Ningún estado ha sido tan
piadoso, tan religioso como el romano, aunque, también, existía un culto
privado, doméstico, pero fue, sobre todo, Religión del Estado, un asunto
público.
Cuando los emperadores
romanos asumían, prácticamente, todos los poderes, antes dispersos en distintas
magistraturas de la
República , obtendrán también las funciones de “sumos
pontífices” de la religión imperial romana.
Literalmente, “pontí-fice”
(pontus facere) es el constructor, el que hace/ordena hacer los puentes entre
una orilla y la otra de un río.
(Cuando, tiempo después, sea
el Papa el “sumo pontífice” el puente será entre la tierra y el cielo)
Incluso el propio Augusto y
algunos de sus sucesores, después de su muerte, serán elevados al rango de
dioses (hoy son canonizados, como no hace tanto, los fallecidos Juan XXIII y
Juan Pablo II, santos, intercesores, intermediarios), siendo objetos de un
culto oficial que era, al menos en sus inicios, sinceramente religioso.
El romano Terencio Varrón
distingue entre Teología Mística (mitos e historia de dioses), apta para el
teatro y la poesía, Teología Racional (la de los filósofos) y una Teología
Política o de los dioses del Estado.
¿Qué de extrañar que, en los
primeros siglos, la profesión de fe cristiana, confesarse cristiano
públicamente, fuera contemplada como delito público en el contexto de la religión
oficial romana y padeciera persecuciones por parte de ciertos emperadores?
Pero, posteriormente, con y
tras Constantino y el Edicto de Milán y con Teodosio y Justiniano, el
cristianismo vendría a substituir a la religión romana en el papel de Religión
del Estado, y así seguiría durante muchos siglos y siendo perseguidores de…. Ellos,
que habían sido perseguidos por…
En España, incluso, con el
Nacional-Catolicismo, y desde el mismo año 1.936, bendiciendo a los ejércitos
golpistas el Cardenal Segura, y dándole al golpe de estado contra el régimen
republicano votado por el pueblo, con el nombre de “Cruzada” (rememorando
tiempos medievales y contra los musulmanes).
Y así, hasta el 1.976, y ¡ay
de aquel al que, públicamente, se manifestase en contra!
Otro ejemplo de Religión del
Estado es Japón y el shintoismo, originariamente practicado por la casa
imperial japonesa y que, posteriormente, sería arrinconado por el budismo y el
confucionismo, importados de China a partir del siglo VI.
En el siglo XVIII, un grupo
de intelectuales japoneses se propuso un renacimiento nacionalista cultural y
religioso, que significaban la emancipación respecto a la tutela e influjo de
la cultura china.
Como parte de la recuperación
de la identidad japonesa propugnan el retorno del shintoismo primitivo, que se
produce con la revolución de 1.868 y, de nuevo, los emperadores japoneses, que
durante 250 años habían abdicado de sus responsabilidades de gobierno en los
regentes o shoguns, que la ejercerían tres familias desde el siglo XII hasta el
XIX, el “shogunado”.
Con la restauración del poder
imperial el shintoismo pasó a ser la religión oficial de Japón y la práctica de
su culto fue un deber patriótico, por lo que las otras religiones fueron
perseguidas.
Sólo tras la segunda guerra
mundial se restablecería la libertad de cultos.
En las exequias del primer
nuevo emperador, etapa Meiji (en que el Japón se moderniza), en 1.912, uno de
sus generales se suicidó ritualmente junto con su mujer, en un harakiri que, en
pleno siglo XX, reanudaba la vieja costumbre sintoísta de que el emperador
fuera a la tumba acompañado de sus inmediatos familiares y sirvientes.
El harakiri consiste en un
suicidio ritual japonés por motivos de honor o duelo y que consta de dos
partes: el suicidio mediante una incisión de espada en el vientre y la
decapitación del suicida.
(P.D. Como, en otro lugar,
hemos expuesto las guerras de religión no fueron, precisamente, sólo ni sobre
todo, por motivos religiosos)
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