MÁS SOBRE “EL AMOR
INTELECTUAL DE DIOS”.
De la conciencia de esta
unidad con la naturaleza y con Dios, lograda al alcanzar el tercer grado de
conocimiento, brota EL AMOR INTELECTUAL DE DIOS.
Es un amor eminentemente
social, que se extiende a los demás hombres y en el cual se confunden el amor
de Dios a sí mismo y el amor a los hombres, y el de nosotros a nosotros
mismos y el amor al prójimo.
Por medio de este amor
alcanzamos la Libertad ,
la Salvación
y la Felicidad.
Es un amor eterno, no
plenamente realizable en esta vida, mientras el alma está unida al cuerpo, a
los sentidos y a la imaginación.
El sabio no debe pensar en la
muerte, ni tampoco buscarla, sino que debe pensar en la vida.
“El hombre libre en ninguna
cosa piensa menos que en la muerte, y su sabiduría consiste en la meditación,
no de la muerte, sino de la vida”.
Todo está ordenado y
concatenado en la inmensa máquina de la naturaleza.
Todo sucede por necesidad, en
una apretada trama de causas y efectos.
De la Primera Causa se derivan todos
los sucesos, con la misma necesidad que las propiedades del triángulo se derivan
de la esencia del triánegulo.
Por eso la actitud del sabio
debe ser una aceptación tranquila y resignada de un orden que no puede cambiar
ni alterar.
Con esto consigue la paz y la
verdadera serenidad del espíritu (Estoicismo).
El hombre que vive conforme
al dictamen de la razón sabe que todo sucede según el orden natural de la
necesidad divina.
No tendrá, pues, odio, ni se
burlará de nadie, pero tampoco se compadecerá de sus semejantes.
En el hombre que vive
conforme a la razón, la conmiseración no sólo es inútil, sino mala.
¿Por qué, sin embargo, afirma
que, puesto que todas las cosas están regidas por la ley de la necesidad, “los
hombres raramente viven bajo el dictamen de la razón”?
Si vivimos por necesidad y no
podemos ser libres, también por necesidad deberíamos vivir conforme a la
naturaleza y a la razón.
Nuestra conducta, buena o
mala, no influye para nada en la vida futura.
Después de la muerte sólo
quedará del hombre lo que es eterno, es decir, lo que tiene de los atributos
divinos de Pensamiento y Extensión.
El alma se desligará del
cuerpo para quedar cada una de las partes unida a los atributos divinos de
Pensamiento y Extensión.
Pero la personalidad de cada
hombre individual desaparecerá por completo.
Cierra, Spinoza, su Ethica
así:
“Con esto termino todo cuanto quería decir del poder
de la mente sobre las pasiones y la libertad de la mente.
Con ello queda de manifiesto cuánto mejor es el sabio
que el ignorante, que sólo se deja dominar por el placer.
El ignorante es agitado por las causas exteriores y
nunca llega a disfruta de verdadera tranquilidad del alma.
Vive, además, como ignorante de Dios, de sí mismo y de
las cosas, y en cuanto deja de padecer, deja de ser.
Por el contrario, el sabio, considerado en cuanto tal,
apenas es conmovido en su interior, sino que, consciente de sí mismo, de Dios y
de una cierta necesidad eterna de las cosas, nunca deja de ser y disfruta
siempre de una perfecta tranquilidad del alma.
Pero, aunque el camino que he mostrado conducir a
esto, parezca arduo, sin embargo, es posible encontrarlo.
Y, ciertamente, debe de ser arduo lo que tan raramente
se consigue”.
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