(Aunque escrito hace algunos
años, no creo que haya perdido actualidad. Bastaría con cambiar las caras de
los políticos, ubicando el artículo a la situación actual)
Hoy podría sustituir a Nina Ferrys por ELSA PATAKI o, mejor
por CRISTINA PEDROCHE Y sustituir una verruga y un “ahora” por un “Yo voy”. O sustituir no sé qué por un “Cambiar a mejor
es posible”. “¿El otro? No hace falta cambiarlo. Llevamos, desde siempre,
“yendo al máximo” y “vamos imparables”, y ya deberíamos haber llegado o
habernos estrellado.
Podría haber cambiado las braguitas y el sujetador por un
helado. Pero he optado por mantenerlo tal como salió de la mente de este obseso
hace (casi nada) 18 años.
Según dice mi mujer, me encontraron llorando en la Playa del Chanquete, al
quinto día de mi desaparición.
Dice que mostraba (yo) un ánimo deprimente y tenía un
aspecto deplorable: desaliñado, sucio. El pelo greñoso y grasiento, la cara
demacrada, blancuzca, muy desmejorado, con grandes ojeras, como de haber
llorado mucho y repitiendo, como un disco rayado: “no hay derecho”, “no hay
derecho”, “no hay derecho”…
Estoy, ahora, aquí, sentado en mi terraza, escribiendo estas
líneas y bastante recuperado del incidente, del paréntesis, del acontecimiento
o de como usted quiera llamarlo (que para eso gozamos de libertad de
expresión).
Estoy intentando recordar, a ráfagas. Quiero poner en orden
mi pasado reciente. Estoy ahora, ya, contemplando las tres vallas publicitarias
que hay ahí, frente a mí, en el Camino del Pato, justo entre las dos farolas,
delante de la panadería.
En una de ellas hay dos enormes cabezas, como dos grandes
globos hinchados y a punto de estallar (como un “big bang” humano en la
expansión del universo), intentando venderme/que yo compre sus ideas a cambio
de mi voto.
En otra (¡oh Dios¡ perdónales el pecado mortal contra la
estética, porque no saben lo que han hecho), una cabeza casi calva, obsesionada
con que yo no les dé mi voto a las otras dos cabezas.
En la valla de la derecha hay una verruga pegada a un
hombre, donde pone, en letras muy grandes AHORA. (¿Será que ya han descubierto
el remedio anti-verrugas?).
Durante más de dos meses, en esas tres vallas publicitarias,
tanto a la luz del sol como a la tenue luz amarillenta de la luna y de las farolas,
ha estado presente NINA, mi NINA. La tienen ustedes que recordar. La que tenía
por única ropa una minúscula, casi microscópica, pero siempre
insinuante/atrayente braguita FERRYS.
Será por que desciendo de la comarca minera del Alquife, o
porque mi padre tenía Hierro de segundo apellido o porque mi suegro era capitán
del ferrys Algeciras-Tánger… lo cierto (y verdad) es que entre Ferrys y yo
habíamos establecido un tácito acuerdo (inconsciente, claro está) de que allí
tenía que estar NINA, y por triplicado, frente a mi terraza, en las tres
vallas.
Sólo Dios y la luna llena son testigos de la cantidad de
noches que me he levantado de la cama, a las tantas de la mañana, entre sueño y
sueño, y, en chanclas y en pijama, me he sentado en la terraza, contemplando a
NINA, sin decir nada, sólo mirando, contemplando, sin prisa, extasiado. ¡Qué
placer, oh Dios, el placer de la mirada¡.
NINA no me pide nada, no me exige nada, sólo me sugiere, me
invita a seguir ahí. No me habla, pero estamos en comunicación. ¡Qué gesto
petrificado e insinuante¡.
Ese cuerpo curvilíneo, tan proporcionalmente repartido,
recostado en posición no forzada, tapando, disimuladamente, con un brazo, lo
que podía ser considerado pornográfico por un alguacil de aldea, pero que es
solamente erótico para todo bien nacido, como tu y como yo. (Oh, Dios ¿cómo ha
podido ser considerado pecado este placer visual en la contemplación de tal
perfección carnal?.
