Aunque Spinoza no acudió a
escuchar la excomunión, ésta era muy dura:
“Según el juicio de los ángeles y de los santos,
excomulgamos, maldecimos y separamos a Baruch Espinoza, con el consentimiento
de Dios bendito y con el de toda esta comunidad; delante de estos libros de la Ley , que contienen 313
preceptos, la excomunión que Josué lanzó sobre Jericó, la maldición que Elías
profirió contra los niños, y todas las maldiciones escritas de la Ley : que sea maldito de día y
de noche, maldito cuando se acueste y cuando se levante, maldito cuando salga y
cuando entre; que Dios no le perdone, que su cólera y su furor se inflamen
contra este hombre y que traigan sobre él todas las maldiciones escritas en el
libro de la Ley ;
que Dios borre su nombre del cielo y lo separe de todas las tribus de Israel,
después de haberlo cargado con todas las maldiciones escritas en el libro de la Ley ”, etc
Las autoridades calvinistas,
presionadas por los judíos, lo desterraron por unos meses de Amsterdam y buscó
refugio en un pueblo cercano, aunque volvió pronto (pasados 3 años) y, para
ganarse la vida, se dedicó al oficio de pulir cristales para aparatos de
óptica.
Allí acudían numerosos
amigos, entre otros, el físico Huygens, para que le enseñara a pulir lentes.
Spinoza escribió el
“Tractatus theologico-politicus” correspondiendo a la traducción del
“Leviathan”, de Hobbes, que el Gran Pensionario, Witt había encargado traducir
al holándés.
Pero el “Tractatus
theologico-politicus” se imprimió en 1.670, pero sin nombre de autor y con pie
de imprenta falso.
Aunque en él proclame que:
“en una sociedad libre debería ser lícito a cada uno pensar lo que quiera y
decir lo que piensa” , en realidad atribuye al poder civil el derecho absoluto
de someter todas las religiones, con el pretexto de lograr la paz y el cese de
toda lucha religiosa.
Pero el Tractatus provocó una
violenta reacción, hasta de algunos librepensadores.
La obra fue condenada como
impía, perniciosa, nociva, blasfema y peligrosa en numerosos sínodos
eclesiásticos, aunque Witt y sus sucesores impidieron que fuera proscrito,
hasta que Guillermo III lo prohibió en 1.674.
Por la hostilidad mostrada
por los habitantes se trasladó a La
Haya , para buscar protección de las autoridades civiles y,
como su gama iba extendiéndose, acudían a visitarle hombres de ciencia, entre
otros Leibniz.
Rechazó, incluso, una cátedra
que le ofrecieron en la
Universidad de Heidelberg, por no querer comprometer su
libertad de pensamiento y de palabra.
Fue, por este tiempo, cuando
comenzó a manifestarse la tuberculosis, que lo llevaría lentamente a la tumba.
Para no ser molestado por sus
hermanos de raza (y también por su salud) se estableció en el campo, en el
mismo lugar en que había residido Descartes.
Allí permaneció 3 años y
compuso el “Tractatus brevis de Deo, homine eiusque felicitate”, que es un
resumen de su filosofía, destinado a sus amigos.
La única obra que publicó con
su nombre no expone su pensamiento, sino el de Descartes, “Renati Des Cartes
principiorum Philosophie…”
La primera parte de su
“Ethica” que, en el 63, ya circulaba entre sus amigos y la tercera parte,
aunque ya estaba acabada en el 75 no se imprimiría hasta después de su muerte.
Las noticias sobre su muerte
son confusas: ¿Se habría suministrado una fuerte dosis de opio o de jugo de
mandrágora?. ¿Habría mandado correr las cortinas de su lecho para que nadie le
viera en los últimos espasmos de la agonía?. ¿Murió gritando: “Oh, Dios, ten
misericordia de mí, pecador?. ¿Murió dulcemente, convencido de haber enseñado
la verdad?
Fue enterrado un 25 de Febrero
de 1.677, seguido de un cortejo de seis carrozas y con asistencia de numerosos
amigos y personajes ilustres.
Recogieron sus manuscritos
que fueron impresos el mismo año, en Amsterdam con el título de “B. d. S. OPERA
POSTUMA….” (que comprenden el “Tractatus de intellectus emmendatione”, la “Ethica ordine geometrico demonstrata”, el
“Tractatus theologicus-políticus”, la “gramática hebrea” y las “cartas”
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