Empresarialmente las partidas
destinadas a personal son distintas a las destinadas a material. Marx los
llamaba “capital variable” y “capital constante” (siendo el primero el único
que creaba plusvalía al empresario).
El trabajo personal no
debería llamarse mercancía ni debería hablarse de “mercado de trabajo”, como si
fuera un “mercado de objetos y/o cosas”, aunque, en otros modos de producción
los esclavos o los siervos eran computados como animales, con su “mercado de
esclavos” (véase la composición de la familia para Aristóteles).
Mientras los animales eran
considerados como máquinas (mecanicismo) en la tradición cristiana de filiación
católica, en los países de influencia protestante los animales han sido
tratados como si fueran personas. Hoy existen sociedades protectoras de
animales y frentes de liberación animal.
Persona es, pues, opuesto a
cosa y a animal, y muy cercano al concepto de “hombre”. Pero en nuestra cultura
cristiana ha “personas no humanas” (las personas divinas de la Trinidad, las
personas angélicas o diabólicas, las personas extraterrestres), por lo que
“persona humana” no es redundante. Igualmente hay seres o cosas que son
humanas, pero no son personales (una máquina, un mueble,.. en general, la
cultura objetiva es humana, pero no es personal).
El hombre recibe una
determinación importante cuando se le considera como persona. No es lo mismo
“hombre” que “persona”, como no es lo mismo “hombre” que “ciudadano” (el que
vive sólo en una isla, Robinson).
Decimos “hombre de las
cavernas” (no “persona de las cavernas”). “Hombre” es más genérico, lindando
con el mundo zoológico, mientras “persona” es más específico, en contacto con
los valores morales, jurídicos, éticos.
Incluso la “persona” funciona
como un pronombre gramaticalmente impersonal: “cuando la persona iba en
dirección a….”.
“Persona” es un concepto
sobreañadido al concepto de “hombre”. “El hombre sostiene muchas personas”
–dice un refrán, es decir, el hombre desempeña muchas máscaras o papeles (un
mismo hombre es empresario, delincuente, padre, conductor, peatón, cliente,
cotizante,…
“Persona” era la máscara o
careta que usaban los actores de la tragedia griega “prósopon”); para hablar
(per-sonare) (latino), la “persona” o máscara cubría la cabeza del actor. Por
su parte anterior representaba el “personaje”, por la parte posterior llevaba
una peluca.
La vida se compara, a veces,
a una representación teatral y a la tierra con un escenario. Los hombres viven
una vida humana porque representan un papel, acaso escrito por Dios y, en
cuanto actores, deben llevar esa máscara y representar bien su papel.
Un mismo hombre, con sus
distintas máscaras, hacía distintos personajes.
(Entre paréntesis, ¿vivimos
todos, necesariamente, ocultos tras nuestras máscaras, de tal manera que ni nos
damos a conocer a los demás, ni llegamos a conocernos a nosotros mismos? ¿Es la
sociedad una gigantesca mascarada? ¿Es el hombre únicamente el conjunto de sus
máscaras, detrás de las cuales no hay absolutamente nada? ¿Cuál es nuestro
verdadero rostro?
El concepto de “persona”, tal
como se utiliza en filosofía, surgió en el ámbito de la teología cristiana, en
el contexto del dogma de la Trinidad. Fue Tertuliano (siglo III) el primero que
utilizó la fórmula “Una substancia (divina) y tres personas”
Un solo Dios (monoteísmo)
pero tres personas distintas, que son dios, pero que no son tres dioses, sino
uno solo”
(Digo yo que algo así como el
concepto de “triángulo” (uno sólo) pero que pueden ser equiláteros, isósceles o
escalenos, distintos triángulos, pero igual de triángulos, con el mismo
concepto de triángulo. Estoy seguro que si lee esto un teólogo me llama de todo
menos bonito, ignorante,…)
No se superponen los
conceptos “hombre” y “persona”.
