanos para seguir sacando provecho, y… Todos
están de acuerdo en que va desnudo, casi “consensos omnium” porque sólo un niño
fue capaz de ser objetivo porque no tenía intereses que defender ni que buscar,
ve desnudo al rey y así lo dice.
El niño sólo se ha puesto de
acuerdo con la realidad y con su experiencia, y así lo manifiesta, porque su
único interés es conocer en sí, y no conocer a través de intereses extraños al
conocimiento.
La moraleja es que, para
decir la verdad, hay que ser como niños.
Ya lo dice el refrán: “sólo
los niños y los borrachos son sinceros y dicen la verdad”.
Si analizamos al hombre a
través de la evolución comprobamos que la prueba de que existe un mundo
objetivo, de realidades, es que le iba la vida en ello, en un conocimiento
adecuado a través de los sentidos, que nada tenían que ver con dependencias de
tradiciones o de culturas a las que el sujeto perteneciera.
Y lo mismo ocurre con los
sentidos de los animales, por la misma razón de supervivencia.
Y, en otro lugar, hemos
escrito sobre el camuflaje o mimetismo como estrategia para ser predador y no
presa o al revés.
Y sabemos que los sentidos
los usamos para conocer pero sabemos que tienen unos límites, denominados
umbrales, que ni por encima ni por debajo de ellos podemos captar la realidad
que ahí se encuentre.
Y ha sido la inteligencia
humana la que, consciente de esa deficiencia de los sentidos, ha creado esas
prótesis tecnológicas como pueden ser los microscopios o los telescopios y toda
esa variada y variopinta tecnología que conoces.
Y todos sabemos del método
hipotético deductivo, desde Newton, para descubrir y acumular verdades
significativas.
Pero los grandes problemas
que acucian al hombre no son, precisamente, los problemas científicos (aunque
también) sino los problemas vitales, desde el hambre al terrorismo, desde la
pobreza a la explotación sexual, desde el maltrato hasta….y de éstos, poco o
nada, pueden decirnos la ciencia.
Debemos razonar sobre el
fanatismo y sus consecuencias, pero para ello poco puede aportarnos las
ciencias.
La racionalidad científica no
nos sirve o, al menos no nos basta.
Las creencias de nuestros
antepasados eran técnicamente falsas pero eran moralmente consoladores,
mientras la ciencia actual parece que es lo contrario.
El desencantamiento de la
ciencia es lo que lleva a que muchos se lancen en brazos de creencias y
pseudocreencias de salvación.
Quizá buscar consuelo sea
algo pueril pero no lo es la búsqueda de una orientación hacia una mejor forma
de convivencia, o el uso más humano de la libertad, temas poco sumisos a la
investigación científica.
En el plano de los valores y
de los ideales ¿hay algo parecido a las verdades del plano científico?
El relativismo afirma que no,
que no hay valores objetivos y, si los
hubiera, no podríamos acceder a ellos, a diferencia de las verdades
científicas, iguales para todos, nada que ver con valores e ideales que
dependen de culturas, de tradiciones, de religiones,…
Es decir, las verdades
obtenidas por la ciencia provienen de la racionalidad que todos compartimos,
mientras que los códigos éticos dependen de nuestra adscripción a un grupo
social o a otro.
Y así es imposible llegar, ni
siquiera pretenderlo, a un compromiso moral a escala universal, la única válida
en un mundo globalizado.
Mientras todo está
globalizándose parece que los códigos éticos no pueden serlo, ni siquiera una
legislación universal para ciudadanos cosmopolitas.
En el mundo moral no hay una
causalidad como la hay en el mundo físico que venga a prestarnos ayuda.
Compartimos los acontecimientos
externos, pero no los valores internos.
Lo “racional” es una cosa, lo
científico, pero lo moral sólo se queda en el nivel de lo “razonable” porque
mientras éste sólo actúa en primera persona, aquel admite la tercera persona.
Es la diferencia entre “qué
debemos aceptar como verdadero” y “cómo debemos vivir”.
Aunque lo “razonable” no sea
sólo subjetivo y pueda tratarse a nivel intersubjetivo.
Sin verdad no hay auténtica
educación y sería un ideal conseguir un consenso axiológico.
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