No hay otro camino: ActosàHábitosàSer.
Alguien
realiza Actos buenos y/o justos, los Repite constantemente hasta que se
acostumbra a hacerlos de manera inconsciente y, llegando a adquirir ese Hábito
de obrar bien y de manera justa, se Hace/se Convierte/ES un hombre bueno, una
persona justa.
Es
lo que ocurre en el deporte, en la música, en los idiomas,…y, también, en la
“vida buena”
Cuando
se consigue el hábito y éste se instala en ti ya no te acuerdas de todos los
movimientos que has tenido que hacer, aprendidos conscientemente, antes.
La
repetición de un mismo acto cristaliza en un tipo de conducta estable y fácil a
la que llamamos Hábito.
Gracias
a los hábitos no estamos condenados, desde que nos levantamos de la cama, a
repetir los actos, conscientemente.
El
hábito conserva la posición ganada con el esfuerzo y/o sudor de los actos
precedentes.
El
hábito es la victoria ganada con los actos anteriores. Sin ellos la vida sería
imposible al tener que empezar desde 0, desde abajo, cada momento. Moriríamos o
nos suicidaríamos por agotamiento o por aburrimiento.
Hablamos,
ahora mismo, de manera fluida el castellano, y sin gran esfuerzo, pero
imaginaos si tuviéramos que hacerlo, ahora, con el chino, el ruso, el coreano o
el árabe.
Pues,
lo mismo que ocurre con todos estos ejemplos, ocurre con la Ética.
Decía
el viejo Aristóteles que sería inútil saber lo que está bien y no saber cómo
conseguirlo, de la misma manera que no nos conformamos con saber en qué
consiste la salud, sino que lo que queremos es estar sanos.
Y
no hay otro secreto, para afianzar una conducta, que la repetición.
“Los
hábitos no son innatos –dice Aristóteles- sino que se adquieren por repetición
de actos (cosa que no vemos en los seres inanimados, pues si lanzas hacia
arriba una piedra 10.000 veces, jamás volverá a subir si no es lanzada de
nuevo”.
El
hombre, junto a su naturaleza biológica, recibida por nacimiento, es capaz de
adquirir una “segunda naturaleza”, una “forma de ser que permanece”.
Y
ésta se consigue porque el hombre es libre para realizar “esos” actos, pero
también es libre para realizar los contrarios. He ahí su ventaja y he ahí su
peligro.
Actos
justos o injustos, veraces o mentirosos, reflexivos o precipitados, amables o
violentos,…y así, de una forma o de la otra, iremos tallando nuestra “segunda
naturaleza”. Uno será una persona, justa, amable, reflexiva,….. y otro será
injusta, violenta, precipitada,….
Los
primeros serán “virtuosos”, mientras que los segundos serán “viciosos”.
Pues
así define Aristóteles a las virtudes y a los vicios: “HÁBITOS DE OBRAR BIEN” y
“HÁBITOS DE OBRAR MAL”. Modos de ser perfectivos y modos de ser defectuosos,
pero de esa “segunda naturaleza”, ya que la “primera” la tienen desde el
momento mismo de nacer, serán “defectuosas”, pero serán “personas defectuosas”
y, en cuanto personas, total y absolutamente, respetables, aunque no sean
dignas de alabanza, sino de vituperio y no ejemplares.
Todos
hemos oído el dicho: “una golondrina no hace verano”, pues apliquémoslo a los
actos.
Quien
siembra actos, recogerá hábitos y estos hábitos engendran el carácter, la forma
de ser, la “segunda naturaleza”, que, unida a la primera, da lugar a lo que
somos.
Y
todos sabemos que cuando menos trabajo cuesta adquirir los hábitos (de hablar
un idioma, de practicar un deporte,…o de drogarse, alcoholizarse, ser
violento….) es, desde cuanto antes, mejor.
“No
es que tenga poca o mucha importancia, Tiene una importancia absoluta”
–Aristóteles dixit.
Los
enseñantes sabemos que si los hábitos perfectivos o virtudes no arraigan
pronto, la personalidad del niño/púber queda a merced de sus deseos.
Los
enseñantes, desde siempre, sabemos la importancia fundamental de que el alumno
adquiera el “hábito del estudio”, que es más que estudiar, como el hábito de
correr en bicicleta no es montarse en ella para dar un paseo los fines de
semana.
