“El merecido descanso es otro
de los conceptos modernos que tampoco existe.
El descanso, en el ser
humano, se produce con la muerte: con el descanso eterno.
Ahí vamos a poder (y tener
que) descansar todos, y de veras.
El ser humano, si no está
impedido (pero eso le puede pasar a un joven de 25 años), puede trabajar, debe
trabajar.
Puede y debe aportar algo a
su comunidad.
Trabajos útiles, trabajos
sociales, y ya no necesariamente remunerados.
Pero el hecho de que un
trabajo no sea remunerado, no sea asalariado, no quiere decir que no sea
trabajo.
Debe trabajarse siempre,
todos, hasta el día que muramos...
y….Bla…..Bla…..Bla…y sigue…y
sigue….
Yo, Tomás, (de nombre agudo)
es que cuando se habla de la 3ª edad… ¿quiere ello decir que a la 3ª va la
vencida?, ¿que ya va uno cuesta abajo, hasta el porrazo fatal y definitivo?
¿Quiere decir que ya está la
vida deslizándose por la pendiente y que hay que dejarse llevar por la inercia,
sin hacer nada?
¿Quiere decir que ya estamos
tan secos, tan exprimidos, durante tantos años trabajando, en la 2ª edad, la
edad productiva por excelencia, que ya se nos aparta a la cuneta porque ya no
aportamos jugo y somos lastre, rémora, para la marcha endiablada de la
sociedad?.
¿Quiere decir que ya no
valemos para atizar, ni siquiera para engrasar el motor de la economía, y que
es conveniente mantenernos al ralentí, con el combustible de la pensión, con
mecánica de simple y mero mantenimiento, hasta que salte cualquier pieza del
engranaje, se pare el motor, y nos coloquen la pegatina de Descanse en Paz (o,
eufemísticamente, tan de moda: “que la tierra le sea leve”?
La tierra, al difunto, ni va
a serle leve ni pesada.
Cuando se habla de edad, ¿de
qué edad estamos hablando? ¿De la edad cronológica?, ¿quizá de la edad
biológica?, ¿acaso de la edad psicológica?, ¿o estamos hablando de la edad
social?.
Porque no son lo mismo.
Yo, Tomás, tengo,
cronológicamente, ahora mismo, 74 años.
¿Soy un viejo?.
Yo, Tomás,
biológicamente/funcionalmente apenas noto algo de deterioro sensorial (mi oído
izquierdo) o de deterioro motriz (no me atrevo a correr, pero a diario acudo a
mi gimnasio y allí engraso los engranajes, intentando rebajar la amarga azúcar
(glucemia) y por supuesto que no padezco deterioro alguno intelectual (creo,
sinceramente, que estoy experimentando un señalado incremento).
¿Soy, biológicamente viejo?.
Yo, Tomás, psicológicamente,
mi comportamiento, mi conducta y mi capacidad de adaptarme al medio que me
rodea, de enfrentarme a las nuevas situaciones, creo que es significativamente
más alto que hace unos años.
No me considero un carca.
No me veo con conductas
prístinas o caducas.
¿Soy, psicológicamente, viejo?
Yo, Tomás, socialmente me han
jubilado, por mi edad cronológica.
Soy un jubilado y, además,
deseé y precipité mi jubilación.
Pero no me han retirado, me
he marchado de allí para venir aquí, para disfrutar aún más de mi actividad en
el campo del saber y del enseñar, con personas y a personas, además, que
disfrutan del saber lo mismo, o más, que yo.
Estas personas maduras, tan raras,
tan raras, que desean saber por el placer de saber, lo que motiva o debe
motivar a los profesores a enseñar por el placer de enseñar
(¡Qué feliz fui mientras
duraron los cursos de Antropología en el Aula de Mayores de 55, y que los
recortes me cerraron la puerta o mejor, me pusieron en la puerta y me dieron
una patada en el culo, y no sería por la ayuda económica con la que, a fin de
mes, me gratificaban y que, por supuesto, Hacienda lo sabía y, anualmente,
declaraba).
Estas personas maduras, tan raras,
tan raras, que saborean el saber, que le están sacando sabor al saber, que se
están dando cuenta que el saber es sabroso, que sabe bien.
Estas personas maduras, tan
raras, tan raras, que los jóvenes con los que nos cruzábamos en El Ejido no
comprendían cómo no se estudiaba con la finalidad de aprobar, cómo se podía
hacer morada en el saber y no ser sólo camino para pasar a otro nivel….y, así,
seguir y seguir….
¿Qué tipo de vejez tengo yo o
qué tipo de viejo soy?
¿Qué tipo de vejez tenemos
los que estamos aquí, o qué tipo de viejos somos?
Pero, Maestro –le preguntaron
a Sócrates- Y saber ¿para que?
Saber para nada ajeno al
saber mismo, saber para ser feliz mientras se sabe, saber para saborear la
felicidad.
La sabiduría como estancia
feliz y no como tránsito obligatorio.
La felicidad como un estado y
no como una etapa.
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