Es una capacidad que permite adaptarse al ambiente de una
manera mucho más rica y flexible que las adaptaciones innatas, típicas de los
animales.
Ella prolonga otras capacidades que ya aparecen en los
animales.
El hombre, por ella, es capaz de adaptarse y sobrevivir en
las condiciones más adversas, a pesar de no estar dotado especialmente bien
desde el punto de vista físico-fisiológico.
Haga demasiado frío, haga demasiado calor, el hombre, sin
piel, ni se congelará ni se asfixiará ni se quemará, y es gracias a la
inteligencia.
Pero no olvidemos que el hambre sólo impulsa a comer, no a
inventar flechas y arcos para la caza y poder comer con ella.
No se puede explicar al hombre sólo desde sus necesidades,
sí, en cambio, al animal.
El “medio” (animal) no es el “mundo” (humano).
Nunca el animal, pero sí el hombre, con comida y bebida
puede ponerse en huelga de hambre por motivos que considera demasiado
importantes,
El hombre “no tenía/ni tiene necesidad de la inteligencia”.
Sencillamente, la tiene y se aprovecha de ella.
Y es cuando se encuentra con un aparato fonador, capaz de
hablar, cuando habla, y emite sonidos (no sólo ruidos).
Y cuando con el lenguaje, con la palabra, es capaz de
abarcar todo el universo, de lo que existe, de lo que no existe, de lo que
puede existir, de lo que no puede existir, de lo que existirá,….todo ese
universo ilimitado en el Espacio y en el Tiempo lo convierte, con la voz, con
la palabra, en un universo de bolsillo, un universo a mano.
Y cuando la palabra queda fijada en la escritura, al ser la
cultura, siempre, acumulativa, es el comienzo real del progreso, al no partir,
ya nadie, de cero sino del lugar al que llegaron los antecesores.
Ella, teorizando, permite alejarse de la situación concreta
presente planeando, sobre ella, para preverla o para salir de ella, visitando,
imaginativamente, el futuro e interpretando el pasado.
Ella es la que libera al hombre de estar sujeto a la
naturaleza, puede, incluso, destruirla siendo consciente o inconsciente del
propio perjuicio.
¡Cuántas veces hemos confundido la inteligencia con la
memoria y hemos calificado al niño como “inteligente” al repetir,
mecánicamente, textos, siendo así que la inteligencia, si algo tiene, es ser
creativa, lo contrario a la repetición ciega¡.
Sin memoria no hay inteligencia, pero la inteligencia no es
memoria, sino creatividad.
El aprendizaje memorístico no es inteligencia. Con una buena
metodología mnemónica (con mnemotécnica) puede potenciarse aquel, no
necesariamente ésta. Y problemas hay en todos los órdenes de la vida: en
política, en religión, en moral,…para resolverlos inteligentemente.
No se trata tanto de aprender soluciones a problemas
anteriores como dar respuestas nuevas a problemas rutinarios o resolver
problemas nuevos.
¿Que hay en ella factores hereditarios? Sin duda que sí,
pero será el ambiente el que ejerza la influencia decisiva.
Ambos aspectos son indisociables, y cuanto mayores sean
ambos, más inteligente será el sujeto.
La ausencia o disminución de uno de ellos, herencia-medio,
repercute en el resultado final.
Se ha querido medir el cociente intelectual con tests de
inteligencia que, al ser tests occidentales, confeccionados por occidentales,
sólo pueden servir para medir en una cultura occidental.
¿Qué puede ocurrir si intentamos aplicarlos en sujetos no
occidentales? Que el resultado queda desvirtuado.
Una cultura de papel y lápiz, como ha sido la nuestra, nada
tiene que ver con una cultura de pastoreo nómada, por ejemplo.
¿Qué puede ocurrir cuando la cultura que se investiga no es
la misma cultura que la del investigador?
¿Es posible, o fácil, evitar este condicionamiento?
En plena montaña, sin comida y con tormenta, el pastor
saldrá mejor parado, encontrará respuestas más adecuadas de supervivencia, que
un científico especializado en economía financiera o en astronomía teórica...
El mismo defecto que ocurre al tratar la Inteligencia ocurre
al hacerlo con la Razón.
Tendríamos que volver a leer a Kant para concienciarnos que
la Razón no es sólo ni principalmente “la razón instrumental,
científico-tecnológica, subordinada a intereses y utilidades varias”.
Es la Razón Pura o Teórica, que sobrevuela la realidad para
conocerla y, así, poder dominarla.
Pero la Razón Práctica reina en el campo del obrar (no del
conocer), en el campo de la moral, y su finalidad es la Felicidad.
También la Razón Estética, la que se manifiesta en el campo
de la creación.
Verdad – Bondad – Belleza. Tres transcendentales del ser.
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