En el derecho romano, los
esclavos eran hombres, pero no eran personas. Hoy decimos que todo hombre es
persona, y que persona es la persona humana, y que los Derechos del hombre son
los de los hombres en cuanto personas.
El concepto de “persona”
surge (como ya hemos dicho) en el frente TEOLÓGICO de la tradición cristiana, a
partir del Concilio de Nicea, (cuando el Cristianismo pasó a ser la religión
oficial del imperio (de lo contrario habría sido una secta gnóstica o judía
entre las otras mil sectas del helenismo), en referencia a la Trinidad, y las
dos naturalezas, la divina y la humana, en una sola persona, Jesús.
A Boecio se le debe la famosa definición que rigió a lo largo de
toda la historia de la filosofía escolástica: “persona est naturae rationalis
individua substantia” (“persona es la substancia individual de naturaleza
racional”)
Posteriormente está el frente
JURÍDICO, de la tradición del Derecho Romano, en referencia a los derechos y
los deberes. Así como el punto geométrico es la intersección de dos rectas, la
persona es el sujeto de derechos y deberes. Así como el punto no es una entidad
previa por el que pueden pasar infinitas rectas, la persona no es una entidad
previa a esos derechos y deberes. No hay, primero, una persona individual a la
que, posteriormente, la dotemos de derechos y deberes, sino que es al dotar al
sujeto de derechos y deberes como lo constituiremos persona.
(También hay persona
jurídica, colectiva o social (una empresa, una sociedad, un sindicato, un
ministerio), (conjunto de personas), no individuales)
Finalmente, el frente
ANTROPOLÓGICO (biológico-médico (desde los humores hipocráticos hasta el
temperamento y los biotipos anatómicos de Kreschmer), antropológico-etnológico,
psicológico-etológico (el carácter, el E –E, A –A, Primario-Secundario,
introversión-extroversión), el psicoanálisis de Freud: yo-ello-super-yo),
ambientalismo vs genetismo) el único frente de acceso científico
Obvio es recordar que
“criticar” no es destruir, descalificar, pisotear, echar por tierra,… sino que
es “clarificar”, echar luz para ver claro (criticar es cribar, discernir).
Si vamos por la calle y le
preguntamos a la gente qué entiende por “persona” comprobaremos la cantidad y
calidad de la infinidad de respuestas. Lo que quiere decir que el concepto de
persona (la concepción mundana de persona) es algo muy confuso.
Otra cosa es si se lo
preguntamos a los científicos. Descartemos la pretendida neutralidad y mera
constatación de las concepciones científicas de la persona.
Las concepciones científicas
suelen ser “reduccionistas”, en el sentido en que cata tipo de ciencia que se
enfrenta con el concepto de persona reduce a ésta a esa concepción científica,
ignorando o criticando a las demás. Sea la biología, la etología, la química
orgánica,…. “La persona no es más que….o sobre todo es….” y todo lo demás son
añadidos.
Cada tratamiento particular
de la persona se erige en “el tratamiento fundamental”.
Igual que el concepto base de
la Biología es el concepto de célula, o el sistema termodinámico en Física,
imaginemos que se toma como estructura base de la persona los hemisferios
cerebrales, o los factores intelectuales, o la Gestalt, o el inconsciente
Freudiano, o como un sistema abierto.
El Psicólogo sobreentiende
que los aspectos jurídicos, sociales, religiosos,…. de la persona tienen un
fundamento psicológico.
Pero lo misma dirá y pensará
el etólogo y su “comportamiento animal” como base y todo lo demás…
¿Y qué decir del
creyente-religioso? Preguntémosle a San Agustín o a Santo Tomás qué es lo
fundamental de la persona.
El juez declarará culpable a
un asesino siempre que los peritos psiquiatras diagnostiquen su plena
capacidad, a pesar de que habrá sociólogos o psicólogos que afirmen que la
responsabilidad (y, por lo tanto, la culpa) hay que atribuírsela al medio
social en que vive o que lo troqueló en su infancia.
