La felicidad nunca está en el
bolsillo de una persona individual. La felicidad es/tiene que ser altruista,
implica a otros.
La felicidad no se arruga ni
encoge, la felicidad es elástica, es expansiva, difusiva, invasiva.
La felicidad da de sí, se
derrama, se difunde o no es felicidad.
Alguien, no sé quién (pero me
da igual, porque las verdades siempre tienen autor, pero nunca tienen
propietario, no son propiedad de nadie. El teorema de Pitágoras, no es de
Pitágoras, es de todos los que nos lo hemos apropiado y lo usamos), digo que
dicen que alguien dijo: “como siga cumpliendo años, llegaré a ser pensionista,
pero yo, jubilado, jamás”.
Pues aquí tienen a uno que
piensa lo mismo y lo dice ante Uds.
A fines o a primeros de mes
voy al banco, como todos Uds. para ver si me han ingresado la pensión.
Porque yo, como casi todos
Uds. soy pensionista.
Pero yo no estoy jubilado.
La prueba de lo que digo es
que estoy aquí, ante Uds. dando cuenta de mi trabajo.
Solemos confundir las
palabras.
Nosotros, ahora, estamos
ociosos. Pero el ocio no es no hacer nada. Eso es la pereza, la madre de todos
los vicios (como decía la enseñanza de la Iglesia ).
El ocio es no tener que
trabajar para ganar un salario (que eso sería el neg-ocio, la negación del
ocio, el tener que trabajar para comer).
El ocio es lo que te permite
destinar todo el tiempo a actividades saludables, placenteras, beneficiosas.
Cuando vamos de senderismo
con un guía, él y nosotros hacemos lo mismo, pero él está neg-ociando, nosotros
estamos ociando.
Lo hacemos porque nos da la
gana, porque nos gusta y porque nos apetece.
A él, a lo mejor no, pero lo
tiene que hacer.
El hombre productivo,
trabajador, tiene sus paréntesis de ocio: los fines de semana, las fiestas, las
vacaciones,… en los que puede destinar el tiempo a actividades que le gustan
(jugar al fútbol en la urbanización, cortar el césped, montar en bicicleta,….),
cosa que no puede hacer en las jornadas laborales.
Para éstos el ocio es una
pausa en su trabajo, para recuperar el aliento, para reponer fuerzas, para
poder seguir trabajando al menos al mismo ritmo.
Nosotros no.
Nuestro ocio ya no es
pasajero.
Nuestro ocio ya es un estado.
“Estamos ociosos” o mejor “ya somos personas ociosas”.
No es que tengamos ocio, no,
vivimos en el ocio, es decir, sin tener que trabajar en lo que, seguramente, no
te apetecía pero que tenías que hacerlo. Ahora, en el ocio, puedes hacer,
porque te gusta, lo que no pudiste hacer cuando trabajabas.
¡Qué suerte, poder hacer lo
que quieres y porque quieres y cuando quieres¡
Tanto el tener que trabajar
como el no poder trabajar, tanto el trabajo obligatorio como el paro
obligatorio, son los dos polos opuestos de una existencia humana sin salida.
Unos porque tienen que
hacerlo, otros porque no pueden hacerlo.
Nosotros somos superiores,
podemos hacerlo, podemos no hacerlo, todo depende de si nos apetece o no.
¡Bienaventurados, nosotros¡
¡Qué envidia debemos de
darles¡
Déjenme que filosofe un poco.
¿Por qué trabaja el hombre?
(Dejo aparte la motivación
religiosa del Génesis de que es un mandato de Dios, como contrapartida o
castigo por haberlo desobedecido al comer la dichosa manzana (y la madre que la parió) y el pecado
de nuestros primeros padres.
Que yo no sé, ya, quién puede
creerse eso).
Filosofo.
Por tres motivos
fundamentales trabaja el hombre. Tres son las motivaciones del trabajo, del
trabajar:
1.-Por motivos externos,
motivaciones externas. Por cobrar un salario para poder comprar lo necesario
para vivir, o para conseguir un premio, o para evitar un castigo.
