lunes, 30 de diciembre de 2013

5.4.- LA POLÍTICA


 
“Política” viene del griego “polis” = ciudad o, mejor, “ciudad-estado”.

Como todo estado pues la polis griega tenía sus instituciones legislativas, ejecutivas o de gobierno y judicial.

Las polis griegas eran, pues, “autónomas”, “autárquicas” y “autosuficientes”, aunque después,….

Cada ciudad era “polis”, lo que significa que había tantas formas de gobernarse como polis.

Sin embargo, la polis por excelencia, era Atenas. Cuna del saber y de la democracia.

Es, pues, un invento griego cuando todos los hombres libres tuvieron la oportunidad de intervenir activamente en la vida común.

En las reuniones de esos hombres libres se trataban los problemas de la ciudad y modos de resolverlos, buscaban el bienestar de todos, entre todos se tomaban las decisiones y lo decidido en asamblea tenía fuerza vinculante para la autoridad construida, que debía ponerlo en práctica.

Sólo los hombres libres eran los que intervenían y gestionaban los asuntos públicos pero, en el conjunto de la polis, eran minoría, ya que también vivían en ella los esclavos, los metecos o extranjeros domiciliados y los periecos o sometidos.

A tener en cuenta que ni las mujeres, ni los muy ancianos, ni los niños intervenían en las asambleas decisorias, lo que quiere decir que no más de un 15% de personas eran los “políticos”.

El gobierno de la polis es un proceso degenerativo desde la Monarquía (la mejor) que cuando degenera pasa a manos de una Oligarquía (los más ricos) para degenerar en el gobierno de todos (Democracia) la cual acabará degenerando en Demagogia o caos social.

Pero, cíclicamente, saldrá alguien excepcional que tome el poder (Monarquía) que, a su vez, degenerará….

El interés de Platón por su polis, Atenas, es lo que le llevó a fundar la Academia, primer centro de estudios políticos donde se formaron gobernantes para toda Grecia.

Los planes de Enseñanza/Educación que propone en La República, con unos procesos selectivos para poder pasar de nivel hasta llegar al último, el de los filósofos-gobernantes es digno de admirar.

La enseñanza/educación era común a niños y niñas, aunque éstas, posteriormente, lo abandonaban y se instruían en las labores típicas de la mujer, en lo que, con el tiempo, se denominaría “sus labores” (casa, cocina, niños, mercado,…), administración de la casa.

Los niños que no pasaban el primer grado selectivo quedaban en el nivel social de artesanos o trabajadores, que serían los encargados de “alimentar” a la polis.

Los que pasaban la selección se instruían en Ciencias que tuvieran que ver con los números.

Tras el posterior proceso selectivo, los que no lo superaban, se quedaban en el segundo nivel o clase social, el/la de soldados o guardianes o guerreros o /militares,.. a cuyo encargo quedaba “la defensa” de la polis, tanto de enemigos internos como de enemigos externos.

Los que superaban el corte de selección se preparaban, teórica y prácticamente, para dirigir la polis hacia el bien común. Era la clase más alta, la de los gobernantes o filósofos.

Toda su teoría política se muestra tanto en La República como en la posterior y menos ideal, más pragmática, Las Leyes.

Esa polis o ciudad ideal debe construirse a imagen del hombre y como en el hombre hay tres almas o tres funciones del alma con residencia o localización en una parte del cuerpo (alma racional-cerebro, alma irascible-pecho y alma concupiscible-abdomen) debe haber tres clases sociales.

Que nadie crea y admita que así se gobernaba y se vivía en Atenas. Toda esta estructura ideal es una utopía, de cómo debería ser una polis perfecta. No es una descripción de Atenas. Todo es muchos más imperfecto, tanto en el hombre como en la polis.

Pero esta sociedad ideal, integrada por clases sociales, con sus funciones correspondientes inspirará la organización estamental de la Europa Medieval y Moderna.

En Aristóteles las Ciencias Prácticas estudian al hombre como individuo (Ética) y como ciudadano (Política) y, siguiendo la tradición griega, la Ética queda subordinada a la Política. La polis está por encima de tanto la familia (Economía) como del individuo.

Sólo en la polis el hombre puede realizarse y actualizar (poner en acto) todas las potencialidades que encierra (tiene en potencia). Las demás instituciones le vienen cortas. Porque el individuo es, sobre todo, una parte de la polis.

El ciudadano se realiza plenamente cuando su vida es útil para sus conciudadanos, para la prosperidad de la sociedad en que vive.

A su vez, la polis alcanza su plenitud cuando educa a todos sus ciudadanos por medio de leyes, usos y costumbres.

Al respetar esa normativa común el hombre no obedece a otro hombre sino a la misma razón, manifestada a lo largo de los siglos.

Aristóteles, como cualquier griego de su época, considera a la mujer inferior al varón, admitiendo, además, la esclavitud, como “algo natural”.