Pero
uno puede no querer ser ciclista, lo que no puede/no debe querer es renunciar a
la perfección de su ser como persona.
El
que realmente quiere un fin, también debe poner los medios para ello, de lo
contrario no será “querer”, sino “desear”.
Quien
sólo “desea” sólo quiere el fin. El que “quiere” sabe que también debe poner
los medios y acostumbrarse a ello.
“Yo,
como estaba hecho al vino….” –dice el Lazarillo de Tormes. Y es que, cuando
cristaliza un hábito peligroso (un vicio)…Y no es que sea imposible erradicarlo,
no, pero es muy difícil, cada vez más difícil, cada vez cuesta más, aunque sea
posible.
El
vicioso no es que se haya convertido en “impotente absoluto”, es “impotente
temporal real”, pero “potente futuro”. Con gran esfuerzo, propio o con ayuda
externa, puede salir de él.
Pero
estamos acostumbrados a responsabilizar de nuestra impotencia a los demás (a la
sociedad, al ambiente, a las malas compañías, a la televisión,… porque de esa
manera, tan fácil, podemos “justificar” nuestra impotencia.
El
“impotente o vicioso” es el principal responsable de su vicio o impotencia.
¿A
quién demonios voy, yo, a echarle la culpa de mi “vicio de escribir mal, con
los dos dedos corazones, uno de cada mano y darle al pasador sólo con mi dedo
pulgar derecho”? ¿Por qué mis hijas no tienen ese “vicio”?.
Cada
uno es responsable de lo que es, y yo, por no haber repetido el tecleo, con el
método ciego, sin mirar, y practicar y practicar….
Otra
vez Aristóteles: “a fuerza de cometer injusticias o de pasarse la vida bebiendo
y en cosas semejantes, cuando en sus manos estaba no haber llegado a lo que
ahora es”.
Ante
de morir, Kurt Coubain declaraba: “no quiero ser adicto, no quiero
autodestruirme, pero la heroína es tan poderosa como el diablo, es lo más
adictivo que he probado nunca. No quiero volver a probarla, pero no puedo
evitarlo. Me vuelvo loco”.
Sí
puede evitarse. No es fácil. Hace falta una firme voluntad (no sólo desearlo) y
ayuda externa. Y se sale.
Oímos
“es una mujer virtuosa” y, como automáticamente, la calificamos de “religiosa,
beata, estrecha, cohibida, recatada,…” y nada más lejos de la realidad.
Mireia
Belmonte o Rafa Nadal, como Goytisolo o J. A. Marina, como Barraquer o
Tanaka,…. Son personas “virtuosas”, aunque nada sepamos de su vida privada.
“Virtud”
proviene del latín “virtus”, que significa “dominio, fortaleza, poder, valor,…)
lo que son las personas mencionadas, que “dominan perfectamente una actividad”
sea la natación, el deporte, la escritura,…
El
hijo de mi amigo Jesús, Tito, es un “virtuoso del piano”, como otros lo son de
otras actividades (el balón o el golf)
La
sociedad siempre ha descansado sobre las espaldas de los “virtuosos”, que
sirven de ejemplos a imitar y por los que la sociedad avanza y progresa.
Además,
es curioso que, nadie es como quisiera ser. Todos quieren ser más u otra cosa.
Yo disfruto con mi actividad filosófica, pero siempre he sido (no sé si sigo
siéndolo) un matemático frustrado. Quizá, por eso, la parte filosófica que más
me gustaba era la Lógica Matemática.
Somos
fuertes, duros, en el querer (más bien, desear) pero blandos y débiles ante las
presiones del bien vivir, del dinero, del poder, del status social,…
Y
no es que no queramos, es que no lo queremos a fondo, lo queremos pero sin
fuerza, que es una manera de no querer.
El
que no quiere fumar, pero fuma, es porque su voluntad es débil.
Sin
servir de ejemplo para nadie, quien esto escribe dejó de fumar “por la cuestión
sexual” = “porque me salió de los coj…” y aquí, estoy, 20 años de no fumador y
sin ser furibundo con los fumadores.
(Mi
seminario del Instituto era el “perdedero de fumadores”, cuando se prohibió
hacerlo ni en la Sala de Profesores).
Ese
“querer pero no querer”, ese “querer sin querer” es algo muy típico humano, pero no es un
defecto constitucional, ni una incapacidad natural, ni una ineptitud, sino una voluntad débil para no querer
erradicar esos defectos,
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