NINA ahí y yo aquí, frente a frente durante más de dos
meses, en comunicación constante y simultánea, nocturna y diurna, intensamente
enamorado y siempre correspondido.
Ni mi mujer se ha dado cuenta. Sólo su sorpresa y/o su
cabreo de estar (yo) todo el día en la dichosa terraza, sin hacer nada, y de
tanto levantarme (¡a mear¡) por las noches.
Y ahora, aquí, en esta misma terraza, pero sin NINA, y
(además) con los cabezones.
Ahora recuerdo que, para ir la Instituto , me inventaba
la excusa del tráfico y daba un rodeo enorme. Y todo por pasar junto al campo
de fútbol, seguir la tapia sur del cuartel y, luego, el cruce con la C / Ayala. Total, cinco vallas.
Cinco NINAS. Cinco placeres. Más que placeres, cinco goces.
Y ahora recuerdo, también, cuando mi mujer me preguntaba por
qué teníamos que ir a tomar una cerveza, en coche, a la venta El Molino, a
cuatro kilómetros. Yo creo que nunca se dio cuenta que eran cuatro NINAS en el
trayecto. Pero yo creo que nunca se tragó lo de que la cerveza San Miguel
estaba, en El Molino, a la temperatura ideal y sabían “tirarla” mejor. ¿Desde
cuándo has sido tú un buen catador? -me
decía- y tenía toda la razón del mundo.
Pero recuerdo, sobre todas las vallas, las dos de la C / Ramón y Cajal, junto al
semáforo. Yo era el primero en parar. Ya desde lejos calculaba velocidad y
tiempo para que se pusiera amarillo, justo-justo, antes de parar y poner punto
muerto. Miraba, disfrutaba con fruición, devoraba con la imaginación. Sólo un
minuto. Pero era un minuto muy largo. Los jueves dos, mañana y tarde. Me
quedaba embobado, con la conciencia de vacaciones. Metía la primera cuando mi
mujer me zarandeaba la pierna o cuando las bocinas de los de atrás se ponían
tan pesadas que se hacían insoportables (a veces ni les daba tiempo a pasar a
más de dos coches).
¿Cuántas veces se me caló el coche en ese semáforo?. Nunca
oí tantas blasfemias. ¿Se me calaba o lo dejaba calar? (¡Qué igual da¡, se
juntaba el hambre con las ganas de comer).
Llevo ya tres días de
baja en el trabajo. Mis alumnos tienen que recordarlo. Era un final de curso,
en plenos exámenes. Comuniqué, al Director, tener fiebre. Pero a mi mujer no le
he dicho nada. Así que a las ocho y cuarto, como cada día laboral normal, salgo
con el coche recorriendo las calles, por ver si alguna valla ha quedado libre
de tal desaguisado. Llevo ya contadas quinientas veintiocho en el casco urbano.
Ni una NINA. Mucho coche, mucho Corte Inglés, mucho político. Pero ninguno de
Estética. Todas anuncian mercancía. Todos invitan/incitan a que le des y que te
vayas. Sólo la de NINA invita a estar ahí, a quedarte,
Y vuelvo a ver las inmensas cabezotas.
Pero ¿cómo puede salir
de algo tan poco atractivo/atrayente algo que te invite/te incite a
vivir mejor?.
Comprendo, soy consciente, de que hay mucho paro y que los
cabezones quieren trabajar.
Yo comprendo que hay oficios raros y que ellos quieren
trabajar en ese oficio. Pero ¿no podrían prescindir de mí?. ¿Es que su deseo de
trabajar es motivo suficiente o necesario para desbancarme a NINA de las
vallas?.
