viernes, 22 de mayo de 2015

LA MEDICINA (Y 4)



A medida que fue desapareciendo la creencia en los milagros en el curso de la naturaleza, también fue desapareciendo la fe en la brujería, que no es que fuera refutada, con pruebas, simplemente dejó de parecer digna de examen.

En el estudio de las enfermedades del cuerpo humano nada era posible, científicamente, sin la Anatomía y la Fisiología, y éstas no eran posibles sin la disección, a la que se oponía la Iglesia.

Vesalio, el primero que practicó una anatomía científica logró escapar a la censura oficial, por un tiempo, porque era médico del Emperador Carlos V, quien temía que sufriera deterioro su salud si se le privaba de su médico de cabecera.
Pero su hijo y sucesor, Felipe II, no vio razón para proteger a un sospechoso. Y Vesalio no pudo obtener y disponer de más cuerpos para la disección.
La Iglesia creía que hay en el cuerpo humano u hueso indestructible, que es el núcleo de su resurrección.
Al ser preguntado Vesalio por tal hueso contestó que nunca lo había encontrado.

Si Aristóteles (su Física teleológica) fue un obstáculo para el surgimiento de la Física Moderna Mecanicista, Galeno (su Medicina) lo fue para el progreso de la Medicina.
Los seguidores de Galeno persiguieron a Vesalio con incansable hostilidad y, al fin, encontraron una oportunidad para arruinarlo.
Mientras estaba examinando el cadáver de un Grande de España se observó que el corazón (así lo atestiguaron los perseguidores) mostraba algunos signos de vida bajo el bisturí, por lo que sería acusado de asesinato y entregado a la Inquisición.
Por influencia del Rey se le permitió hacer penitencia con una peregrinación a Tierra Santa.
Pero, a su regreso, naufragó el barco y, aunque llegó a tierra, murió de agotamiento.
Pero su influencia sobrevivió. Uno de sus discípulos fue Falopio, quien mostró que la única manera de encontrar lo que hay en el cuerpo humano es “mirando” y “viendo”.

La Fisiología se desarrolló después de la Anatomía, llegando a ser científica con Harvey (1.578-1.653), el descubridor de la circulación de la sangre, médico de la Corte, como Vesalio, pero que no sufrió persecución.
Pero eso era en los países protestantes, porque en las Universidades Españolas la circulación de la sangre era todavía negada a finales del XVIII y la disección no formaba parte de los estudios médicos.
Los viejos prejuicios teológicos se despertaban ante cualquier novedad.

La inoculación contra la viruela desató una gran cantidad de protestas de los teólogos.
Hasta la Sorbona se pronunció en contra.
Un clérigo anglicano afirmaba que las pústulas de Job se debían, sin duda, a la inoculación por el Diablo, al tiempo que varios ministros escoceses publicaron un manifiesto diciendo que “se estaba tratando de desafiar el juicio divino”.
Pero fue tan notable la disminución de muertes por viruela que los terrores teológicos no lograron contrarrestar el temor a la enfermedad.
En 1.768 hasta la Emperatriz Catalina y su hijo se dejaron inocular.

Los clérigos consideraban la vacuna como “un insolente desafío a la voluntad misma de Dios”.
Todavía en 1.885 la parte católica de Montreal, donde hubo un brote de viruela, se resistió a la vacuna con el apoyo de su clero.
Un sacerdote afirmaba: “si estamos afligidos por la viruela es porque tuvimos un carnaval, el último invierno, festejando la carne, lo que ha ofendido al Señor”.
Seguía el clero despotricando contra la vacuna, exhortando a los fieles a dedicarse a la oración y, sobre todo, a rezar el santo rosario, con una gran procesión e invocaciones a la virgen.

¿Y con el descubrimiento de los anestésicos?
Cuando se recomendaba su uso en el parto el clero esgrimía la Biblia, cuando Dios dijo a Eva: “parirás con dolor a tus hijos” (Génesis III, 16) y, con el cloroformo, al no sentir dolor, se iba contra el mandamiento divino, aunque los defensores esgrimían que Dios había sumido a Adán en un profundo sueño, cuando le extrajo su costilla.

Es enorme el daño que la Teología ha causado a la humanidad, dando un carácter sagrado a prácticas venidas de edades más ignorantes y bárbaras.

Pero es que la intromisión de la teología sigue estando presente, como en el control de natalidad, la legalización del aborto (al menos en ciertos respectos), la utilización del preservativo, no sólo como método anticonceptivo, sino como prevención de enfermedades.
Todos serían pecados intrínsecamente malos, “contra natura”

Que el embrión tiene alma es algo indudable para los teólogos.
Siempre la Teología interfiriendo en la Medicina.

¿Quién puede pensar que sea malo evitar enfermedades y epidemias mediante la sanidad y la higiene? Pues, todavía, algunos siguen pensando y predicando que las enfermedades son enviadas por Dios.
¿Solución? Confesarse, arrepentirse y rezar.


(Extracto, comentado, de parte de la obra de B. Russell “RELIGIÓN Y CIENCIA”)

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