¿Y si los hubiera conocido?
De ahí que el posterior Neodarwinismo, sobre todo a partir
de 1.930, conjugue ambos elementos: la selección natural y la Genética. Darwin
y Mendel apoyándose mutuamente.
El primer Darwin era un pensador clásico que no desentonaba
del pensamiento de la época.
Se desdice, pasado un tiempo, de lo que había pensado y
defendido no sólo él, también gran parte de los naturalistas: que cada especie
había sido creada independientemente.
Su defensa constante de que el Creador ha impreso la ley en
la materia y ésta ha ido manifestándose según esas leyes y que la vida fue,
originariamente, alentada por el Creador en unas cuantas formas o en una sola y
mientras la tierra ha ido dando vueltas alrededor del sol, según la ley de la
gravitación, esas leyes impresas han ido y van desarrollándose a partir de un
comienzo tan sencillo.
Va manifestándose, con el paso del tiempo, una infinidad de
formas de vida cada vez más bellas y maravillosas.
Afirmar que las variaciones fueron debidas a la casualidad
es confesar la ignorancia de la causa de cada variación particular.
Eso era, sencillamente, una expresión incorrecta.
Igualmente confesaba Darwin creer en la Selección Natural no
porque pudiera probarse en ningún caso particular, sino por lógica.
La conversión de una especie en otra debido a la selección
natural le permitía explicar las clasificaciones, la morfología, la
descendencia,…
Partiendo de que la Evolución biológica es un hecho y que el
evolucionismo es una interpretación, sin embargo la interpretación darwinista
es la más aceptada, hasta el punto que decir evolucionismo es decir darwinismo.
Pero cuando Darwin se desdice de lo dicho y afirma su
intuición de que la descendencia de todas las especies a partir de una forma de
vida, como ramas de un tronco común sea debida a “causas secundarias” señala
cuatro (y vamos a ver que estaba equivocado):
1.- Adaptación al medio ambiente: en tamaño, color, fuerza
velocidad, morfología… Como cuando observa los pinzones de las Islas Galápagos
y cómo se producen cambios de color, tamaño, pico, forma,.. Pero siguen siendo
pinzones, no son otra especie. Todo ha sido maquillaje de una especie, pero el
maquillaje no produce cambio de especie.
Es lo que Nietzsche le objetaba, que sobrestimaba, de modo
absurdo, la influencia del medio ambiente y eso nada tenía que ver con el
tremendo poder de crear y construir formas desde dentro.
Esta intuición de Nietzsche es la que se confirma, en el
siglo XX, por la Genética y la Biología Molecular, pero esto ha sido posterior
al invento del microscopio electrónico.
El evolucionismo de Darwin, pues, sólo tuvo acceso a la
morfología, a la forma externa, pero estudiar a un ser vivo por su forma
externa es como analizar un vino por la botella en que viene embasado.
Ese primer evolucionismo sabía de anatomía y morfología,
pero el ser vivo se le escapaba.
2.- La transmisión, por herencia, de los caracteres
adquiridos por adaptación era la hipótesis de Lamarck, hoy falsa a todas luces,
pues son somaciones y no mutaciones, por lo tanto no transmisibles.
Pero todo esto se supo después de Mendel. Y Darwin había
muerto 20 años antes que se conocieran los descubrimientos de Mendel.
3.- El gradualismo: la suma de muchos pequeños cambios
produce una nueva especie. Falso. En el registro fósil no se conocen formas
intermedias entre dos especies, sino lo contrario, la aparición y desaparición
súbita de especies bien definidas.
Es la teoría de Gould: aparición súbita de una especie,
seguida de largos períodos de permanencia (“estasis”), desaparición brusca de
especie y aparición de otra especie. Por lo tanto, la suma de pequeñas
variaciones, no produce una nueva especie.
4.- Selección natural de los cambios más favorables. Pero la
selección natural no introduce novedades, pues opera sobre lo que, previamente,
ha sufrido una mutación. Es, por tanto, un agente pasivo y externo, como una
red que atrapa unos peces y deja libres otros, pero no los engendra.
Hoy la molécula de ADN proporciona la prueba más convincente
de la evolución biológica.
El ADN de “todos” los seres vivos está formado por el mismo
alfabeto químico: secuencias de los cuatro nucleótidos A, C, G, T.
El hecho de que todas las reacciones químicas de todas las
células sigan los mismos mecanismos metabólicos nos habla claramente de un
origen común.
Es asombrosa la concordancia entre las proteínas de las
bacterias y de los hombres.
Y también el porcentaje de genoma idéntico entre dos
especies es mayor cuanto más cercanas estén en la escala evolutiva.
La unión entre Genética (desconocida por Darwin) y la
Selección natural (darwinista), entre Mendel y Darwin, dio lugar al Darwinismo
a partir de 1.930, pero le ha salido un gran estigmatizador, GOULD.
Darwin se movía en ambientes previos.
El mismo registro fósil lo definía Darwin como la Historia
enciclopédica de nuestro planeta pero “mal redactada y en un dialecto
cambiante”.
Además de que sólo poseemos un único volumen (de esa
Enciclopedia) que apenas abarca a dos o tres países.
E, incidiendo en lo en otro lugar dicho, en ese único y
pequeño volumen de que disponemos sólo se han conservado unos breves y diversos
capítulos.
Y, para más “inri”, de cada página sólo pueden leerse
algunas líneas salteadas.
Y sobre este pobre y diminuto texto intentamos comprender la
novela entera que la Historia Natural, a lo largo del tiempo, ha ido
escribiendo, al manifestarse en ese amplio y variopinto espectáculo.
Hoy, el panorama ya es otro.
El ojo.
Siempre me encuentro con la complejidad del ojo como
contrargumento evolutivo.
Darwin defiende la posible y progresiva perfección del mismo
por selección natural, pero duda de que, por selección natural, haya aparecido
ese órgano tan complejo llamado “ojo”, con su acomodación del foco a las
diferentes distancias en que se le aparecen las cosas, con la mayor o menor
cantidad de luz,…
Cuando se le preguntó a Darwin por sus sentimientos
religiosos, tras responder que eso era un asunto privado y que a nadie debería
importarle, manifestó que la evolución que él defendía era compatible con la
existencia de Dios.
Incluso reclamaba para sí la denominación de “deísta”, como
lo había hecho Voltaire.
Si hay un reloj tiene que haber habido un relojero, pero
nada más. Quién sea ese relojero, dónde viva, cuál es su estado, nacionalidad,
religión,… no lo sabemos.
Sólo podemos afirmar que tiene que haber habido un relojero.
Nada más, pero nada menos.
Pero yo siempre me he opuesto a este argumento del reloj.
Naturalmente que si hay un reloj tiene que haber habido un
relojero, como si hay una herradura tiene que haber habido un herrero, y si una
casa… y si una silla… y si un coche,……
Pero todos esos objetos son “art-ficiales”, tiene que
haberlos hecho un artista.
Pero es que aquí nos movemos en otro plano, en el plano de
“lo natural”, de la montaña, de las estrellas, de las cuevas, de la vida, del
agua, de los elementos de la tabla periódica, de la tierra,…. Todos ellos objetos
naturales.
¿Tiene, pues, que haber habido un….como ha tenido que
haberlo en la aparición de seres artificiales?
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