martes, 2 de diciembre de 2014

"MORIR" Y "MORIRSE

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         “Ha muerto” Rafael Azcona.
         “Se ha muerto” mi vecina del 5º.
         “Se me ha muerto” mi padre.

         ¡Ay¡, los pronombres.

         Parece igual, pero no es lo mismo.
        
         Los otros, siempre, “fenecen” o “se mueren”. Los míos “se me mueren”, porque en esos “míos” hay algo de mí.

         La co-existencia siempre es inferior a la amistad y a ésta la supera, con creces, la con-vivencia.

         Si “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”, “moribunda está mi alma ahora que mi padre no está”. No “algo” de ella, es “ella misma”.

Desde el mismo momento en que nacemos comenzamos a envejecer. Al día siguiente de nacer somos un poco más viejos que el día anterior. Cada minuto que pasa incrementamos nuestro “debe”, merman nuestros ahorros vitales, o, mejor, biológicos. Uno envejece. Pero la RAZÓN y la VERDAD nunca envejecen, aunque, muchas veces, aparezcan aletargadas, como dormidas, pero no están muertas. Es nuestra inexperiencia y nuestra ignorancia la que nos dificulta traerlas, de nuevo, a la vida, como las notas del arpa de Bécquer. Hay pocos Pacos de Lucía o Manolos Sanlúcar.


Todo hombre, sea creyente, ateo o agnóstico, sea blando o sea duro, lo quiera o sin quererlo, morirá. No sólo morirá, sabe que morirá y este saberlo es una ventaja pero, también, conlleva angustia.

El animal muere. Los hombres mueren, se mueren o se me mueren.

La certeza de saber que se morirá y la ignorancia, el no saber, cuándo será, crea un desasosiego que se incrusta en lo más hondo de nuestro ser.
Saber por anticipado el hecho de morirse e ignorar la fecha del suceso hace que la muerte siempre la llevemos en los bolsillos, como un peso o como unas alas, como un deseo o como un temor, como liberación o como cadena, pero siempre como un lastre.

A todo hombre, ser temporal por excelencia, (porque sólo él sabe que lo es y lo vive), con un comienzo, un desarrollo y un fin, le gustaría ser eterno.

¿Os habéis dado cuenta que nacemos “enrollados” (la actitud fetal), que vivimos “desenrollándonos”, “desarrollándonos” y que morimos “medio enrollados”?.
Nuestra vida es un guión  (“­---“) que discurre entre dos comas “ ,,”.
La vida es “ ,,,, ----- ,,,,”.

El deseo de no morir, de no desaparecer del todo, es lo que, consciente o inconscientemente, busca todo hombre, tanto en el plano biológico (la prolongación de su vida más allá de ella misma, en los hijos, en los nietos,….) como en el plano cultural (dejar a toda la humanidad, en testamento, verdades de las que él sea el autor o el descubridor, aunque nunca propietario), como en el plano moral (dejar huella de hombre bueno en los que le rodean).

Maneras distintas de querer ser eterno en lo efímero, de querer ser río no siendo corriente. El hombre, limitado en el tiempo (“desde…..hasta….”) y limitado en el espacio (aquí o allí, pero siempre en un solo sitio). Un ahora y un aquí, limitado, pero descontento de/con su esencial limitación, que quiere/desea/ansía/busca lo ilimitado.

El hombre como ser absurdo, que busca ser lo que no puede ser, que quiere esencializarse desesencializándose, que, siendo temporal, quiere ser eterno.
El hombre como el agujero que quiere ser mayor que la mesa de la que es agujero. Que quiere ser un agujero sin bordes, sin límites.
¿Os imagináis un agujero sin bordes?, ¿un agujero en la tabla, más grande que la tabla misma?. Pues eso es el hombre. Un ser absurdo. “Una pasión inútil” – que diría el filósofo. Pasión/apasionado por llegar a ser como Dios. Inútil, por no poder conseguirlo. La vida como una carrera a ninguna parte.
Deseo íntimo y último de ser Dios, completo, lleno, sin huecos, sin vacíos, sumamente perfecto, plenitud, completitud, al tiempo que sabe que él es hueco, agujero, y que, a lo máximo que puede aspirar y conseguir es taparlo un poquito, rellenarlo un poquito.
Este hombre, que no es ni ángel ni bestia al 100%, pero que en su mano está agrandar o empequeñecer el agujero humano. Es esta humanidad, a fin de cuentas, la que le pedirá cuentas.

El hombre, mortal por esencia, pero que ve la muerte como su verdugo. Como si llegar al final de la novela fuera aniquilarla como novela y no como culminación de la misma.
¿Deberíamos ver a la muerte como la esposa con la que nacemos ya casados y de la que es imposible divorciarse?.

“Muero porque no muero” – que diría aquella recia castellana, de armas tomar.

¿”Bendita sea la muerte o maldita la hora en que tenga que morirme”?.

¿Es la muerte una esperanza o un contratiempo?, ¿Se la espera o uno se desespera con sólo pensarla?.

¿Habrá que racionalizarla para no temerla?. “Mientras yo esté, ella no está conmigo. Cuando ella llegue, yo ya no estaré. ¿Por qué temerla si ella y yo somos incompatibles? –que decía el filósofo. ¿Por qué preocuparse tanto por aquello que a mí, como ser vivo, no me afecta, puesto que nunca podemos tutearnos?.

Pero no corren buenos tiempos, ni para la lírica ni para la filosofía.
Aquí y ahora, la erudición, los sabedores, (como dice Castilla del Pino) priman, han desplazado a la sabiduría y a los sabios. La propaganda es tomada como información y no es vista como deseo interesado, por algunos, en que germine en mentes incautas. ¿Ya nadie se acuerda de Tierno Galván y su sentencia sobre las promesas electorales?.
La moda sustituye a la costumbre. Ser el primero es preferible a ser mejor, en lo que sea. El aparentar prima sobre el ser. La Moral privada tapona la Ética universal. La credulidad ha desplazado a la fe. Los nuevos dioses, temporales, relativos e interesados, han apeado de la peana al Dios eterno y absoluto y a la Razón.
Hemos convertido, hemos reducido, la sexualidad en sexo, y así andamos de “jodios”.
Todos queriendo ser y creyéndonos levadura y siendo, sólo, hombres-masa, que diría el filósofo. La rebelión de las masas. La cantidad prima sobre la calidad. “Como somos mayoría, lo queremos de Almería” aunque sea mejor lo de Málaga o La Rioja.
Creemos habitar en oasis y estamos colgados de espejismos.
         Acostumbrados a dorar la píldora, a disimular, a silbar mirando al cielo…


“Hoy me ha “dao” por ser “honrao”, así que como para aguantarme.

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