He llamado al Ayuntamiento. He prometido trabajo social por
las tardes, darle mi voto, conseguir el de mi vecina Manoli y los dos votos de
mis suegros al primero que aparezca por
aquí arrancando esos horrendos carteles y reponiendo los de NINA, pero, hasta
la telefonista, ( estoy seguro que contratada-interina-temporal por una baja
materna, seguro-seguro que está ahí por tráfico de influencias), me ha puesto a
parir, me ha regañado, me ha largado una perorata, con malos modales, me ha
echado en cara mi bajo nivel cultural
porque, para ella, la política es una cosa muy seria, y que esos señores de las
vallas son unos profesionales de la “res publica”, son los conductores de la
sociedad, las mentes lúcidas, capaces de llevar a buen puerto a esta España
marinera. Y que lo que albergan en sus privilegiadas mentes ( “no las llame
usted “cabezas” y lo de “usted” lo dijo con un rin-tin-tin…), no sólo son ideas,
son proyectos de futuro sistemáticamente elaborados por equipos de expertos de
las distintas ramas del saber, y ellos son los únicos que pueden aminorar,
cuantitativa y cualitativamente, las pertinaces cifras de desempleo, controlar
la siempre díscola e incontrolable inflación, reestructurar los nuevos cauces
económicos, enfriar la especulación, recalentar la contratación, acelerar el
mecanismo productivo, racionalizar la subida bursátil, consiguiendo que la
inversión se desvíe y se encauce hacia actividades hasta ahora aún no
experimentadas, incentivar el sector secundario, introducir cuñas en el
pertinaz y sostenido paro juvenil, concienciar a los grupos sociales del desequilibrio
que genera una economía no flotante y expresamente manifiesta, y además, sepa
usted que…
-Pero
señorita ,(porque deduje, automáticamente, que era joven y que estaba allí por
designación digital, a pesar de su desenvolvimiento en el argot económico-social),
¡por Dios¡, si yo lo único que quiero es que me coloquen otra vez a mi NINA, la
de las braguitas Ferrys , en las vallas que hay frente a mi terraza para poder
contemplar ese desn….
-“Machista”,
eso es lo que es usted, un “machista”. Fue lo único que oí antes del golpe que
produjo en mi oído el ruido de colgar bruscamente el teléfono.
No hay derecho. ¿Es que es tanto o tan difícil lo que pido?.
Yo dije muchas veces a mis alumnos que, en mis tiempo de
niño, tenía que haber habido en los confesionarios, psicólogos en vez de curas
o frailes; y ahora, ya bastante maduro, no hago más que repetir y repetirme que
lo ético es más digno que lo político, que lo estético es preferible a lo
económico, que lo psíquico debe ir armónico con lo fisiológico. Es decir, que
yo lo único que quiero es que repongan a NINA en sus vallas.
¿Cómo va a ser igual –díganme ustedes- estar viendo el
cuerpo juguetón de NINA, sus insinuaciones, su inocente pero pícara mirada, su
imantada postura, su saber estar ahí, que estar viendo esas enormes “cabezotas”?
(¡Que se jod….la telefonista, ahora que no me oye).
¿No es más atractivo/atrayente el triunfo de la Estética que la
representación teatrera de la
Política ?. ¿Cómo va a ser igual la suave curva de una cadera
que la línea cerrada de una cabeza?. ¿Cómo comparar ese ombligo que se esconde,
pícaro, entre circunvoluciones, hacia dentro, que esa nariz, horrorosa, adosada
a una cara de plato?. ¿Cómo comparar ese cutis delicado con esa barba
impenitente?. ¿Qué decir de esa silueta, que no sabes si empieza o termina,
comparada con estas deformadas
circunferencias con orejas, medio calvas, o con verruga antiestética incluida?.
¿Cómo comparar a quien está ahí, mirándote, sonriéndote e invitándote, con
quienes han sido colocados ahí para exigirte?. Cada vez que los veo parece que
quieren cogerte por la solapa, ponerte boca abajo y zarandearte para que tu
voto caiga de tu bolsillo a su bolsillo.
Todos dicen que lo saben todo; que saben todos mis problemas
y que saben las soluciones, pero no me
dejan preguntarle por qué no me los han solventado todavía, porque mis
problemas siguen siendo los mismos de siempre.
