Cuando necesitas unos zapatos
debes consultar a los expertos pero, luego, tienes que decidirlo tú.
Ojalá todos fuésemos expertos
en todo (lo que es imposible) pero dada esa precariedad de nuestra capacidad
para adquirir conocimientos y habilidades, lo más prudente y sensato es
proceder a la consulta y la información para formarnos criterios razonados y
razonables acerca de la vida valiosa y las normas justas para concienciarnos de
ello.
Todos poseemos unos rasgos en
común, en cuanto seres humanos que somos, pero, luego, todos presentamos muchos
aspectos diferenciales. “Ca uno é ca uno” (que dice el castizo).
Por eso cada uno puede hablar
por sí mismo defendiendo aquello que a él particularmente le interesa (pero que
no puede ser lo contrario a lo “común”).
Estando de acuerdo en los
objetivos, en los fines a conseguir (satisfacción de unas necesidades básicas,
unos intereses más o menos objetivos y universales) existen múltiples modos de
atender a los mismos, modos de enfrentarse con lo que el ser humano necesita
para desarrollarse tanto a nivel afectivo como a nivel lógico.
No se discute la meta, sí los
caminos por los que llegar a ella, y es en éstos donde es necesaria la participación
de todos para determinar cuál o cuales de ellos son los mejores, los más
excelentes, las virtudes.
Todos son conscientes, y
reconocen, que una vida democrática y ética es preferible a una vida elitista,
dogmática, jerarquizada, porque sólo en aquella se satisfacen mejor esas
necesidades, deseos y anhelos básicos y comunes.
Si no existen valores previos
a las decisiones de las mayorías, no tendremos cómo ni dónde legitimar que las
mayorías tengan prioridad axiológica y fáctica sobre las minorías.
Mayoría sí, pero siempre
que…porque pudiera ser que fuera la minoría la que… (Por aquello de que una
mayoría de imbéciles votarán a un imbécil que los guíe)
Hay razones morales (valores)
previas a las convenciones y a los contratos.
Pero, repitamos una vez más,
la necesidad de una “práctica educativa para una democracia ética” para
propiciar una vida lo más gozosa y satisfactoria posible para todos.
Normas y principios
primarios, comunes a todos, (vivir, gozar, ser libre, ser tratado justa e
imparcialmente,..) indiscutibles, los “desiderata”.
Y normas y principios
secundarios que hacen referencia a la concreción de esos principios o normas
primarias.
El debate, el diálogo, se
plantea en las normas secundarias, en la concreción de los objetivos o metas
generales, los “desiderata”.
Todas las personas deben
tener oportunidad no sólo de decidir conforme a sus propios deseos sino, en la
medida de lo posible, de decidir sus propios deseos.
Y todo ello teniendo en
cuenta el proceso de socialización, que no es igual en todos los individuos que
deben ser conscientes de los condicionamientos culturales, sociales,
históricos, geográficos,…de sus deseos, valores y criterios.
Sólo conociendo cómo operan
los agentes socializadores podrá el hombre comenzar a ser libre, una vez
reconocidos los límites de su libertad, e iniciar la difícil tarea de la
liberación de los dogmas y tabúes que la sociedad, la historia, las
instituciones, las Iglesias y las distintas ideologías dominantes imponen.
No está demás recordar las
diferencias entre una “educación moral religiosa” y una “educación
cívica-ética” a la hora de formar ciudadanos, sean creyentes o no.
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