Hace muchos, muchísimos años, cuando era estudiante
universitario, cayó en mis manos un libro con un título provocador/provocativo
que me impactó, me “despertó de mi sueño dogmático” (como Hume a Kant), me
llenó de curiosidad (“causa de la Filosofía” –según Aristóteles) y que supuso, para mí, un escape a la modorra
escolástica enlatada, viviendo en aquella España de incienso, confesionario y
sacramentos, en que el cura era el que expedía certificados de buena conducta y
con el que había que llevarse bien, si no de pensamiento sí, al menos, de
palabra, obra y omisión.
El libro se titulaba/se titula: “Del electrón a Dios”, del
aragonés Santiago Lorén, que había sido premio Planeta en 1.953 con la novela
“Una casa con goteras”.
“Del electrón a Dios”, un título presuntuoso, pero
motivante, en Plaza y Janés, 1.968.
Hoy, sin embargo, estoy nadando en “desde la bacteria al
homo sapiens”.
Dos escaleras o dos cadenas ascendentes.
Una inaugural, iniciática, más osada. La otra más sólida, más
científica.
En ambas, ascendiendo de escalón en escalón o enlazando
eslabón con eslabón se llegaba al final de la misma, Dios o el homo sapiens.
Aquella experiencia vital me supuso poner entre paréntesis
la doctrina oficial de la Iglesia, ésta, más sólida, apoyada en datos
científicos, se me manifiesta más realista.
“En el principio fueron las bacterias”, los primeros seres
vivos y, de momento, acaba en nosotros, el homo sapiens.
Una escala o cadena más corta, pero más sólida, dejando
menos espacios a la imaginación.
Ya, antiguamente, Aristóteles había distinguido tres tipos
de vida, cada uno de ellos con funciones específicas.
Las funciones de la “vida vegetativa” eran: nacer, crecer,
alimentarse, reproducirse y morir (ese era el ciclo vital de los vegetales).
Las funciones de la “vida sensitiva o animal” eran: las 5
anteriores + las suyas propias (sentidos (externos e internos), estimativa o
instintos y potencia locomotriz (ese era el ciclo vital de los animales)
Las funciones de la “vida racional” eran: las 5 de los
vegetales + las 3 de los animales + las típicamente humanas: entendimiento,
voluntad y libertad.
Hoy estamos embarcados en la escala previa, la que va desde
los elementos prebióticos a la primera forma de vida, las bacterias, pasando
por los escalones obligatorios de las proteínas y de los ácidos nucleicos.
¿Cómo se ha llegado ahí, a las bacterias?
En palabras de Francis Crick, premio Nobel por el
descubrimiento de la estructura del ADN, “como en un milagro”.
Ese “milagro” sólo se produjo una vez y, tras la división de
la célula en dos, apareció el primer heredero, así comenzó a caminar la vida
sobre la tierra, de forma cada vez más variada.
La molécula de ADN es como la caja negra de los aviones, en
la que se registra todo lo anterior que ha pasado, resume la historia evolutiva
de cada especie.
Las primeras bacterias inventan algo tan genial como la
fotosíntesis. Absorben las moléculas de agua, aprovechan el hidrógeno y liberan
el oxígeno, oxigenando, así, la primitiva atmósfera, hasta hacerla respirable.
Pero, ¡ojo¡, que las bacterias no son ni vegetales ni
animales, pertenecen al reino de los Monera o Mónera, formado por organismos
monocelulares procariotas, en las que no existe la membrana que separe el
núcleo del citoplasma.
Ni vegetales ni animales, pero son los seres vivos más
sencillos, que comenzaron a existir hace 3.500 millones de años y siguen siendo
lo que eran y como eran.
“Sencillos” no quiere decir “simples”, porque están
integradas por una cadena de 20 aminoácidos, cuya función depende de 2.000
enzimas.
Y si la probabilidad de que 1.000 enzimas diferentes se
unan, de una manera determinada, para formar una célula es del orden de 1 entre
10 elevado a 1.000, ¿cuál es la probabilidad de que lo hagan 2.000?
Y, para más “inri”, una vez originadas ¿cómo llegaron a
reproducirse?, ¿cómo surgió el primer esbozo de código genético?, ¿por azar?.
Dicen los biólogos que, para que la unión de los nucleótidos
produzca, por azar, una molécula de ARN, es necesario que la naturaleza
multiplique, a ciegas, los ensayos durante un tiempo casi infinito.
Un misterio.
Pero aquí están.
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