“¿Quién no ha matado a su
madre…de pensamiento?”
“¡Juzgar a un hombre por sus
intenciones! ¡Es como si se valorara a un artista por su proyecto y no por su
pintura! ¡Quién no ha matado a su madre, engañado a su mujer, si se trata
de pensamientos!
Se viviría en una peculiar
soledad, si los pensamientos pudieran matar”.
Y en soledad terminó
Nietzsche con sus pensamientos malvados, recogido enajenado por su madre y por
su hermana.
Llama “pensamientos” a las imaginaciones que le pasan por la cabeza a quien no le faltan episodios de alucinación.
(¿A quién no se le ha
ocurrido alguna vez matar a su madre? No creo que al lector, pero al autor de
este resumen jamás se le ocurrió ni en broma semejante barbaridad. Hay que
estar muy loco para “pensar” en parricida).
Violencia con la madre.
Son verdaderamente
lamentables los desahogos en las rupturas con su madre y hermana, más
repugnantes que cuando se enfurece contra absolutamente todas sus relaciones
personales, salvo Overbeck, que ha controlado su obra.
No sería condición
imprescindible estar de los nervios y abandonar intempestivamente a su
madre escapando a Leipzig el 7 de septiembre de 1882 cuando ella le dijo
que “era la vergüenza de la tumba de su padre”, pero grave tenía que estar la
situación para que su madre llegara a increparlo de ese modo.
Marzo de 1883 a Overbeck: “No aguanto
a mi madre y me desagrada escuchar la voz de mi hermana; siempre que he
estado con ellas me he puesto malo”.
En realidad es lo contrario:
cuando enferma con tanta frecuencia, va a que lo cuiden su madre y su hermana.
Y así ocurrió en su fase
terminal de once años.
Bilis en vez de leche materna.
Nietzsche considera como
“humano, muy humano” (término de sentido despectivo), el proceso de la
transustanciación, de la asimilación digestiva que hace un espíritu libre, que
empieza a respirar cuando decide desprenderse de las atenciones y los cuidados
maternos que le proporcionan las mujeres,… “por eso fácilmente se le convierten
las convicciones maternas con que le proveen las mujeres, por eso se le
convierte la leche materna en bilis”.
Era literalmente su propio
metabolismo: desde 1873 se vaciaba frecuentemente en vómitos biliosos
sanguinolentos, que le provocaban exabruptos mentales.
Luego se quejaba amargamente de que su madre le recriminara ser la vergüenza de la familia.
Luego se quejaba amargamente de que su madre le recriminara ser la vergüenza de la familia.
Ruptura con su madre y su
hermana sobre las que escribe desahogos tales que bastan para comprender lo que
tenía Nietzsche de degenerado.
Comentaristas que vivieron y
viven de los escritos de Nietzsche prefieren demonizar exclusivamente a su
hermana, ya que no a su madre.
Son las dos mujeres que le
atendieron, con la ayuda de otra mujer, en sus necesidades cuando Nietzsche ni
se valía para lo más fisiológico.
Matar a la madre, ¡no solo de
pensamiento!
Köselitz, el íntimo de
Nietzsche junto con Overbeck hasta el final, manifiesta en 1893 su temor
de que Nietzsche, sedado parcialmente con narcóticos después del shock al que
le llevó su enfermedad cerebral en 1889, entraba en tal agitación
nerviosa que podía “pegar o estrangular a su madre”.
Para entonces su enajenación era total, él era los mil monstruos a la vez que le rondaron toda su vida, y que tomaron definitivamente posesión de su cerebro debilitado.
Nietzsche está obsesionado con los asesinos de mujeres, literarios y reales, lo que hoy se llama crímenes de género, machismo criminal.
En él se funden el complejo
de Edipo, el complejo de Electra, el complejo de Orestes, el complejo de Don
Juan, el complejo de Don José, asesino de Carmen, obsesión del Nietzsche
decrépito, el complejo del criminal Prado (el perfecto Don Juan) y de Chambige,
en resumen, el complejo Nietzsche.
Hay que ver cuánto los
asesinos de mujer literarios y reales obsesionaron a Nietzsche, hasta qué punto
Nietzsche hizo de sí mismo un héroe trágico criminal, y en qué medida lo
encarnó en sí mismo, auto divinizándose desde adolescente especialmente en
Dionisos.
En Pforta trabaja sobre Edipo
de Sófocles. En 1864 trabaja sobre Edipo rey.
Los mitos wagnerianos entre
los que vivió durante diez años de 1868 a 1878 representaban suicidios y crímenes
de los héroes.
Sobre los trágicos griegos
enseña en el Pedagogium de Basilea 1872/3/4 para dos únicos estudiantes del
seminario de invierno 1874/5, y se identifica con Edipo en el fragmento de “yo
soy el último filósofo… el último hombre.”
Los mitos trágicos habitaron
el cerebro de Nietzsche.
Matar a la mujer, matar a la
madre. Esto no es filosofía como amor a la sabiduría. Esto es filomanía, amor a
la locura.
Nietzsche ha muerto.
El hombre, hombre y mujer,
continúa filosofando en busca de la verdad y del bien.
Si algún devoto adorador
dionisíaco sigue en su empeño después de considerar esta pequeña muestra de las
numerosísimas expresiones de Nietzsche denigrantes para la condición de mujer,
entonces es verdad el dogma fundamental del dionisíaco: el eterno retorno de la
locura.
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