MAL, BIEN, MALO, BUENO.
Lo Bueno es aquello que
aumenta nuestra potencia, porque Spinoza piensa que los seres humanos estamos
en el mundo para actuar de acuerdo con nuestra naturaleza y la “alegría” es
sentir que podemos actuar mejor, es aquello que nos da ganas de actuar unido a
algún objeto exterior y, en cambio, la “tristeza” es lo que nos resta capacidad
de acción y el “odio” es lo que nos mutila en nuestra posibilidad de actuar
respecto a nosotros mismos y, en este sentido, es también una “pasión triste”.
Los tres afectos básicos que
componen la entera estructura afectiva de los hombres son, pues, el “deseo”, la
“alegría” y la “tristeza”.
En cuanto a las ideas de un
Bien y un Mal absolutos, han sido instituidas en la historia de los pueblos
sólo para fomentar la superstición y facilitar a los diferentes poderes
públicos el ejercicio de la dominación.
Por eso, en toda su obra,
Spinoza critica fuertemente a aquellos teólogos y filósofos que tratan las
pasiones humanas como si fueran pecados o vicios de una recta razón.
Las pasiones son
constitutivas de la naturaleza humana.
Son plenamente naturales y
sólo a partir del reconocimiento de ellas se puede acceder de manera efectiva a
un conocimiento verdaderamente racional.
Las dos virtudes primordiales
de la Ética de Spinoza –y de cualquier ética no supersticiosa, tanto en el
siglo XVII como hoy- son la “firmeza” entendida como el “deseo de conservar el
propio ser activamente, o sea bajo la guía de la razón y la “generosidad”, es
decir, el “deseo del individuo, guiado por la “razón”, de esforzarse por
secundar a los otros y unirse a ellos con vínculos de amistad”
El problema es que la mayoría
de los hombres son más pasivos y activos y se rigen por la “imaginación”, que
inventa divergencias irreductibles y oposiciones feroces entre intereses en
lugar de recurrir a su “razón”, que reconcilia y coopera.
Los individuos no quieren ser
dueños de sí mismos en la medida en que la complejidad natural lo permite, sino
dueños de las cosas y de los demás hombres, lo que es un imposible que
desemboca irremediablemente en la triste impotencia del odio y de la envidia.
Por ello, colectivamente no
basta con la “Ética”, que es la vía siempre individual a la sabiduría, sino que
hace necesaria también una “Política” que supla colectivamente por medios
pasionales (como el temor a las leyes y a la coacción armada”) las operaciones
armonizadoras que la razón ejerce en quien la practica por vía de la alegría y
el amor.
Contra quienes, como Hobbes,
creen que “el hombre es un lobo para el hombre”, Spinoza descubre que, en el
marco de una política racional, “el hombre complementa al hombre”
El otro me completa.
Yo estoy mutilado sin mi
relación con los demás.
La convivencia aumenta mi
poder y mejora mi vida, si está adecuadamente regida por la razón: “Nada puede
concordar mejor con la naturaleza de una cosa que los demás individuos de su
especie; por lo tanto nada hay que sea más útil al hombre, en orden a la conservación
de su ser y el disfrute de una vida racional, que un hombre que se guíe por la
razón.
Además, dado que entre las
cosas singulares no conocemos nada más excelente que un hombre guiado por la
razón, nadie puede probar cuánto vale su habilidad y talento mejor que educando
a los hombres de tal modo que acaben por vivir bajo el propio imperio de la
razón”.
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