Dice el genial filósofo español, José Antonio Marina que,
puesto que el hombre nace siempre en un grupo social, muchos piensan que la
identidad se define por la pertenencia a ese grupo.
Pero se trata de una decisión que siempre encierra una gran
arbitrariedad. Porque yo, tú y el vecino del 5º pertenecemos a muchos
colectivos. Mi raza, mi lengua, mi género, mi nación, mi clase social, mi
religión, mi civilización…. ¿Por qué elegir una y no otra como punto de
referencia?. Entonces, yo, puedo convertirme en un racista, en un machista, en
un nacionalista excluyente, en un fanático, en un….
¿Por qué no elegimos, como punto de referencia, la
pertenencia a la especie humana, en la que cabemos todos, porque todos somos
igual de personas, y. sobre ella, construir los derechos humanos, universales?.
Nosotros ya pertenecemos a otro colectivo, el de los
jubilados o, mejor, pensionistas. Pero no sólo somos eso. También somos esposos
(lo digo yo, varón), hijos, padres, hermanos, abuelos, lectores, escritores,
conferenciantes, españoles, hablamos castellano, somos andaluces, blancos,
católicos,….
Todos tenemos muchas identidades.
Apostarlo todo a una identidad es una prueba manifiesta de
inmadurez y de pobreza voluntaria. Toda la actividad estará volcada hacia esa
identidad. Así salen los racistas, xenófobos, inquisidores, nacionalistas,
mutilados afectivos,…
Leo un artículo de un señor que fue presidente de la banca.
Ya el título me pone en guardia. “La jubilación como una escalada”.
La vida del escalador, del montañista, es así, siempre
forzada y sufriendo en la escalada y mientras escala hasta llegar a la cima.
La vida de un paseante vitalista, como yo, naturalmente que
no es así.
Escalada, escala, escalera.
Si alguien ve la vida como una escalera, tendrá que escalar,
al vivir. La escalera siempre es un lugar de paso, nunca una morada en la que
residir.
Y escalar, recorrer la escalera, siempre es sacrificio, menos
para bajar, más para subir. La ley de la gravedad es la ley de la gravedad.
El premio de la escalera es el rellano, cuando se llega.
El premio de la escalada es la cima, cuando se llega.
El premio del paseo es el pasear mismo, mientras se va,
porque no hay llegada obligatoria.
Considerar la vida como una escala implica un reto, llegar,
implica una aventura. Y la aventura puede terminar en bienaventuranza o
malaventura.
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