viernes, 3 de marzo de 2017

ACOMPAÑANDO A J.L. SAMPEDRO (49) LA RELIGIÓN

SAMPEDRO Y LA RELIGIÓN.
He encontrado pocos textos en que hable de Dios.
Cree, como yo, que los problemas humanos los hemos creado los hombres y somos los hombres los que tenemos que darles solución.
Dios, si existe, no está para estas cosas y, además, no es conveniente meterlo en nuestros líos.
Ante la pregunta sobre religión siempre respondió que rechazaba la existencia de Dios, pero con la biblia en la mano.
“Léanse –decía- los cinco primeros capítulos del Génesis y se va a encontrar con lo siguiente: Primer capítulo, Dios crea el mundo. ¿Y cómo? Hágase la luz, hágase el agua. Apártense los animales de tierra de los otros, y luego llega y hace al hombre.
Pero al hombre no lo hace diciendo: hágase el hombre. No, ahí Dios ya parece un personaje distinto. Otro dios distinto, porque parece que se arremanga y al hombre lo modela Él personalmente. Coge barro y hace el modelo.
Y eso ya es una cosa tan extraordinaria, que cambie de sistema, que te preguntas: ¿y a qué viene ese nuevo sistema?
Luego se queda mirando al muñeco, le ve la entrepierna y dice: “¡Anda! aquí me he pasado, he puesto un adorno que no sé para qué sirve, esto no se puede dejar así”.
Entonces dice, según la Biblia: “¡No es bueno que el hombre esté solo!” Y así decide construir a Eva.
Pero para hacerla busca un material.
Él, que ha creado el universo entero con todos los cientos de miles de materiales que hay, no encuentra ninguno adecuado, ni siquiera el barro del que ha hecho al hombre le sirve para hacer a Eva.
Lo que hace es sacarle al hombre una costilla.
¡Mira qué idea!
Y la modela hasta que se transforma en Eva.
Y bueno, se supone que luego le metería otra costilla dentro al hombre, ya que tiene un número par de costillas.
En fin, es una historia tan inverosímil, tan incongruente, tan absurda, que dices: “pero, bueno, ¿esto a qué viene?
Ah, viene para decir luego que el hombre es un ser absolutamente excepcional, que está por encima del mundo mismo. Porque el hombre tiene alma.
En ese mismo pasaje dice el Génesis que Dios, después de construir el muñeco, insufla el alma por la boca.
Entonces, claro, hay ahí un ser que está por encima del universo porque en el universo nada es inmortal, nada tiene alma, solamente el hombre.
Por tanto, de ahí viene la idea que nos dicen en las escuelas, que el hombre es el señor de la Tierra, Dios creó la Tierra para él, tiene derecho a organizarla, etcétera, de ahí viene todo.
Pero yo eso no me lo puedo creer.
No puedo comprender cómo se acepta un relato tan incongruente y tan inexplicable.
Viene el teólogo y te dice: “ay, hijo mío, ¿cómo quieres comprender con tu limitada inteligencia los fines de Dios?”.
A lo que yo digo: bueno, mi inteligencia será limitada, pero es la que me ha otorgado el mismo Dios.
Si quiere que le comprenda, que me la mejore. Y si no, me conformaré con la que me ha dado. Y con ésta, la forma de crear al hombre y al mundo no me parece razonable.
Además, luego, por si fuera poco, la Iglesia explica una cosa que no se dice en la Biblia, pero que los catecismos clásicos, el del padre Astete y el del padre Ripalda, los que yo he estudiado de niño, dicen: “¿Para qué nos creó Dios? Y en los dos se contesta: “para adorarle, servirle en esta vida y después gozarle en la otra”.
Vamos a dejar por ahora lo de la otra vida.
¿Servir a Dios? Pero bueno, ¿Dios necesita que le sirvan? ¿Es que le falta algo? ¿Acaso necesita algo? Si necesita algo, ¿no lo puede obtener? Siendo Dios, antes de que lo pida, de que se le ocurra siquiera, ya lo tiene ahí.
Y adorarle. ¡Ah! ¿Qué quiere decir adorarle? Que se le esté diciendo repetidamente “¡Grande eres Señor Dios de los Ejércitos, del Cielo, de la Tierra, grande es tu poder, grande es tu grandeza, tu benevolencia!”.
Quiere que estén cantándole todo eso y para eso crea a un personaje tan infinitamente pequeño como el hombre, que es un renacuajo en la inmensidad del cosmos, y Dios se siente tan feliz oyéndole.
Pero bueno, eso es tener una idea de Dios de emperador romano.
Tener una cohorte de aduladores que le diga: “¡Oh, Majestad!”
Pero eso no es propio de un dios. Un dios no necesita que le alaben.
La llamada religión católica es realmente una religión judeocristiana, la mayor parte de la Biblia es de inspiración judía.
Después viene Cristo, cuya figura es discutible, pero todo eso es una mitología. Igual que la mitología griega con Zeus y Hércules.
Eso lo definió muy bien Freud, al afirmar que las religiones son “delirios colectivos”.
Y, en efecto, son delirios colectivos, lo mismo que son delirios colectivos ciertas ideologías políticas y ciertas maneras de entender la utopía, lo mismo que son delirios colectivos ciertos movimientos artísticos que si consigues que la gente se los crea, se traga lo que sea”.

Hasta aquí, Sampedro.
Pero yo podría añadir que si hubiera leído más versículos del Génesis hubiera comprobado las dos versiones (y no una): en una Dios crea a Adán y, luego, de su costilla fabrica a Eva, pero en la otra versión dice que “Dios creó al hombre, varón y mujer los creó”.
Pero si llegara un teólogo nos llamaría “ignorantes” por interpretar literalmente la Biblia….
Pero la Iglesia hizo mucho mal a niños, como él y como yo, al obligarnos a repetir el Astete o el Ripalda y sin poder dudar, ni preguntar, ni…ni…
El nacional-catolicismo no había quien se lo tragase, pero ¡pobre de aquel que se atreviera a manifestarlo en público y llevarle la contraria.
El certificado de buena conducta era necesario para casi todo y, sobre todo, el cura era el que los expedía.
Etc…etc…etc…


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