Poco tiempo después, una mano
fanática, rencorosa, anónima, escribiría sobre la lápida de su tumba:
“Escupe sobre esta tumba,
aquí yace Spinoza. ¡Ojalá su doctrina quede también sepultada y no se propague
su pestilencia”.
A pesar de estas palabras,
toda su filosofía es un canto a la luz, a la armonía, a la amistad.
Sus biógrafos hacen resaltar
su amor a la independencia y libertad, su firmeza y sinceridad intelectual, la
lealtad a sus amigos, su vida sobria y sencilla, su desprendimiento de las
riquezas y su poca estima de los honores.
“La naturaleza se contenta
con poco” –solía decir.
Incluso rechazó un vestido
que le regalaban: “es un contrasentido cubrir con una envoltura preciosa cosas
que no valen nada”.
Ya hemos indicado su rechazo
a cátedras, a donaciones, a pensiones,… incluso la que le ofreció, nada menos
que Luis XIV, si Spinoza le dedicaba alguna obra.
Aunque, según algunos, su vida austera y tranquila se debiera a la
necesidad de administrar cuidadosamente su salud, minada desde muy joven, por
la tuberculosis.
Hasta el mismo Brehier, en su
Historia de la Filosofía ,
afirma que “su vida ordenada, sobria y simple, no es la de un asceta, sino la
de un enfermo para quien su salud era un bien precioso”.
¿Cómo pudo ser que uno de los
más estimulantes y positivos pensadores que ha dado el mundo fuera también, a
la vez, uno de los más odiados y perseguidos?
Aunque como fuentes de
conocimiento sólo cita a Descartes, en su biblioteca había 161 volúmenes de
muchos filósofos.
Luego, no es admisible que
alguien dijera que “había pensado mucho, pero leído poco”, porque todos
reconocen su vigorosa personalidad intelectual y la originalidad de su
pensamiento.
Y, aunque se reconozca la
influencia de Descartes, no fue un seguidor de su obra, aunque sí le debe la
idea de método, su vocabulario, su terminología, numerosas definiciones, …
Pero sus respectivos sistemas
son totalmente distintos.
Recordemos que el recorrido
de Descartes era desde la Idea
clara y distinta hasta la idea de Dios que le garantizaba el conocimiento
verdadero del mundo.
Mientras que Spinoza parte de
la intuición e una substancia única que es el “primum logicum” y “primum
ontologicum” y de ella deduce, “more geometrico” no sólo la idea, sino también,
la realidad de las cosas particulares como derivaciones de sus modos de
pensamiento y extensión.
Los propósitos de su
filosofía tienen un profundo carácter práctico y es significativo de ello que
el título de su obra principal lleve como título: “Ethica”, porque, como los
estoicos considera a la Ética como la culminación de toda su filosofía y esta
obra comprende la Teología ,
la Física y la Antropología ,
terminando en un tratado místico.
Descartes quiere ser/es a la Filosofía lo que Galileo
fue a la Física ,
buscando la verdad por procedimientos racionales y científicos.
También Spinoza, pero va más
allá porque a través de ello quiere llegar a la felicidad.
Las cosas ordinarias de este
mundo –riquezas, honores, placeres,…- son fútiles y vanas, distraen el ánimo y
no se encuentra en ellas nada que sea verdaderamente bueno o mal.
Hay que buscar esa otra cosa
que sea el verdadero bien y que, una vez conseguida, baste por sí sola para
calmar los deseos del alma y en la cual se halle la felicidad suprema, continua
y perpetua.
Esta felicidad consiste en
llegar al “conocimiento de la unión que la mente tiene con toda la naturaleza”,
en llegar a “la unión con Dios por el conocimiento y el amor, hasta llegar a
ser una sola y misma cosa con Él”
Y la condición previa para
esto es una reforma del entendimiento.
Es una actitud socrática y
estoica porque para amar el bien es preciso conocerlo y para conocerlo hay que
purificar el entendimiento, rechazando todo aquello que no nos conduzca al
último fin y a la perfección de la naturaleza.
Su punto de partida es
distinto al de Aristóteles y Santo Tomás (de abajo (los hechos de la
experiencia y la percepción de las realidades concretas, particulares y móviles
del mundo sensible) hacia arriba (hacia Dios), distinto también al de
Descartes, que prescinde de los sentidos y llega a: “la idea clara distinta”
tras haber aplicado la duda metódica y haber chocado con lo “indudable o
indubitable” :”cogito ergo sum” (“soy un ser que piensa”, “soy una conciencia
pensante” y tengo pensamientos o ideas, pero descartadas las ideas facticias y
las ficticias sólo me quedan, como indudables, las “ideas claras y distintas”
(existencia, pensamiento, infinito y extensión) aunque tenga, luego que
recurrir a Dios como garantía de que esas ideas no pueden no ser verdaderas.
Spinoza también va “de arriba
abajo”, descendiendo de Dios al mundo, tomando como punto de partida la idea o
noción de Dios como “Substancia única e infinita”.
Dios, no sólo como “primera
idea”, también como “primera realidad” y de ella, mediante un método geométrico
riguroso trata de deducirlo todo, no sólo las demás ideas, también las demás
realidades del mundo, sólo aplicando el principio de identidad o de
contradicción.
(Los escolásticos dirían que
a esa primera Idea o Realidad, Dios, se llega, pero no puede tomarse como punto
de partida, porque no la vemos intuitivamente (el criterio de verdad de
Spinoza) sino demostrativamente.
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