Pero siempre creían que la
fertilidad y la esterilidad dependían de Dios y como Jacob amaba intensamente a
la hermana pequeña, Raquel, mientras que Lía no era amada, Yahvé abrió la
matriz de Lía, mientras Raquel era estéril.
Lía sería madre de Rubén,
Simeón, Leví y Judá.
Como Raquel no concebía le
pidió a Jacob que “entrase” a su sierva Bala y que luego pariese sobre sus
rodillas y parió a Dan, luego a Neftalí.
Lía le dio su sierva, Zelfa,
a Jacob y parió a Gad, luego a Aser.
Un día, viniendo Jacob del
campo, le dijo Lía: “entra en mí, pues te he comprado a Raquel a cambio de unas
mandrágoras que traía mi hijo Simeón”, y nació Isacar, y luego Zabulón y,
finalmente, parió una hija a la que llamó Dina.
Luego con Raquel llegaría
José.
De todos es conocida la
costumbre antigua de que cuando moría un hombre sin tener descendencia, su
hermano (el cuñado) tenía la obligación de casarse son la viuda para tener
hijos (sería la ley del “levirato” (“levir = cuñado”) y el primer hijo que tuvieran
se llamaría como el hermano muerto.
Es el caso de Onán (el
hermano del muerto Er) que como no quería concebir con su cuñada, derramaba el
semen en el suelo (“onanismo” o masturbación o autosatisfacción sexual).
Aunque, en realidad, lo que
Onán practicaba con Tamar, su cuñada, era el “coitus interruptus”.
Y como era malo lo que Onán
hacia, Yahvé lo mató.
“Ir con una mujer” es tener
comercio carnal con ella y cuando una prostituta salía de su casa debía llevar
un velo.
En Egipto, José, el hijo de
Raquel, fue vendido como esclavo a Putifar, eunuco del faraón y comandante de
los guardias, y su mujer se enamoraría de José, que era, ya, mayordomo de
Putifar, pero como se negó al comercio carnal con la mujer de Putifar, lo
denunciaría y lo condenarían a la cárcel.
José se casaría con una
esclava egipcia y tendría dos hijos: Manasés y Efraín, de quien saldría la
tribu más fuerte entre las tribus de Israel.
Hasta aquí la sexualidad en
el primer libro del Pentateuco, el Génesis pero también aparece la sexualidad
en los otros cuatro.
El Éxodo es la huida del
pueblo hebreo desde Egipto, donde había estado esclavizado, hacia la tierra
prometida cruzando el Mar Rojo y en el Desierto del Sinaí.
Moisés, tras haber matado a
un egipcio, debía volver, con su mujer, Séfora, y su hijo, por orden de Yahvé,
a Egipto y por el camino Yahvé quiso matarlo.
Entonces Séfora, cogiendo
enseguida un cuchillo de piedra, circuncidó a su hijo y toco el sexo de Moisés
diciendo: “Esposo de sangre eres de mí” y lo dejó Yahvé al decir ella “esposo
de sangre”, por la circuncisión.
Se renueva, pues, la
circuncisión como signo de la alianza de Dios con el pueblo de Israel.
En el Decálogo, de las Tablas
de la Ley que
Yahvé da a Moisés, de los diez mandamientos, en dos de ellos se hace referencia
al sexo: “No cometerás adulterio” (el sexto) y “no desearás la mujer de tu
prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno: nada de cuanto le
pertenece (el noveno)
No al comercio carnal con una
mujer que no sea su esposa, ni su concubina, ni su esclava, ni prostituta (o
sea con cuatro tipos de mujeres, sí, pero con la esposa de otro, no) o de una
mujer con un varón que no es su marido, de donde se infiere que la poligamia no
era adulterio.
Se podía pecar, pues, por
acción, por pensamiento, por deseo, por palabra.
Igualmente es pecado el
bestialismo: “quien se ayunte con una bestia será muerto” y también: “no
dejarás con vida a la hechicera” o “los que ofrezcan sacrificios a dioses
extraños serán exterminados” (Éxodo)
Igualmente, legislación sobre
la esclavitud: “si adquieres un siervo hebreo, te servirá por seis años; al
séptimo será libre, sin pagar nada”, “si entró solo, solo saldrá”, “si entró
teniendo mujer, con su mujer saldrá. Pero si el amo le dio mujer, y ella le dio
a él hijos e hijas, la mujer y los hijos serán del amo, y él saldrá solo. Y si
el siervo dijera que quiere al amo, a la mujer y a los hijos y que no quiere
quedar libre…entonces le perforará una oreja con un punzón y el siervo sería
suyo de por vida”
Las sirvientas eran esclavas
y, en general, pertenecían a la dote que la mujer aportaba al matrimonio.
Lo mismo que ocurría en las
otras civilizaciones, los esclavos eran posesión, propiedad del señor, sin
tener apenas derechos, pues podían ser apaleados, incluso hasta la muerte.
Si muere como consecuencia de
la paliza el amo será castigado, pero si sobrevive a la paliza un día o dos no
deberá ser castigado, porque los ha comprado con su dinero.
Y comprada no sólo para los
trabajos, también como objeto sexual para satisfacer los deseos del amo.
Son muchas las coincidencias
que hay entre el Código de Hammurabi y las leyes hebreas.
En general el esclavo no
recibía mal trato (como tampoco el buey o el asno en la casa del agricultor,
que quiere que sigan vivos para que puedan seguir trabajando).
Y las esclavas bellas ¿cómo
iban a ser maltratadas?
Incluso el amo podía
reconocer al hijo de una esclava como su hijo legal.
La esclavitud era una
necesidad económica y así seguiría siéndolo hasta la primera fase de la
Edad Media.
Y el mismo Jesús nada dijo en
contra de la esclavitud.
Fue en la fase apostólica,
cuando debido al hecho de la conversión masiva de esclavos al cristianismo
cuando la Iglesia
se vio forzada a tomar decisiones.
Ya San Pablo, en Corintios
12.13 abarcó las nociones contradictorias: “Todos nosotros…un solo cuerpo….ya
judíos ya gentiles, ya siervos ya esclavos…” y en Efesios 5. 5-8: “siervos
obedeced a vuestros amos según la carne…como siervos de Cristo que cumplen de
corazón la voluntad de Dios, sirviendo con buena voluntad como quien sirve al
Señor y no al hombre…el Señor retribuirá lo bueno que hiciere, tanto si es siervo
como si es libre”
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