Solemos confundir las
palabras. Nosotros, ahora, estamos ociosos.
Pero el ocio no es no hacer
nada. Eso es la pereza, la madre de todos los vicios (como decía la enseñanza
de la Iglesia ).
El ocio es no tener que
trabajar para ganar un salario (que eso sería el neg-ocio, la negación del
ocio, el tener que trabajar para comer).
El ocio es lo que te permite
destinar todo el tiempo a actividades saludables, placenteras, beneficiosas.
Cuando vamos de senderismo
con un guía, él y nosotros hacemos lo mismo, pero él está neg-ociando, nosotros
estamos ociando. Lo hacemos porque nos da la gana, porque nos gusta y porque
nos apetece. A él, a lo mejor no, pero lo tiene que hacer. Él está trabajando.
El hombre productivo, trabajador, tiene sus paréntesis de
ocio: los fines de semana, las fiestas, las vacaciones,… en los que puede
destinar el tiempo a actividades que le gustan (jugar al fútbol en la
urbanización, cortar el césped, montar en bicicleta,….), cosa que no puede
hacer en las jornadas laborales.
Para éstos el ocio es una pausa en su trabajo, para recuperar
el aliento, para reponer fuerzas, para poder seguir trabajando al menos al
mismo ritmo.
Nosotros no.
Nuestro ocio ya no es
pasajero.
Nuestro ocio ya es un estado.
“Estamos ociosos”, no es que
tengamos ocio, no, vivimos en el ocio, es decir, sin tener que trabajar en lo
que, seguramente, no te apetecía pero que tenías que hacerlo.
Ahora, en el ocio, puedes
hacer, porque te gusta, lo que no pudiste hacer cuando trabajabas.
¡Qué suerte, poder hacer lo
que quieres y porque quieres y cuando quieres¡
Tanto el tener que trabajar como el no poder trabajar, tanto
el trabajo obligatorio como el paro obligatorio, son los dos polos opuestos de
una existencia humana sin salida.
Unos porque tienen que
hacerlo, otros porque no pueden hacerlo.
Nosotros somos superiores,
podemos hacerlo, podemos no hacerlo, todo depende de si nos apetece o no.
¡Bienaventurados, nosotros¡. ¡Qué envidia les damos¡.
Déjenme que filosofe un poco. ¿Por qué trabaja el hombre?
(Dejo aparte la motivación religiosa del Génesis de que es un mandato de Dios,
como contrapartida o castigo por haberlo desobedecido al comer la manzana y
pecar de nuestros primeros padres. Yo no sé, ya, quién puede creerse eso).
Filosofo.
Por tres motivos
fundamentales trabaja el hombre. Tres son las motivaciones del trabajo, del
trabajar:
1.-Por motivos externos, motivaciones externas. Por cobrar un
salario para poder comprar lo necesario para vivir, o para conseguir un premio,
o para evitar un castigo.
La fuerza que me impulsa a trabajar está fuera del trabajo
(el salario, el premio o el castigo, las vacaciones, los incentivos, subir de
categoría, pagar la hipoteca, la luz, el gas,….), por todas esas cosas trabajo.
Por motivos externos.
2.- Por motivos internos o intrínsecos. Trabajar por el
placer que produce el trabajo, por la satisfacción que conlleva el trabajar,
por el orgullo de sentirse agente o realizador, autor de esa obra.
Trabajar por el placer de
trabajar en sí, no por algo externo al trabajo.
¿Uds. creen que Picasso
trabajaba por o para ganar dinero?, ¿por motivaciones externas al arte?.
Picasso no podía no crear.
Esa era su vida.
El placer de crear, además
obras geniales.
Le preguntaron a Nietzsche: “Y, ¿Ud. por qué escribe?”. Y
decía Nietzsche: “Pero Ud. cree que yo puedo no escribir?. Escribo porque no
tengo más remedio, me lo pide el cuerpo, disfruto, hay una fuerza dentro de mí
que me impulsa a escribir, al tiempo que gozo escribiendo.
No, pues, por motivos
externos.
Pero también hay otro tipo de motivaciones, ya no en relación
con uno mismo (porque cobro, porque me gusta), sino por los otros. Son las
3.- Motivaciones transcendentales. Las que trascienden al
sujeto trabajador, las que están más allá de él.
Trabajar por las consecuencias de su trabajo para otras
personas.
Para satisfacer no ya sus
necesidades, sino las necesidades de otras personas distintas a él.
Esas otras personas pueden
ser sus familiares pero también pueden ser gente no familiar, personas anónimas.
Todos somos testigos de compañeros que trabajan con ancianos,
con inválidos, con niños que padecen cáncer, con mujeres maltratadas, con
personas que viven solas,…..
Trabajan, gratis, por ellos, para ellos, no para uno. Son
motivaciones transcendentes.
Nosotros, los pensionistas, por motivaciones externas ya,
gracias a Dios y a la Seguridad Social, NO. Pero ¿trabajar por motivaciones
internas y transcendentales?. Más que nadie.
Tus hobbys y tu compañía.
Los nuevos aprendizajes, queridos, por placenteros, sin
motivaciones de dinero, por una satisfacción intelectual o sentimental, para
sacarte esa espinita que tenías ahí clavada y que ahora te la arrancas, por el
placer que ello te produce.
O ese trabajar prestando servicios a la comunidad, a los
colectivos necesitados, sin ánimo de lucro, por solidaridad con los que sufren,
y que te llena, que te plenifica.
¡Dios, qué grandeza la de los jubilados¡.
Esa actividad de voluntariado
da un nuevo sentido, esta vez transcendente, a tu vida, orgullosos, con la
autoestima al alza, viéndose mayores pero considerándose útiles socialmente.
Dicen que una vez, una persona, se acercó a una cantera y se
encontró allí a muchos hombres trabajando. Le preguntó a uno; “¿Qué está Ud.
Haciendo?” a lo que el cantero le respondió: “Pues ya lo ve Ud. picando
piedra”.
Se acercó al segundo y le hizo la misma pregunta: “¿qué está
Ud. haciendo?”. Pues ya lo ve Ud. ganándome el jornal para poder comer yo y mi
familia.
Preguntado, igualmente, un tercer cantero, éste respondió,
orgulloso, “estoy haciendo una catedral”.
Los tres hacían lo mismo. Los motivos, sin embargo, eran
distintos.
Esto es lo que me gusta de la tercera edad, que podemos hacer
lo mismo que los trabajadores adultos, pero sin cobrar, y por motivos
superiores, por ayudar, por solidaridad.
¡Bienaventurada edad, la nuestra¡
El Arcipreste de Hita da otra
versión de por qué el hombre tiene que trabajar:
“Como dice Aristóteles, cosa
es verdadera // el hombre por dos cosas trabaja // la primera por haber
mantenencia. La otra cosa era, por haber juntamiento con hembra placentera”
Más prosaico. Para poder
comer y para poder follar.
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