“La naturaleza ha hecho a unos libres y a otros esclavos”

Lo que ha supuesto siempre y su pone una merma o mancha en su pensamiento social con tan elevada racionalidad en su filosofía.

¿Cuál es la mejor forma de gobierno? Pues depende de cada polis (de su número de habitantes, de su ubicación, de su economía,…

Las formas de gobierno son puras cuando buscan el bien común de la polis, gobernando Uno (Monarquía), Varios (Aristocracia, los mejores) o Todos (Democracia, el pueblo).

Serán impuras cuando busquen intereses privados en vez del Bien público y degeneran en Tiranía, Oligarquía y Demagogia.

Si hubiera Una persona excepcional, o si hubiera VARIAS,…la cosa quedaba clara, ellos gobernarían, pero como estas condiciones no son frecuentes, lo mejor suele ser un régimen mixto: democrático en las instituciones inferiores, aristocrático en las minorías selectas y monárquico en el poder supremo.

Después de Atenas llegaría el período Helenístico de Alejandro Magno.

Posteriormente Roma y su Imperio.

Y en el siglo V, caída del Imperio Romano de Occidente que queda en poder de los grupos bárbaros.

Es cuando comienza el poder de la Iglesia como Institución, que ocupará toda la Edad Media, hasta el Renacimiento y la Época Moderna.

Las clases sociales medievales serán tres: los que trabajan, los que rezan y los que guerrean.

La Iglesia detenta, en la práctica, los dos poderes: el poder religioso y el poder civil.

La teoría vigente de que “el poder viene de Dios” pone en evidencia que el poder religioso lo tiene por donación de Dios y el poder civil tiene que pasar por el reconocimiento y visto bueno de la Iglesia, por lo que, en la práctica, ella quita (con excomuniones) y pone (con coronaciones) el poder civil en manos del Rey o del Emperador.

La Edad Media es un período geocéntrico. Todo (la vida, la política, la economía, la ética, la familia,….) pasa por una concepción religiosa, geocéntrica.

Hasta el siglo XIV en que con Guillermo de Ockham va a romperse ese monopolio y, poco a poco, a través de una nueva clase social, la burguesía, la sociedad va a pasar a ser antropocéntrica (Renacimiento y Época Moderna).

Por si esto fuera poco la Iglesia, que en sus primeros momentos coincidía con los límites del Imperio Romano, perdió, desgajándose, todo el Imperio Oriental, con capital en Constantinopla (posteriormente Bizancio) con una religión ortodoxa y una cultura bizantina.

Con sólo dominio, durante la Edad Media, de la parte Occidental del Imperio, comienza a romperse desde dentro, con Lutero y la Reforma, que logra, con apoyo de la burguesía alemana, separarse de Roma.

Sólo le quedaba a la Iglesia Romana el dominio del cuadrante sur-occidental del Imperio.

El Regalismo, los nuevos estados, el triunfo de la Ciencia, la Revolución Francesa, La Ilustración, la Diosa Razón, La democracia,… secularización creciente.

Si analizamos nuestro siglo XXI comprobamos que nuestra concepción de la política está determinada por nuestra herencia greco-latina.

La política, hoy, es “el arte de tomar (llegar) al poder, de conservarlo (si ya se tiene o de intentar conseguirlo si se está en la oposición) y de utilizarlo”.

Pero también es “el arte de compartirlo”, porque no hay otra forma de conquistarlo que apoyándose en grupos sociales.

La verdad es que la Política es por defecto, porque si lo que reinase entre los hombres fuese la Ética sobraba toda la Política, sobraban las leyes, la policía, los tribunales, el ejército,….

Pero como esto es una Pura Utopía, porque los hombres son hombres y no ángeles, es por lo que hace falta la Política.

Si la Ética nos dice que debemos ser justos y todos y cada uno lo fuéramos ¿para qué iba a hacer falta la Política?

Pero como eso nunca ha sido, no lo es y, a no ser hipotéticamente, nunca lo será, de ahí la necesidad de la Política, que va más allá de la Ética y que te sanciona si no eres justo.

La política no es el reino de la moral, ni del amor, sino el ámbito de los conflictos de intereses que han de ser resueltos de forma pacífica...

Si la obligación Ética pretende validez universal (para todos los hombres, en todos los sitios, en todas las épocas,…) la Política se ciñe a lo particular (esta sociedad, aquí, ahora,…).

La Ética nos dice que “todo hombre tiene derecho al trabajo” y la Política pretende evitar el desempleo y crear puestos de trabajo para que se realice ese derecho que todo hombre tiene. Ella es la que proporciona y pone en funcionamiento los mecanismos para combatir el desempleo.

La Paz es un ideal Ético, y todos deseamos que entre palestinos e israelíes reine la paz y cada uno reconozca al otro como país, pero esa paz sólo puede conseguirse con negociaciones políticas. De la noche a la mañana ninguno de ellos sufrirá un ataque de Ética y reinará la paz. Como no se dará, de la noche a la mañana, milagrosamente, los puestos de trabajo.

