“Los mitos, como las
religiones, ni son verdaderos ni son falsos”
Mitos y religiones son
conceptos ajenos a la categoría de verdad y/o falsedad.
Sirven o no sirven, sirven
para hacerte feliz o para hacerte un desgraciado, son útiles o inútiles, provechosos
o dañinos, pero nunca ni verdaderos ni falsos.
El mito, como la religión, es
una (entre otras) manera de dar sentido a la existencia y muchos lo necesitan,
otros no.
Para las sociedades antiguas
los mitos hacían ver cómo y por qué ocurrían o no ocurrían los acontecimientos
y por el mito se practicaba uno u otro ritual, para agradecer si el
acontecimiento era deseado o para expiar si el acontecimiento era
contraproducente, para que se alejara y no se repitiera.
La filosofía nació a expensas
del mito, intentando dar razones en vez de aceptar creencias y apoyándose en la
regularidad de la naturaleza y alejando la voluntad caprichosa de los dioses.
Los acontecimientos naturales
ocurren por necesidad y no por arbitrariedad.
Fue el ya comúnmente aceptado
“paso del mito al logos”, que no ocurrió de golpe sino poco a poco.
El amor y la sexualidad fue
considerado como algo natural, y en sus diversas formas eran aceptados como
algo natural aunque, luego, las culturas fueron modelando esa naturalidad.
Tampoco para los filósofos
existencialistas fue un tema preferente (con la excepción de Kierkegaard)
El “Dasein” de Heidegger es
asexuado.
Gabriel Marcel evita el tema
llamándolo “el misterio del amor”. Y si es un misterio…
Sin embargo fueron dos
existencialistas los grandes protagonistas del amor y del sexo: Jean Paul
Sartre y Simone de Beauvoir.
En 1.929, en las oposiciones
a cátedra, Sartre obtiene el número uno y S. de Beauvoir el número dos (aunque
el tribunal deliberaba si ese era el orden adecuado).
“Libertad y contingencia” fue
el tema expuesto y defendido por Sartre, mientras “El papel de la inducción en
las ciencias deductivas” fue el tema defendido por S, de Beauvoir.
“La simpática, guapa pero mal
vestida” S. de Beauvoir, en palabras de Sartre, no tardaría mucho en enrolarse
en el grupo en el que estaba Sartre.
“La Castor ” – le pusieron de
mote pues, en inglés, “beaver” significa “castor”.
Así comenzó la relación entre
ambos, y que duraría 51 años,
Ella fue “la hermana que
estaba buscando” – dirá Sartre, y eso que ella era de alta familia,
conservadora, pero que estaba empezando su liberación.
Desde ese momento ya estarán
siempre juntos, discutiendo de filosofía aunque la intimidad va progresando
entre ellos.
Pero Sartre, desde el primer
momento, puso tres condiciones para continuar la relación: “viajar”, “la
poligamia” y “la transparencia”.
Durante los dos primeros
años, y en cualquier momento, cada uno de ellos podía entrar en la vida del
otro y conocer de primera mano, y antes que nadie, lo que el otro estuviera
haciendo.
“Estaba prohibido mentir”.
“La sinceridad (la
transparencia) es algo a lo que no puedo renunciar” – dice Sartre (aunque a lo
largo de su vida transgrediera la misma en múltiples ocasiones).
“Los mentí a todos, también a
“Castor” – confesará a un periodista al final de su vida (aunque los escarceos
amorosos fueron circunstanciales, pero fueron).
“Es un pésimo amante” –
confesará S. de Beauvoir y fue con Nelson, un novelista americano, descubrió
por primera vez el placer sexual.
“Te pertenezco, Nelson, soy
tu pequeño fetiche”
Dos años de servicio militar,
antes de marcharse a Japón, huyendo del trabajo y de la monotonía de la
enseñanza en un Instituto de provincias y, durante ese tiempo inventó dos
términos: “amores necesarios” y “amores contingentes”.
S. de Beauvoir tendría
preferencias sobre otras mujeres, pero no la exclusividad.
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