Desde Aristóteles “conocer” es “poseer la realidad, de manera inmaterial, en la mente”.
Y, desde Aristóteles, distinguimos dos niveles de
conocimiento: el sensible (común a “todo animal”, también, por lo tanto, al
hombre) y el inteligible o racional (exclusivo del hombre).
También, desde Aristóteles, se acepta que “nada hay en el
entendimiento que antes no haya estado o pasado por los sentidos”.
Éstos son los que nos proporcionan la experiencia básica de
las cosas y, tras ello, la inteligencia forma los conceptos (con el
entendimiento agente) para entender esa realidad captada por los sentidos.
Primero es sentir (las imágenes sensitivas), después
entender lo sentido (con los conceptos de la inteligencia).
También, desde Aristóteles, cinco son los sentidos externos,
con los que el sujeto cognoscente entra en contacto con la realidad, ventanas
abiertas por las que se nos cuelan el aspecto sensible de las cosas, sus
cualidades sensibles (color, olor, sabor, forma,…): vista, oído, gusto, olfato
y tacto (aunque, de éste dice que “registra distintos contrastes: caliente y
frío, seco y húmedo, duro y blando y otras por el estilo, como liso y arrugado”
Hoy el tacto se diversifica en sensaciones térmicas,
algésicas, cinestésicas, cenestésicas, de movimiento,…
Y cuatro sentidos internos: la memoria (en la que se
guardan, se almacenan, las imágenes sensibles en el espacio y en el tiempo), la
imaginación (con la que se combinan imágenes), la estimativa o instinto (por el
que se actúa sobre lo beneficioso o perjudicial para la supervivencia) y el sentido común (una especie de centralita
separadora y organizadora de las imágenes, y que las unifica)
Excepto en el sentido del tacto, los demás sentidos suelen o
pueden estar mucho más desarrollados en los animales (vista en el lince o en el
búho, olfato en varias especies animales, oído en los ciervos, por ejemplo,…..
Mientras los sentidos externos necesitan un estímulo para
ponerse en funcionamiento, no lo necesitan los internos.
Los sentidos captan la realidad según estímulos, no según es
la realidad en sí. Una realidad no sensible, no es que no existiera o exista,
pero no será percibida.
Para el lobo la oveja es sólo estímulo, carne sabrosa, como
lo es el ratón para el águila.
En el hombre el conocimiento va más allá, porque de la
sensación se pasa al concepto, de la imagen material a la idea mental, de los
estímulos a la cosa misma.
El hombre no sólo siente, como cualquier animal, sino que
intenta entender lo sentido.
Es un grado superior del conocimiento.
Conocer la realidad es alcanzar la verdad.
Pero ¿qué es la verdad y cómo surge?
Y nos encontramos con. al menos, CUATRO concepciones de la
Verdad:
1.- VERDAD como ADECUACIÓN.
Dos definiciones de la misma:
1.- La de Aristóteles: “decir de lo que es que es, y de lo
que no es que no es” (decir que “la mesa es redonda si la mesa es redonda” o…)
y
2.- La de Santo Tomás y demás filósofos medievales:
“adaequatio intellectus et rei” (adecuación entre el entendimiento y la cosa).
En ambas definiciones entran los dos elementos: el sujeto y
el objeto. Es una relación de ajuste o correspondencia entre la realidad y lo
que se dice de ella. El sujeto es el que tiene que adaptarse al objeto para
poder entenderlo. Es una teoría “objetivista”.
2.- VERDAD como COHERENCIA.
Fue formulada por Hegel que pone el criterio de verdad no en
la “adecuación” a la realidad sino en la “coherencia” entre las proposiciones
de un sistema.
La verdad no está, pues, en las proposiciones aisladas (como
en la anterior) sino en el sistema mismo y que es el criterio válido para las
Ciencias Formales (Lógica y Matemática), pero que no es aplicable a las
Ciencias Empíricas, donde la teoría debe acomodarse a los hechos que pretende
explicar.
Un sistema puede tener coherencia lógica y ser verdadero, en
cuanto coherente, pero falso en cuanto que es ajeno a la realidad.
Se le atribuye a Locke, y también a Hegel, la frase: “si la
realidad no coincide con mis palabras, peor para la realidad”
3.- VERDAD como UTILIDAD.
Es la teoría pragmática desarrollada, sobre todo, por los
norteamericanos J. Dewey y W. James, que equiparan “verdad” y “utilidad”.
Al constatar la función práctica del conocimiento (una de
sus funciones, si no la principal) afirman que el conocimiento es verdadero
si permite actuar con éxito, y falso
si lleva al fracaso.
Un mapa de carreteras, por ejemplo, es verdadero mapa si nos
orienta, y falso si nos desorienta.
En la ciencia la verdad se manifiesta en el éxito de la
experimentación.
Si examinamos, detenidamente, esta teoría vemos que el éxito
es un concepto especialmente relativo, que varía según las personas, los
lugares, los tiempos, las culturas, las edades, las profesiones,….
Pero nosotros sabemos que hay falsedades y mentiras útiles,
muy útiles, llámense “Ratoncito Pérez” o “Los Reyes Magos”.
4.- VERDAD como CONSENSO.
Que tiene su origen en el viejo Sócrates y que en el siglo
XX es desarrollada por Apel y Habermas.
Hacen hincapié en la importancia del diálogo como el mejor
de los procedimientos para descubrir la verdad.
En un diálogo libre y limpio cada uno aduce razones propias,
escucha las ajenas, y acuerdan lo común a ambos.
Pero si el consenso fuera un criterio de verdad ¿qué decir
de la unanimidad en la defensa del geocentrismo contra Galileo y su defensa del
copernicanismo?
¿Y los consensos mayoritarios, incluso unánimes, de la
esclavitud, de la inferioridad de la mujer, de la pena de muerte, de la
exclusión de la mujer en los puestos de la jerarquía eclesiástica,…?
Para los “realistas”, en la relación sujeto-objeto es el
sujeto el que se adapta al objeto, “como el guante a la mano” (Aristóteles).
Para los “idealistas”, en cambio, el sujeto no conoce a los
objetos, no entra en relación con ellos sino sólo con las ideas que el sujeto
tiene del objeto, no con los objetos.
Las “categorías” son los distintos “modos de ser”, según
Aristóteles (“realista”). Todo ser es: o substancia o accidente (cantidad,
cualidad, relación, acción, pasión,
tiempo, lugar, hábito y posición”
Pero según Kant (“idealista”) las categorías son los
distintos “modos de conocer”, son moldes subjetivos de los que nos servimos
para ordenar los datos de los sentidos, son conceptos puros del entendimiento,
al igual que el Espacio y el Tiempo son “formas a priori de la sensibilidad”. Nosotros
conocemos así, según estas categorías. Lo que caiga bajo ellos, será o podrá
ser conocido. Lo que no, será incognoscible, como el “noumenon”.
Si alguien me asegura que ha visto/oído,… (sentido) algo y,
preguntándole “dónde”, me responde que “en ningún lugar” y preguntándole
“cuándo” me responde que “nunca”, entonces no ha visto/oído,… (sentido) nada,
porque para poder sentir tiene que ser en un lugar del Espacio y en un momento
del Tiempo.
Espacio y Tiempo, para Kant, no son “formas del ser” sino “formas
de sentir”.
Tenía razón Kant al afirmar que su concepto de filosofía era
una “revolución copernicana”, aunque ahora no sea el sol quien esté en centro
del universo, sino el sujeto en el centro del conocimiento.
Contra “realismo y objetivismo”, “idealismo y subjetivismo”.
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