PERSECUCIONES.
La obra de Spinoza ha ido
creciendo con el tiempo tras ser en un principio perseguida y prohibida sin
cesar.
De hecho, el filósofo no
llegó a ver la Ética editada sino que el libro apareció después de su muerte.
¿Por qué?
En el fondo la Ética de
Spinoza es una obra profundamente materialista, una descripción del mundo, y de
las relaciones que tenemos los humanos, y de la naturaleza, profundamente
surgida de una falta de trascendencia; no tiene ninguna concesión a lo
sobrenatural sino que, al contrario, es completamente comprensible y racional
todo lo que plantea, desde el mundo a la experiencia humana.
Pero, por otra parte, está
llena de un fervor espiritual especial.
La tarea de Spinoza es el más
notable esfuerzo moderno para alcanzar la sabiduría a través de un sistema
filosófico.
Como en toda sabiduría, la
meta principal que se propone Spinoza no es el conocimiento desinteresado y
neutralmente objetivo del mundo, sino la liberación subjetiva del hombre.
Por eso llama a su obra
maestra “Ética”, acierto genial que desconcierta a quienes suponen que la ética
tiene que ver con deberes, obligaciones, normas, recompensas y castigos.
Es decir, con la imposición
de someterse a la autoridad y no
molestar a los demás.
La ética de Spinoza rechaza
de forma contundente estos supersticiosos parentescos.
Su pretensión es determinar
lo que constituye la auténtica conveniencia humana, aquello en cuya consecución
reside nuestro más indudable interés.
Para saber lo que nos
conviene e interesa, es preciso conocer lo que somos y también nuestra
vinculación con el resto de lo existente.
Es ocioso y engañoso, en
cambio, inventariar disciplinas, coacciones o amenazas, a las que tradicionalmente
nos vemos sometidos para domesticar nuestra conducta.
A este fin, el conocimiento
es indispensable, pues el ignorante de la trama universal de causas y efectos
se siente siempre sometido al cumplimiento de misteriosas órdenes que no se
sabe de dónde proceden, y a eso le llama “moral”, cuando, en realidad, de lo
que trata la ética es de buscar, con la ayuda de las propias fuerzas el máximo
beneficio.
Nadie nos da órdenes morales
ni nos impone obligaciones.
Suponer que el deber es el
núcleo central del propósito ético es contemplar con ojos de esclavo, o por lo
menos de funcionario, la tarea de la libertad.
Es decir, no es un
materialismo que, en modo alguno, degrade o nos convierta en juguetes de
fuerzas extrañas, sino que es una vigorización del espíritu humano lo que se
encuentra en esa obra tan paradójica y que por lo tanto fue, en un comienzo,
tan mal recibida.
Con el tiempo Spinoza ha ido
aumentando su influencia.
Hegel dijo que todos los
filósofos tenemos dos filosofías: la nuestra y la de Spinoza porque parece que,
de alguna forma, su filosofía es algo así como un marco general en el cual se
inscriben, por unos u otros detalles, las filosofías de los demás.
Por supuesto, en nuestro
tiempo, Spinoza ha vuelto a tener muchas relecturas, algunas polémicas desde un
sesgo político, como la de Toni Negri, marxista heterodoxo italiano,
considerado responsable de ser el autor intelectual del asesinato del primer
ministro, Aldo Moro, a manos de las Brigadas Rojas (finalmente absuelto de
vinculación alguna) pero condenado, después, a 30 años de prisión por diversos
actos de violencia contra el Estado (a los 4 años quedaría libre exiliándose a
Francia, aunque volvería a Italia para cumplir una reducción de condena, con
arresto domiciliario)
Spinoza está hoy más presente
de lo que estuvo en el siglo XVII y siguientes.
El tema de la corporalidad y
de la relación de nuestro cuerpo y nuestro habitar el mundo, su metafísica de
la alegría, la necesidad del amor,…
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