Hay personas a las que uno ha
admirado, en vida (y cuyo pensamiento sigue admirando, después de muerto) pero
con las que, muchas veces (por no decir “siempre”) no se puede no estar de
acuerdo en todo.
En este caso estoy refiriéndome
a José Luis San Pedro.
“¿3ª edad? Llámame viejo, yo
soy un viejo y vivo mejor que nunca. En este país, en lugar de solucionar los
problemas, se les cambia de nombre”.
Totalmente de acuerdo con la
2ª parte.
Los eufemismos disfrazan,
ocultando, el mensaje real.
Si la empresa quiere o tiene
que despedirme, que me lo comunique, que me lo diga, pero que no me cuente que
“la necesaria reestructuración del capital humano, ante la nueva coyuntura
prevista de expansión de la globalización económica y…bla…bla...bla.
Pero no estoy de acuerdo,
totalmente, con la 1ª parte.
“Viejo” es un término
relativo.
“Viejo” ¿respecto a qué o a
quién?
Recuerdo que mi padre, poco
antes de morir, un mes de agosto de hace varios años, al enterarse de que el
Sr. Valentín, estaba bastante “jodío”, y estaban esperando que de un momento a
otro……dice mi padre:”pero si era aún joven, no era tan viejo como para morirse”
(tenía sólo 85 años, mi padre iba a cumplir 91).
El filósofo, si no el más
visceral, sí uno de los más viscerales, que hemos tenido en España, D. Gustavo
Bueno, en una entrevista, afirma:”El concepto de “3ª edad” es falso, no es más
que un colectivo estadístico, que lo quieren convertir en una clase social.
Es como hacer una comunidad
de rubios y de 1,80
metros de altura.
Por el mero hecho de ser
viejos no hay por qué tenerlo todo en común. Yo siempre me he relacionado con
jóvenes, no veo el motivo de tener que ir ahora con un grupo de viejos a
Benidorm.
La 3ª edad es un producto
típico de la sociedad de consumo y de las sociedades capitalistas.
Se crean Centros de Jubilados
y Residencias, que funcionan como guetos, donde los mayores sólo se relacionan
entre ellos y donde lo importante es tenerlos entretenidos.
De ahí que esta nueva clase
de ociosos se dedique al turismo, a los bailes, a los teatros o a los desfiles
de “la otra juventud”, haciendo, al dedillo, lo que les manda el animador de
turno.
Se produce, por lo tanto una
infantilización y una pseudo-adolescencia, que imitan a los chavales cuando hacen
todas esas actividades.
A mí eso me parece triste.
Aunque también veo algo
positivo en todo esto. Por ejemplo, que gracias a esos viajes, hay gente que
por primera vez en su vida ve el mar (mi abuela, castellana, murió sin haberlo
visto).
Actualmente, la 3ª edad está
convirtiéndose en una clase de rentistas: descansar y consumir, como las clases
ociosas de siglos pasados, donde estaba mal visto trabajar y se dejaban las
uñas largas para que se viera que no rascaban bola….”
¿Sigo?
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