Uno de ellos se me hace más sospechoso, porque parece que
acaba de descubrir la electricidad a dos colores (“anda-luz” y en medio la
bombilla). Y el otro, ¿qué quieren que yo les diga?. Yo no soy de Jerez,
además, en mi casa nadie tiene verrugas, al menos en la cara. ¡Ay, la
estética¡.
Pero, señores políticos, compréndanme, si yo lo único que
quiero es que me vuelvan a poner a NINA en sus vallas-mi vivienda, porque
prefiero las insinuaciones e invitaciones femeninas a castigar mis oídos con
culebras palabreras, quiero disfrutar del tiempo permanentemente y no tener que
sufrir el sarampión de las épocas de campaña.
Pero, ¿por qué los políticos tienen complejo de ducha o
bañera?. ¿Por qué se consideran necesarios? (y eso es un mal menor, lo malo es
cuando se consideran imprescindibles, entonces…).
Yo pertenezco a esa clase de hombres que quiere entrar a
formar parte de la sociedad ideal, aquella en la que la política es innecesaria
(¡joer, qué buena me ha salido la frasecilla¡).
Yo, (la verdad sea dicha), los comprendo. Y comprendo
que ellos tengan que vivir de lo que
saben, pero los demás también tenemos derecho a disfrutar de lo poco que nos
queda.
¿Qué voy a hacer yo ahora con mi terraza… ¿Qué voy a hacer
yo ahora cuando me despierte por las noches y ya no tenga motivación para
levantarme (¡a mear, naturalmente¡). ¿Los haré a ellos responsables de mis
desavenencias conyugales?. ¿Les imputaré a ellos el posible niño que venga por
los ratos nocturnos de no tener que ir a la terraza?. Porque estos son mis
problemas inmediatos. ¿Qué programa político puede solucionármelos?.
Ahora recuerdo el primer día de la campaña oficial. Asistí,
boquiabierto, a “La toma de las Farolas”. Por todas las calles aparecían
docenas de jóvenes, con docenas de escaleras, encaramados en las farolas,
colgando, no farolillos de feria, sino fotografías con cabezas enormes. Me
preguntaba yo, ya entonces, si sus ideas se bambolearían tanto como sus
retratos.
Lo malo fue que, después de la “Toma de las Farolas” fue la
“Toma de las Vallas” (¿o fue antes?). No creo que la aristocracia francesa
sintiera un horror mayor en la “Toma de la Bastilla ”.
¡Oh, Dios¡. ¿Desde cuándo está consentido que la palabra
hiriente e insultante, la palabra malsonante, sustituya al susurro zalamero?.
¿Desde cuándo la vida se alimenta de ideas cuadradas o redondas y no se nutre
de sentimientos suaves y duraderos?. ¿Desde cuándo el beso, la caricia y la
flor han sido proscritos y sustituidos por el insulto soez y el cardo
borriquero?...
Hasta que no termine esta campaña seguiré sonámbulo por la
casa, de allá para acá y de acá para allá, más despistado que Adán el Día de la Madre , pero… sin asomarme a
la terraza. ¿Para qué voy a asomarme?, ¿para cabrearme?.
Si ellos han desterrado a NINA de su domicilio-valla
publicitaria, si han acabado con mi esponja nocturna, con mi musa terrestre,
tendré que seguir perdiéndome por la
Playa del Chanquete para recuperarla, si no como musa
terrestre, sí, al menos, como sirena marina.
Señores políticos, por favor. Si de verdad les preocupo,
aunque sólo sea un poquito. Si mi voto es necesario para Andalucía. Si mi
tierra depende sólo de mí. Si mi voto también cuenta, si mi problema es su
problema, si….si….. ¡Olvídense de mí¡. Pero antes de que termine su aburrido y
monótono espectáculo recojan las bambalinas y devuélvanme a NINA, porque no hay
derecho… no hay derecho…… no hay derecho….
Y todos vosotros, amigos, hacedme el favor de ser muy, pero
que muy felices o, al menos, inténtenlo.
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