Spinoza fue un discípulo de
Descartes (no un seguidor ciego sino que se inspiró en sus doctrinas y las
incorporó de una manera propia y muy sólida filosóficamente.
Su obra principal lleva por
título, en latín, “Ethica, more (ordine) geometrico (sin tilde, que es latina)
demonstrata” (“Ética demostrada según el orden geométrico”).
En ella utiliza acciones,
proposiciones,…como si fuera un trabajo de geometría, razonando de manera
hipotético-deductiva, y es uno de los pocos libros que define todos los
términos que utiliza (son muchos, si no la mayoría, que utilizan palabras muy
complejas y sin decir exactamente lo que significan)
De manera que el lector tiene
que ir pensando y sin saber si lo que él entiende era lo que entendía el autor,
lo que puede llevar a múltiples confusiones, bien por culpa del lector, bien
por la oscuridad del autor.
Spinoza, al contrario,
comienza su obra definiendo cada uno de los términos que va a emplear (“Dios”,
“naturaleza”, “substancia”,…)
Así el lector, al leer el
texto, puede sustituir la palabra por la definición y, de esta manera, el
filósofo juega limpio.
Para Spinoza, lo que existe
es un enorme cosmos substancial, material que es, a la vez, materia e idea o
pensamiento.
Continúa la cosmovisión
cartesiana pero esta vez no interpretándola como dos realidades separadas, sino
como el anverso y el reverso de la misma dualidad.
La “substancia” es la
“naturaleza” o eso que algunos llaman “Dios”.
En sus palabras: “Deus, sive
substantia, sive natura”
Para Spinoza Dios no es
predicado en el sentido personal sino que concibe un “dios cósmico”, que abarca
lo existente, de modo que todo lo que hay son modulaciones de esa substancia
única a la cual pertenecemos.
Armado así el sistema, todos
nosotros tenemos nuestro destino racionalmente establecido.
Es decir, las cosas que nos
convienen y las que no nos convienen pertenecen a la misma realidad, y la luz
de la razón, en el caso de los humanos, está destinada a buscar aquello que
corresponde a nuestra naturaleza, a nuestro modo de pertenecer al gran todo
divino.
TODO ES DIOS (PANTEÍSMO) O
PANENTEÍSMO (TODOS LOS SERES SON DIOS)
Toda cosa finita es una
manifestación de la substancia infinita.
Si no fuese así la substancia
infinita no sería infinita porque tendría lo finito como lo otro de sí y, por
lo tanto, como su límite.
Lo finito no puede estar, por
lo tanto, fuera de lo infinito, una idea que luego retomaría Hegel.
Dicho de otro modo: Todo es
Dios.
Si esta perspectiva choca con
nuestra representación habitual de Dios se debe a que –según Spinoza- tendemos
a concebirlo a partir de la imaginación, o sea, antropomórficamente, y no desde
el punto de vista de la razón, desde la cual nada real puede haber fuera de
Dios, que es inmanente a toda realidad material.
No hay trascendencia en Dios,
que es el universo, y el universo es la totalidad de los cuerpos y sus interacciones.
Así, Dios es eterno, y el
universo lo es.
Y lo que llamamos muerte no
es más que la descomposición de un cuerpo cuyos elementos pasan a formar otros
cuerpos diferentes.
Sólo dos obras fueron
publicadas en vida de Spinoza: los “Principios de filosofía de Descartes”,
aparecida en 1.663, y el Tratado teológico-político”, editado, anónimamente en
1.670 (él murió en 1.677).
Poco después de su muerte se
irán conociendo (gracias a algunos discípulos y simpatizantes) sus otros
escritos: “Tratado sobre la corrección del entendimiento”, el “Tratado breve de
Dios, del hombre y de su felicidad”, así como su obra más importante: “Ética
demostrada según el orden geométrico”.
Spinoza escribió su Ética
siguiendo el método de Euclides (aquel matemático griego que vivió entre los
siglos III y II a. C y autor de los “Elementos” en la que, a partir de 5
postulados o axiomas y definiciones se deducirá formalmente las propiedades de
las diversas formas regulares –líneas, planos, triángulos, círculos, conos,
esferas-.
Seguramente había estudiado
en Atenas, pero de lo que sí se está seguro es que enseñó en Alejandría)
De esta manera Spinoza
pretende fundar una ética racionalista y objetiva; es decir, deducida
justamente como se deducen las propiedades de ub triángulo.
La perspectiva de Spinoza
apunta a alcanzar la forma de conocimiento más perfecta, por la cual toda
realidad y cada cosa singular pueden verse como un modo finito de la substancia
infinita.
En tal perspectiva todas las
cosas aparecen relacionadas entre sí, surgiendo del ser divino, necesaria y
constantemente.
Así yo mismo me comprendo
como una manifestación de esa causa inmanente que es Dios.
Y cuando me amo a mí mismo, o
a Dios, que es esa fuente de cual vengo a la existencia particular, debo darme
cuenta de que ese amor es Dios amándose a sí mismo.
Accedo así al punto de vista
de la eternidad.
Desde ese punto de vista (el
de la substancia misma que llega a comprenderse) no existe el mal.
Son las relaciones entre las
cosas y entre los hombres las que establecen lo bueno y lo malo.
No existe el Bien y el Mal,
sino lo Bueno y lo Malo.
Lo Bueno es aquello que me
afecta y me produce alegría, que genera encuentros y composiciones.
Lo Malo tiene que ver con lo
que origina desencuentros y descomposiciones en las afecciones entre los seres
y las cosas.
Éstas son las pasiones
tristes.
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