¿Y qué decir del tratamiento
filosófico de la persona?
Partiendo de que la Filosofía
es un saber de “segundo grado”, es decir, un saber que se apoya sobre otros
saberes previos (mundanos o científicos) se tiende a asignar a la filosofía el
papel de “síntesis totalizadora de los tratamientos particulares”, científico o
mundano.
Pero esta síntesis filosófica
tampoco es/tiene que ser neutral, de hecho suele tomar partido entre los
diversos planteamientos parciales, mostrando que uno de ellos es el tratamiento
fundamental.
La filosofía, así, suele
hacer un recorrido expositivo por todos los tratamientos (de cualquier tipo)
para, al final, sintetizar, de una manera o de otra, dando “su filosofía”.
Considerar la persona como
“substancia” aristotélico-escolástica (como un compuesto hilemórfico), o como
“conciencia” cartesiana (“res cogitans” (alma) unida accidentalmente a la “res
extensa” (cuerpo).
La persona humana, como
sujeto de derechos y deberes se extiende universalmente, en nuestro siglo, al
menos teóricamente, a la totalidad del género humana.
Todos los individuos humanos,
cualquiera que sea su raza, su sexo, su nación, su clase social, su cultura, su
religión,…. son personas y se consideran iguales en cuanto a sus Derechos y
Deberes fundamentales.
La condición
universal-trascendental de persona está reconocida, en el plano jurídico, por
las más diversas constituciones, así como por la Carta de las Naciones Unidas.
La idea de persona ha
cristalizado explícitamente en nuestra época. Teóricamente. Porque está en
flagrante conflicto con la realidad.
Un conflicto entre “o que
debe ser” y la realidad, “lo que es”. Este “deber ser”, esta norma, es
relativamente reciente y puede esperarse que en un futuro, más o menos
lejano, una vez removidos los obstáculos
presentes (llámese Estado, Clases sociales, Religión, Moralidad, Tradición…)
llegue a establecerse la identificación entre la condición humana (ser hombre)
y la condición de persona (ser persona).
El conflicto puede ser, en
segundo lugar, no coyuntural, como el anterior, sino intrínseco. Un ideal, como
utopía, nunca alcanzable, porque la consideración de persona, a todos los
hombres, es sólo un concepto ideológico al servicio de intereses más concretos
(le interesa al capitalismo que todos los hombres sean personas para, así,
poder contratar mano de obra colonial barata).
¿Pudiera ser que el conflicto
fuera intrínseco (no coyuntural) pero no utópico o ideológico?
Gustavo bueno hace una
comparación o símil entre la dirección virtualmente recta de un proyectil y la
trayectoria efectiva que ese proyectil sigue, debido a que con la inercia se
componen fuerzas centrípetas, siendo la trayectoria elíptica o parabólica la
resultante de esa composición.
¿Diremos que la dirección
rectilínea del proyectil es utópica porque no se cumple por ningún móvil
efectivo, o bien que ese incumplimiento es coyuntural y que llegará un día en
que los proyectiles caminen indefinidamente siguiendo líneas rectas?
La hipótesis es absurda. Lo
que ocurre, simplemente y realmente, es que el cumplimiento de la inercia
rectilínea es dialéctico, es decir, que está cumpliéndose simultáneamente en el
proceso según el cual va desviándose de la norma abstracta o ideal.
De la misma manera, el ideal
trascendental de la persona como sujeto moral se cumple en el momento mismo en
el que los hombres se desvían de él, y se desvían no porque obedezcan a
“fuerzas diabólicas, infrahumanas, bestiales o animales” sino, simplemente,
porque obedecen a las mismas fuerzas humanas de las cuales saldrá una
trayectoria empírica de los hombres.
La igualdad entre las
personas como sujetos de derechos y de deberes está en oposición a la
diversidad que las personas requieren para ser precisamente personas con
“identidad propia”.