La fuerza que me impulsa a
trabajar está fuera del trabajo (el salario, el premio o el castigo, las
vacaciones, los incentivos, subir de categoría, pagar la hipoteca, la luz, el
gas,….por todas esas cosas trabajo.
Por motivos externos.
2.- Por motivos internos o intrínsecos.
Trabajar por el placer que produce el trabajo, por la satisfacción que conlleva
el trabajar, por el orgullo de sentirse agente o realizador, autor de esa obra.
Trabajar por el placer de
trabajar en sí, no por algo externo al trabajo.
¿Uds. creen que Picasso
trabajaba por o para ganar dinero?, ¿por motivaciones externas al arte?
Picasso no podía no crear.
Esa era su vida.
El placer de crear, además
obras geniales.
Le preguntaron a Nietzsche:
“Y, ¿Ud. por qué escribe?”. Y decía Nietzsche: “¿Pero Ud. cree que yo puedo no
escribir?
Escribo porque no tengo más
remedio, me lo pide el cuerpo, disfruto, hay una fuerza dentro de mí que me
impulsa a escribir, al tiempo que gozo escribiendo.
No, pues, por motivos
externos.
Pero también hay otro tipo de
motivaciones, ya no en relación con uno mismo (porque cobro, porque me gusta),
sino por los otros. Son las
3.- Motivaciones
transcendentales.
Las que trascienden al sujeto
trabajador, las que están más allá de él.
Ya no por motivaciones
externas.
Trabajar por las
consecuencias de su trabajo para otras personas.
Para satisfacer no ya sus
necesidades, sino las necesidades de otras personas distintas a él.
Esas otras personas pueden
ser sus familiares pero también pueden ser gente no familiar, personas anónimas.
Todos somos testigos de compañeros
que trabajan con ancianos, con inválidos, con niños que padecen cáncer, con
mujeres maltratadas, con personas que viven solas,…..
Y trabajan, gratis, por
ellos, para ellos, no para uno.
Son motivaciones
transcendentes.
Nosotros, los pensionistas,
por motivaciones externas ya, gracias a Dios y a la Seguridad Social ,
NO. Pero ¿trabajar por motivaciones internas y transcendentales? Más que nadie.
Tus hobbys y tu compañía.
Los nuevos aprendizajes,
queridos, por placenteros, sin motivaciones de dinero, por una satisfacción
intelectual o sentimental, para sacarte esa espinita que tenías ahí clavada y
que ahora te la arrancas, por el placer que ello te produce.
O ese trabajar prestando
servicios a la comunidad, a los colectivos necesitados, sin ánimo de lucro, por
solidaridad con los que sufren, y que te llena, que te plenifica.
¡Dios, qué grandeza la
vuestra¡
Esa actividad de voluntariado
da un nuevo sentido, esta vez transcendente, a tu vida, orgullosos, con la
autoestima al alza, viéndose mayores pero considerándose útiles socialmente.
Dicen que una vez, una
persona, se acercó a una cantera y se encontró allí a muchos hombres
trabajando.
Le preguntó a uno; “¿Qué está
Ud. Haciendo?” a lo que el cantero le respondió: “Pues ya lo ve Ud. picando piedra”.
Se acercó al segundo y le
hizo la misma pregunta: “¿qué está Ud. haciendo?”. Pues ya lo ve Ud. ganándome
el jornal para poder comer yo y mi familia.
Preguntado, igualmente, un
tercer cantero, éste respondió, orgulloso, “estoy haciendo una catedral”.
Los tres hacían lo mismo, “picar
piedra”.
Los motivos, sin embargo,
eran distintos.
Esto es lo que me gusta de la
tercera edad, que podemos hacer lo mismo que los trabajadores adultos, pero sin
cobrar, y por motivos superiores, por ayudar, por solidaridad.
¡Bienaventurada edad, la
nuestra¡
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