¿UNA RELIGIÓN CIVIL?
Hasta ayer mismo todas las
religiones han sido “religiosas” (de “re-ligación”, de querer volver a estar
“ligado” al fundamento de la existencia, al hacedor de todo lo que existe, a
Dios (llámese como se le llame en todas las religiones).
Estuvimos “ligados”, pecando
nos “des-ligamos” y queremos “re-ligarnos.
En ese contexto
interpretativo la religión es necesaria porque el hombre es, en su esencia, un
“animal religioso”.
Pero en las sociedades
modernas, tecnificadas tras la
Ilustración , han aparecido otros nuevos dioses, humanos, más
a mano.
El Gran Dios al que estamos
ligados y debemos seguir estándolo se llama “Humanidad” y sus mandamientos son
los Derechos Humanos.
Luego hay otros dioses más
pequeños, o más a mano: los hombres, los ideales humanos,…
Hace mucho-mucho tiempo que
leí “Los nuevos dioses”, en 1.980, una obra de fantasía científica, de A.
Vázquez Figueroa, que hoy ya no se nos antoja tan “fantástica”
Los Centros de Salud, los
Hospitales con sus quirófanos, los Centros de Investigación,…están dando
respuestas y solucionando problemas que no ha tanto tiempo era inimaginable.
Las visitas a las iglesias
para pedir a Dios remedio a la enfermedad, propia o de un familiar, ha sido
sustituida por la consulta al Centro de salud, por la radiografía, el
medicamento o la intervención quirúrgica.
Los hombres han sustituido a
los dioses en la resolución de problemas, antes exclusiva de los dioses y
santos.
El “cólico miserere” (léase
“apendicitis aguda”), que causaba un intenso dolor abdominal y acababa en pocos
días con el paciente, hoy no es causa de muerte y el cirujano la extirpa en
cinco minutos.
Hemos bajado de los cielos
todo lo sobrenatural y lo hemos naturalizado.
La creencia ha dejado el paso
a la ciencia, al saber.
Lo que antes eran misterios
los hemos rebajado a la categoría de problemas y ahí estamos, buscando,
sabiendo, comprendiendo y dándoles solución.
Lo lejano lo hemos acercado y
puesto a mano, lo pequeño y antes invisible lo hemos agrandado y cada vez más
estamos ampliando el campo del conocimiento.
Afirma Rudolf Otto que “lo
santo es más que bueno”. Ese “más” es lo “numinoso”.
Lo santo es/ha sido una
categoría explicativa y valorativa que se da, exclusivamente, en la esfera
religiosa.
Lo “numinoso” se sustrae a la
razón, es lo “inefable” (“indecible”, lo que no puede explicarse con palabras,
lo que no puede narrarse o expresarse), lo completamente inaccesible a la
comprensión por conceptos”
(Hasta aquí la cita de R.
Otto)
Y esto es el “misterio”.
Pero a lo largo de la
historia, lo que tantas veces se ha denominado “misterio” no lo era como tal,
sino un simple o complicado “problema” que, una vez bien planteado y con el
método cognoscitivo adecuado le hemos dado una “solución” o estamos en camino
de dársela.
Cada vez huimos más de los
misterios, convencidos de que sólo son problemas ocultos que se nos escapan,
pero sólo de momento.
Tratar con el “misterio” es
más propio de la “mística” que de las religiones.
Cada vez estamos más
convencidos de que “nada misterioso nos es ajeno porque sólo es problemático”.
Pero si estamos creándole, y
cada vez más, un cerco a la ignorancia, también es verdad que pueden
interponerse entre nosotros y la realidad unos intermediarios que, muchas
veces, están interesados en que no veamos las cosas como son sino como ellos
quieren que las veamos.
La “realidad real”, entonces,
no concuerda con la “realidad manipulada” y podría darse el caso de esforzarnos
en ésta y olvidarnos de aquella.
Si el ideal de las
“religiones religiosas” era la búsqueda de Dios y la salvación eterna tras
haber transitado temporalmente por esta vida, las nuevas “religiones civiles”
también tienen sus dioses, por los que uno puede sufrir martirio y entregar su
vida.
Estos nuevos dioses laicos
pueden llamarse “Democracia”, “Libertad”, “Justicia”, “Solidaridad”,…
El gran Dios Laico, al que
respetar, se denomina “Derechos Humanos” y para cumplirlos y hacerlos cumplir,
a la sociedad moderna no le hace falta dios alguno.
Hoy hay “santos y mártires
civiles” como durante toda la historia, hasta hoy (y sigue habiéndolos) “santos
y mártires religiosos” ante una creencia vivida.
En ese hacer visible y
cumplida la puesta en práctica de los Derechos Humanos los ateos y los
agnósticos están tan obligados a partirse el pecho como los creyentes de antes
y de ahora.
Acorde con la sociedad
moderna, los sentimientos, los afectos, se han quedado en este mundo y van
dirigidos a las personas.
Frente al clásico aforismo de
Hobbes; “homo homini lupus”, la nueva religión propone el de “el hombre (todo
hombre) es sagrado para el hombre (para cualquier hombre), “homo homini sacrum”
Hemos divinizado a los
hombres, a todos los hombres, los hemos elevado a la categoría de personas, por
lo que son respetables, son fines en sí mismo y no “medios para” nada ni para
nadie.
Hemos ido más allá del
evangelio: “lo que no hagáis por éstos a quienes veis…”
El nuevo dios laico se llama
“humanidad”.
Dios queda disuelto en los
hombres.
El viejo Dios ha dejado su
sitio a los “nuevos dioses”, a los hombres, no trascendentes, allá arriba, sino
aquí abajo, a mano.
Lo ético, pues, ahora es
“obrar por amor a los hombres”, sin buscar méritos para un premio, ni más allá
de la muerte, ni siquiera en esta vida.
Imperativo categórico, nada
de condicionales o imperativos hipotéticos.
Son pocos los místicos que
han afrontado y apencado con el “misterio” pero son muchos los religiosos que,
convencidos, han creído en él y pedido a los dioses que se les muestre.
¿Es necesaria la “religión
religiosa”?
En otros tiempos la pregunta
estaba demás. El “hombre era un animal esencialmente religioso”
La pregunta era, pues, que
cuál, entre todas ellas, era la verdadera o la más verdadera (aunque calificar
a una religión de verdadera o falsa es aplicar calificativos inadecuados a ese
sujeto, la religión). Las religiones son mejores o peores, más o menos bellas,
más o menos atractivas, más o menos fantásticas o imaginativas, más o menos
poéticas,… pero no verdaderas ni falsas.
Naturalmente, cada creyente
de una religión afirmaba tajantemente que la única verdadera era la suya, como
el único dios verdadero era el suyo, calificando a los dioses de las demás
religiones como “ídolos” y falsas las religiones que los sustentan.
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