El “hombre es social por naturaleza”, es verdad. Pero también es verdad que es “egoísta por naturaleza” (y no sólo “egocéntrico”, como el niño).

Es lo que Kant llamaba “la insociable sociabilidad del hombre”, lo que hace que no pueda prescindir de los demás ni renunciar enteramente a sus deseos.

Y ponía Kant el ejemplo de los árboles de una alameda, su competitividad entre ellos para llegar más alto con sus ramas para tomar la luz del sol, siendo los árboles más rectos, mientras los del exterior de la alameda son los más retorcidos y los más bajos, porque no tienen que esforzarse para tomar la luz del sol.

Por esta razón necesitamos la política.

         .- Para que los conflictos que surjan entre los hombres se resuelvan sin violencia.

         .- Para que nuestras fuerzas se sumen, en lugar de oponerse y contrarrestarse.

         .- Para librarnos de la guerra y del miedo a la barbarie.

         .- Porque no somos enteramente ni sabios, ni justos, ni buenos, ni solidarios, pero queremos serlo, por eso necesitamos, también, un Estado.

La política es “la gestión pacífica de los conflictos, de las alianzas y de las relaciones de fuerzas”

Es, pues, “el arte de vivir juntos en una misma ciudad y en un mismo Estado, con gentes que uno no ha elegido sino con las que se ha encontrado y que, muchas veces, son nuestros rivales, tanto o más que nuestros aliados.

Lo que supone compromisos, acuerdos para zanjar los desacuerdos, enfrentamientos pero regulados por leyes, una lucha por el poder y, sobre todo, la aceptación de una autoridad común.

De otra forma sólo habría violencia, que es, precisamente, lo que la política trata de evitar.

La política es la única paz posible, y esto dice todo sobre su grandeza (otra cosa son los políticos y su forma de hacer política).

Sin un poder legítimo no hay política, sino violencia del más fuerte.

Queremos un poder que garantice la convivencia pacífica y, para eso, le obedecemos libremente.

Si hacemos política es para ser libres, para proteger nuestras libertades fundamentales. Ella es la garantía no un obstáculo.

¿Alguien desearía vivir completamente solo, o en guerra permanente de todos contra todos? ¿”Una vida solitaria, menesterosa, penosa, casi animal y, además, breve” –como dice Hobbes?

Por eso es mejor una autoridad común, una ley común, un Estado: es mejor la política.

Nos equivocaríamos si viéramos la política como una actividad secundaria y despreciable, pues la verdad es lo contrario: ocuparse de la vida en común, de los destinos de una comunidad humana, es una tarea esencial en la que nadie, en menor o en mayor grado debe desentenderse, a pesar de que los políticos, muchas veces, a ello nos inciten con sus comportamientos tan poco ejemplares.

 No participar en la política, en la medida de las posibilidades de cada uno, es un gran error y una irresponsabilidad.

Es verdad que, en nuestras democracias, es imposible la participación directa en ella de una gran mayoría de nosotros, pero sí es posible, es real, la participación indirecta y efectiva en ella, colaborando en instituciones económicas, artísticas, culturales, deportivas, benéficas, asistenciales,…

Sólo así se favorece lo que debe ser toda sociedad: un ámbito pacífico de colaboración común; un conjunto de personas que, lejos de ser títeres del Estado, son capaces de organizarse con inteligencia y libertad.

Sólo esa libre asociación, esa creación de instituciones intermedias entre el individuo y el Estado protege a los particulares, pues hace imposible la omnipotencia del Estado.

Las personas, al unirse entre sí y dar lugar a la sociedad, no son simples súbditos o sujetos pasivos de los poderes estatales.

Tienen, por el contrario un papel activo que se concreta en forma de derechos políticos y deberes cívicos.

La libre asociación y creación de instituciones es un derecho y un deber ciudadano, una protección frente al peligro de un poder burocrático, impersonal y arbitrario.

En este sentido los medios de comunicación desempeñan un relevante papel político cuando defienden un espacio público libre para el debate.

Al permitir la expresión de la opinión pública ejercen un eficaz y deseable control de la autoridad.

Y todo ello, a pesar de la mala imagen dada de los políticos de primera fila, los que están en puestos claves y significativos.

Habría que modificar la ley electoral para poder elegir a los que, realmente, consideremos dignos y capaces de representarnos en los órganos decisorios del Estado y no, como hasta ahora mismo, que tenemos que elegir, por listas cerradas, a personas con las que discrepamos pero que es el partido de turno quien lo decide.

“Si quieres votar este programa, tendrás que elegir a estos candidatos, y por orden de lista”.

Votar o no votar, esa es la cuestión. No votar a ese o al otro.

Un modo de mecanismo imperfecto sin tener que rendir cuentas ante sus votantes, constantemente.

Y así, cada cuatro o menos años.

Esto es lo que, muchas veces, desanima.

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