Dice la R.A .E. que es “la ciencia y el
arte de precaver y curar las enfermedades del cuerpo humano”
Primero fue “el arte de
curar”, la manera de curar, después, y muy tarde, llegaría “la ciencia de
curar”, basada en argumentos, razones, causas,…
Es la ciencia dedicada al
estudio de la vida, la salud, las enfermedades y la muerte del ser humano e
implica el arte de ejercer tal conocimiento técnico para el mantenimiento y
recuperación de la salud, aplicándolo al diagnóstico, tratamiento y prevención
de las enfermedades.
Pero (como hemos ya indicado)
antes de ser “ciencia” fue “arte”.
Los “curanderos” antecedieron
a los “médicos”, el “sacamuelas” fue muy anterior al “odontólogo”
En esa etapa precientífica el
estudio del cuerpo humano y sus enfermedades estaban basados en una serie de
supersticiones, ya en la etapa precristiana, pero que luego, con el
cristianismo siguió bañada en supersticiones, por el peso de la autoridad
eclesiástica.
Ya en el Evangelio aparece la
pregunta de los apóstoles ante la presencia de un tullido (el que ha perdido el
movimiento del cuerpo o de alguno de sus miembros): ¿“Quién pecó, él o sus
padres”?. Porque se sostenía que el pecado de los padres podía afectar al
pecador o a sus hijos, o a sus nietos, a
sus bisnietos o a sus tataranietos (“hasta la tercera y cuarta generación”)
Las enfermedades tenían su
origen o bien en Dios, para castigar un pecado, o bien, y más a menudo, en el
diablo.
Las tres terapias en la
antigüedad estaban en relación al tipo de enfermedad padecida: Si el origen son
los demonios, la terapia es el exorcismo o el milagro; si es producto de
poderes arcanos, el remedio es la magia, y si son meros trastornos funcionales
para esto está la medicina.
Podía ser curada, pues, por
la oración, pidiéndoselo directamente a Dios o, más a menudo, por la
intervención de los santos, de la Virgen
María , o en contacto con las santas reliquias, o por
peregrinación, o por donación de tierras a la Iglesia.
Y cuando la enfermedad era
causada por el diablo a través, sobre todo de exorcismos.
Diablo (griego) o Satán
(hebreo) “adversario” o Belcebú (cananeo) o Satanás (“el ángel caído”, uno de
los ángeles de Yahvé que se hizo malvado) o Lucifer (“el portador de luz”, su
nombre real) o Belial o Samael o Luzbel o “El maligno” o Mefistófeles o
Leviatán o Anticristo,…. (Y, seguramente, habrá más sinónimos).
“Demonio” proviene de
“daimon”, que significa “don” y no tiene, en sí mismo, connotaciones negativas.
Es una cualidad que alguien tiene.
Por ejemplo, Sócrates solía
decir: “me ha dicho mi daimon, mi demonio”, ese genio o cualidad que llevo
dentro, esa intuición, ese don que poseo,
Brujo o Hechicero o Mago o
Adivino o Encantador o Nigromante o Agorero o Vidente o Taumaturgo o Curandero
o Arúspice o Sibila,… (Y, seguramente, habrá más sinónimos)
La verdad es que, cuando los
primeros Padres de la Iglesia
hablan del diablo están refiriéndose a los dioses paganos, que habitaban en el
Olimpo y que se suponía que eran servidores de Satanás, y que estarían rabiosos
de ver cómo crecía y crecía la nueva doctrina cristiana.
“La medicina es inútil –decía
San Gregorio Nacianceno- pero la imposición de manos sagradas es, a menudo, más
eficaz”.
Había obsesión por las
reliquias religiosas (hasta Franco y el brazo de Santa Teresa) tanta que llegó
a ser una fuente muy apreciable de ingresos para la Iglesia , y ello, a pesar de que los adorados huesos de
Santa Rosalía, en Palermo, tras un detenido y profundo estudio, se vio que
correspondían con los de un chivo.
Pero, a pesar de eso, las
curaciones continuaron.
Pero ahora sabemos que
ciertas clases de enfermedades pueden ser curadas por la fe, mientras que otras
no y demandan un tratamiento basado en la patología.
No hay comentarios:
Publicar un comentario