domingo, 7 de abril de 2019

DIOS Y EL CÉSAR, EL CÉSAR Y DIOS ( y 2 )



Ningún estado ha sido tan piadoso, tan religioso como el romano, aunque, también, existía un culto privado, doméstico, pero fue, sobre todo, Religión del Estado, un asunto público.

Cuando los emperadores romanos asumían, prácticamente, todos los poderes, antes dispersos en distintas magistraturas de la República, obtendrán también las funciones de “sumos pontífices” de la religión imperial romana.

Literalmente, “pontí-fice” (pontus facere) es el constructor, el que hace/ordena hacer los puentes entre una orilla y la otra de un río.

(Cuando, tiempo después, sea el Papa el “sumo pontífice” el puente será entre la tierra y el cielo)

Incluso el propio Augusto y algunos de sus sucesores, después de su muerte, serán elevados al rango de dioses (hoy son canonizados, como no hace tanto, los fallecidos Juan XXIII y Juan Pablo II, santos, intercesores, intermediarios), siendo objetos de un culto oficial que era, al menos en sus inicios, sinceramente religioso.

El romano Terencio Varrón distingue entre Teología Mística (mitos e historia de dioses), apta para el teatro y la poesía, Teología Racional (la de los filósofos) y una Teología Política o de los dioses del Estado.

¿Qué de extrañar que, en los primeros siglos, la profesión de fe cristiana, confesarse cristiano públicamente, fuera contemplada como delito público en el contexto de la religión oficial romana y padeciera persecuciones por parte de ciertos emperadores?

Pero, posteriormente, con y tras Constantino y el Edicto de Milán y con Teodosio y Justiniano, el cristianismo vendría a substituir a la religión romana en el papel de Religión del Estado, y así seguiría durante muchos siglos y siendo perseguidores de…. Ellos, que habían sido perseguidos por…

En España, incluso, con el Nacional-Catolicismo, y desde el mismo año 1.936, bendiciendo a los ejércitos golpistas el Cardenal Segura, y dándole al golpe de estado contra el régimen republicano votado por el pueblo, con el nombre de “Cruzada” (rememorando tiempos medievales y contra los musulmanes).
Y así, hasta el 1.976, y ¡ay de aquel al que, públicamente, se manifestase en contra!

Otro ejemplo de Religión del Estado es Japón y el shintoismo, originariamente practicado por la casa imperial japonesa y que, posteriormente, sería arrinconado por el budismo y el confucionismo, importados de China a partir del siglo VI.

En el siglo XVIII, un grupo de intelectuales japoneses se propuso un renacimiento nacionalista cultural y religioso, que significaban la emancipación respecto a la tutela e influjo de la cultura china.
Como parte de la recuperación de la identidad japonesa propugnan el retorno del shintoismo primitivo, que se produce con la revolución de 1.868 y, de nuevo, los emperadores japoneses, que durante 250 años habían abdicado de sus responsabilidades de gobierno en los regentes o shoguns, que la ejercerían tres familias desde el siglo XII hasta el XIX, el “shogunado”.
Con la restauración del poder imperial el shintoismo pasó a ser la religión oficial de Japón y la práctica de su culto fue un deber patriótico, por lo que las otras religiones fueron perseguidas.

Sólo tras la segunda guerra mundial se restablecería la libertad de cultos.
En las exequias del primer nuevo emperador, etapa Meiji (en que el Japón se moderniza), en 1.912, uno de sus generales se suicidó ritualmente junto con su mujer, en un harakiri que, en pleno siglo XX, reanudaba la vieja costumbre sintoísta de que el emperador fuera a la tumba acompañado de sus inmediatos familiares y sirvientes.

El harakiri consiste en un suicidio ritual japonés por motivos de honor o duelo y que consta de dos partes: el suicidio mediante una incisión de espada en el vientre y la decapitación del suicida.

(P.D. Como, en otro lugar, hemos expuesto las guerras de religión no fueron, precisamente, sólo ni sobre todo, por motivos religiosos)

No hay comentarios:

Publicar un comentario