Dios tomó a Adán por le brazo
y, recorriendo con él el jardín del Edén, le fue poniendo nombre a las cosas,
que estaban ya ahí, pero que no estaban nominadas, nombradas.
“Nominar” a las cosas ya es,
al menos en parte, conocerlas.
Si alguien te dice que ahí
hay un “perro peligroso”, como tú ya sabes qué es un perro y qué es el peligro,
te haces una idea de cómo es ese perro, pero como te lo digan en chino (a no
ser que sepas chino) no te enteras de nada.
Es verdad que son varias las
“funciones” del lenguaje (y entre otras): 1.- Función “imperativa”, para
“mandar-ordenar” (los Mandamientos o lenguaje militar); 2.- Función
“interrogativa”, para preguntar (¿Qué día es hoy?, ¿Cómo te llamas?); 3.-
Función “desiderativa” (“Que Dios te conserve la vista”, “Ojalá hoy me toque la
primitiva”); 4.- Función “nominativa”, para nombrar, señalar (“Esto es un
ordenador”, “Soy un mal mecanógrafo, sólo escribo con dos dedos”)
Cuando alguien pregunta por
la “alcachofa”, puedes preguntarle si se refiere a la de la ducha o a la planta
comestible; como si alguien dice “león” puedes preguntarle si se refiere a un
animal, a una persona, a un Papa, a una capital, a una provincia, a una persona
forzuda,…
Porque las palabras han
dejado de ser “unívocas” (una palabra-un objeto) y pueden ser “equívocas” (una
palabra- varios significados muy distintos, varios objetos que nada tiene que
ver uno con otro, como “el león” anterior, y también pueden ser “análogas”
(parecidas, como “raíz” (de un árbol o de una muela o raíz cuadrada de 4)
Pero cuando decimos “Dios” ¿a
qué estamos refiriéndonos?, ¿Qué designa?, ¿A un ser Real o a un ser
Imaginado?, “¿A un ser existente en la realidad o sólo existente en mi cabeza,
en mi mente?
Nietzsche es un pesimista
lógico y lingüístico, lo que le hace exclamar: “LA
RAZÓN EN EL LENGUAJE”.
¡OH QUÉ VIEJA HEMBRA
ENGAÑADORA!
¡TEMO QUE NO VAMOS A
DESEMBARAZARNOS DE DIOS PORQUE CONTINUAMOS CREYENDO EN LA GRAMÁTICA ¡
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