De hecho, ninguna persona se
identifica con un sujeto universal. El sujeto personal pertenece,
necesariamente, a un grupos social, a un ciclo cultural, a una clase social, es
de una raza y no de otra, es un ciudadano de una ciudad y no sólo un hombre.
Lo cierto es que, fuera de un
medio social adecuado, una persona puede degradarse por la miseria o el hambre,
puede quedar poseída por otras personas o el dolor y el terror pueden hacer,
constantemente, a cualquiera, perder su dignidad personal.
Vengamos más a la realidad y
analicemos no ya el proceso de transformación de “homínido” en “ser humano”,
sino la transformación del “hombre” en “persona”.
El proceso de hominización y
el proceso de personalización debieran considerarse como aspectos de un mismo
proceso.
Es un criterio que en la
escala filogenética corresponde a la que en la escala ontogenética se conoce
como “doctrina
de la animación inmediata”, la doctrina según la cual el cigoto
humano en el momento de formarse –bien en el útero materno bien in vitro- tiene
ya alma espiritual, con lo que quiera afirmarse que ya es persona y, por lo
tanto, el aborto o destrucción del embrión humano ha de considerarse como un
asesinato (no sólo homicidio).
Pero esta teoría de la
animación inmediata es gratuita y su fuente de inspiración es puramente
teológica.
Supone la transformación del
antropoide en hombre mediante la insuflación de un alma espiritual y, por ella,
inmediata y simultáneamente Adán se transformó en hombre y en persona.
Dios es el que crea un alma
espiritual cada vez que el cigoto se reorganiza como embrión, pues el feto (el
embrión que ya ha alcanzado la forma humana) contiene ya, efectivamente, en su
programa genético (diríamos hoy) preformados los rasgos morfológicos que, a la
observación ordinaria, aparecerán sólo con el paso del tiempo (según
Aristóteles a los 40 días en las hembras y a los 90 días en los varones).
El embrión procedente de un
cigoto humano es, evidentemente, un ser humano que tiene programados sus rasgos
morfológicos individuales del feto y aún del adulto. Pero no es una persona.
¿Cuándo se une ese “alma
espiritual” al cuerpo?, habría que decir que, realmente, después del
nacimiento, cuando ya pueda afirmarse que el hijo deja de ser parte del cuerpo
de la madre, al tener individualidad propia.
(Los estoicos defendieron que
el alma venía por la respiración (aire – pneuma - alma). Incluso se le atribuye
a Averroes la tesis según la cual el alma espiritual no se une al cuerpo hasta
que el niño pronuncia los nombres de su padre y de su madre).
¿Quiere esto decir, cabe de
aquí deducir que puede eliminarse un niño que todavía no ha alcanzado el uso de
la razón (actividad del alma espiritual) y no debe considerarse como asesinato?
Evidentemente NO, porque el
ordenamiento jurídico discurre según una escala que no es ni tiene que ser
conmensurable con la escala de la biología o de la psicología.
Sin embargo, ya muchos
teólogos y médicos escolásticos (cristianos, musulmanes o judíos) dudaron en el
terreno ontogenético de la tesis de la animación inmediata y defendieron la
opinión de la animación retardada, referida al plano ontogenético.
Con mayor razón, pues, habría
que dudar de la tesis de la personalización inmediata del antropoide hominizado
en el plano filogenético.
No pueden confundirse ambos
procesos, el de hominización con el de personalización.
Incluso hoy, hay tribus tan
primitivas que, siendo hombres, no son personas.
La sociedad de personas
requiere no sólo una cultura muy desarrollada sino una civilización.
Propiamente hablando, la persona humana implica la ciudad, la civilización, de
la misma manera que sólo en la ciudad cabe la escritura, al margen de la cual
es imposible el derecho como sistema de normas desprendidas de la subjetividad
individual del patriarca, del jefe o del sacerdote que las promulgó.
La constitución de las
personas es un proceso cultural, pero no por ello arbitrario o convencional.
Las
personas, al margen de un sistema normativo, carecen de significado.
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