Y sigues hacia atrás,
saliendo del asilo y entrando de nuevo en la fábrica.
Ya has descumplido 30 años.
Has ingresado en el mundo
laboral y ya sabes lo que es sudar.
Te deslomas durante 40 años.
Vas descumpliendo años y
trienios.
Los colegios, los ligues de
tus hijos.
Las noches en vela porque son
las 7 de la mañana y aún no han llegado.
Y te nace el tercer hijo,
luego el segundo y, finalmente (o primeramente) la niña.
El día de la boda.
El desastre y la hiel de la
luna de miel.
Y preguntándote qué es lo que
has hecho y lo que te espera.
Ahora la Universidad. ¡Vaya
siete cursos, para una carrera de cinco años¡
Botellones. Ligues.
Madrugadas. Ojeras. Faltas a clase.
Y te ves en selectividad,
otra vez con el mito de la caverna de Platón.
El bachillerato y la rubia de
Nerea.
Esos besos robados.
Esa imaginación al límite.
Las poluciones nocturnas, sin
tener que… sólo con el sueño y los sueños.
Esa E.S.O. y las
masturbaciones, porque el profesor de Ética, contra el profesor de Religión, me
ha asegurado que no son pecado.
Y así entras en el colegio de
Primaria.
¡Qué felicidad!.
Todo lo que necesites se te
dará.
Academia de Inglés y de
Informática, así como Judo y Deporte por las tardes.
Sólo tienes que pedirlo y tu
padre echará las horas extra que hagan falta.
Juego y más juego.
Pedagogía lúdica.
Refuerzos positivos.
Ninguna responsabilidad.
¡Qué alegría!.
Si algo falla, si algo va
mal, la culpa es de la sociedad, del sistema, de los medios de comunicación,
del profesor, que sólo piensa en vacaciones y me tiene rabia.
Pero yo no soy responsable.
Al revés, soy una víctima del sistema, necesito recompensas.
Y llegas a bebé.
Ni ir al wáter.
Ni ir al frigorífico.
Un simple lloriqueo y toda la
familia alrededor, con el biberón, con los pañales, con el baño, con el
cochecito de paseo.
La cuna.
Los cuentos.
El chupete.
Y así llegas a entrar en el
vientre de tu madre.
9 meses.
Los mejores 9 meses de tu
vida.
Sin tener que hacer nada para
tenerlo todo.
Y todo por un simple, pero
mágico, cordón.
Es el paraíso.
Es el estado adánico.
Y en ese primer segundo de tu
vida, mientras ese espermatozoide paterno corre veloz a ligar con el óvulo
materno, al unísono con el chirriar del viejo somier de muelles, en el jadeo y
éxtasis de tus padres, en la cima del orgasmo, despertarte y diluirte al mismo
tiempo, uniendo tu felicidad a su placer, expresando los mismos “ay…ay….ay….”
pero el suyo in crescendo, hasta llegar a la fase de meseta y el tuyo en decrescendo,
(¿se dirá así?), hasta apagarse, hasta apagarte, hasta apagarme.
(¡Hola!, ¡Adiós!).
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