¿Eran “los hijos de Dios” los
descendientes de Abel y de Set y “las hijas de los hombres” las descendientes
de Caín? Ésta ha sido una interpretación.
Los héroes de la mitología
griega son hijos de un dios y una mujer mortal (Heracles: de Zeus y de Alcmena;
Minos: de Zeus y Europa: Pólux: de Zeus y Elena; Aquiles: de Peleo y Tetis,…)
La depravación sexual debió
de llegar a tal extremo que: “exterminaré al hombre que he creado sobre la faz
de la tierra, desde el hombre hasta los animales, hasta los reptiles y las aves
del cielo, pues me arrepiento de haberlos hecho”.
El Creador se arrepiente de
su creación, lo que dice mucho de su “omnisciencia”
Tal es así que mandó el
diluvio.
Sólo Noé halló gracia ante
Dios y decidió salvarlo, a él y a sus tres hijos: Sem, Cam y Jafet.
De nuevo se recuperará la
especie humana, pero ya sobre una base moral buena, la del justo Noé y sus
hijos.
¿Y sin mujeres?
Porque, de los animales,
entró en el Arca un ejemplar de cada especie, macho y hembra.
Pero ¿de los hombres no?.
En los sumerios y babilonios
también aparece el diluvio lo que manifiesta que quizá hubo grandes
inundaciones en el Oriente Próximo y se mantuvo su recuerdo a través de
generaciones, pero sólo en el Antiguo Testamento tiene una explicación
religiosa y moral, y no meramente natural.
Siempre hubo una estrecha
unión entre el Mal y la
Sexualidad.
Nosotros, ahora, atribuimos
el mal a la voluntad humana, a la naturaleza humana, somos responsables del mal
que hacemos, pero para los antiguos eso no podía ser así, sino que eran los
malos espíritus los causantes del mal, sea la enfermedad, sea un cataclismo, sea
la infertilidad de la mujer (la del varón se daba por supuesto que no), sea la
sequía o sea la muerte,…
(Se me viene a la mente
Leibniz y sus tres clases de males: el mal metafísico, el mal físico y el mal
moral”)
Para el hombre antiguo tanto
lo bueno como lo malo no procedía de él sino de unas fuerzas objetivas e
incomprensibles, benévolas unas y malévolas otras, así que supliquemos para
que…
¿Cómo no recordar a Ormuz y
Ahrimán, del Mazdeísmo, el Principio del Bien y el Principio del Mal, en una lucha
continua hasta el triunfo definitivo del Bien?
Pero que triunfe uno u otro
depende, también de la opción del hombre, al apostar y practicar uno u otro,
por lo que ya interviene la responsabilidad del hombre en el resultado de esa
lucha.
Estamos, pues, hablando del
mal moral, subjetivo.
También Yahvé, tras bendecir
a Noé, dirá: “pediré cuentas a los hombres…”
Pero Satán se paseaba por la
tierra tentando a los hombres (hay que recordar el diálogo entre Yahvé y Satán
respecto a Job tentándolo en sus propiedades y, posteriormente en su cuerpo, en
sus huesos, en su piel (con “una úlcera maligna, desde la planta del pie hasta
la coronilla”…sólo respetando su vida, para ver si sólo confía en Yahvé por
interés y no por ser íntegro, perfecto, temeroso de Yahvé,…)
El nombre de Satán es hebreo
y significa originariamente “el adversario”, “el acusador”, ni siquiera era el
tentador, el seductor y corruptor sino lo que hoy llamaríamos el “fisgón” que
mete la nariz en los asuntos de los otros, que descubre los pecados de los
hombres y se lo comunica a Dios.
Satán sería un “chivato”
Pero cuando Satán tienta a
los hombres, como a Job, lo hace con permiso, con consentimiento de Dios,
aunque no siempre, porque otras veces lo hace por su cuenta, sin permiso, como
con David, en Crónicas, y ahora aparece como el enemigo declarado de Dios, la
personificación del Mal, como se lo ve en la cultura cristiana, pero que como
no puede atacar a Dios, se venga atacando a lo mejor de la creación, al hombre.
Como los libros de la Biblia han sido escritos
durante un largo período de tiempo (1.000 años), el retrato de Dios que aparece
en los distintos libros va cambiando.
“Profeta”, en un principio,
sólo significaba “el que habla ante un auditorio”, un predicador, sólo después
significará “persona que predice por inspiración divina”
Dios revela al hombre de
diferentes maneras, bien en sueños, o en visiones, pero sobre todo en
experiencias interiores, mediante una inspiración de palabras o de imágenes, o
por acontecimientos triviales.
En el Antiguo Testamento el
profeta aparece como una persona que tiene relación directa con Dios y, excepto
Jeremías y Ezequiel, que eran escritores, los demás no lo eran y lo que parecen
decir en los libros a ellos atribuidos, sólo son compilaciones que otros
hicieron.
(Lo de “profetas mayores” (5)
y “profetas menores” (12), no es por su importancia, por su categoría, sino
porque sus escritos son más o menos amplios, voluminosos)
Los profetas estaban
convencidos de que Dios los tenía al corriente de sus intenciones pero, al
mismo tiempo, algunos profetas creen que Dios puede actuar discrecionalmente y
sin informarles a ellos.
Habría pues, a veces, un
silencio profético.
Los profetas no siempre
estaban en lo cierto y muchos acontecimientos ocurrían sin que ellos los
hubieran previsto.
A veces, también, cambiaron
de opinión (Digo-Diego) u ocultaban intencionadamente la verdad.
Pero el pueblo los veneraba y
los consideraban no sólo como hombres con un saber sobrehumano, sino con un
poder sobrehumano.
Eran queridos y temidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario