1.-CIRCUNSTANCIAS SOCIALES,
POLÍTICAS Y ECONÓMICAS QUE ENGENDRAN ATEÍSMO?.
Ortega decía: “Yo soy yo y mi circunstancia”. No somos seres
puros, incontaminados, sino que somos, todos y cada uno, seres
circunstanciados. Estamos sometidos a nuestro pasado y a nuestro entorno, a la
herencia biológica y a la cultura. No somos puros, inmaculados, trasparentes al
100%. No vivimos, con-vivimos.
Pero las circunstancias no te determinan, sólo te
condicionan.
Tanto el creyente como el ateo están en su circunstancia, que
muchas veces es la misma circunstancia; sin embargo, desde lo mismo cada uno va
por caminos diferentes. Las circunstancias nunca avasallan completamente, de
ahí el salto a la creencia del creyente o a la increencia del ateo.
No debemos caer en la mojigatería, simplismo o hipocresía de
afirmar que el ateo es un superinteligente y liberado y que el creyente es poco
menos que un ignorante, un inmaduro o un esclavo.
Por ejemplo. La circunstancia de la presencia del capitalismo
socioeconómico, con dominadores y dominados, ricos y pobres. Puede llevar a uno
a despotricar contra Dios por permitir esta injusticia y llevar a otro a creer
que Dios, si se lo pedimos y actuamos, con la oración y con el mazo dando,
puede hacer desaparecer la injusticia. Uno luchará aquí abajo sin dejar de mirar arriba, el otro sólo mirará hacia
abajo.
¿Son muy distintos sus
comportamientos y sus compromisos?.
Ante las mismas circunstancias sociales, económicas y
políticas, condicionantes, es imprevisible saber por anticipado la respuesta
que van a dar dos personas distintas.
En la Europa de la revolución industrial, los compañeros
trabajadores de la misma fábrica, unos optaron por el sindicalismo progresivo
en busca de mejoras substanciales, subida de sueldos y disminución de jornada
laboral, manteniendo las estructuras, aunque menos agobiantes. Otros optaron
por la revolución, la lucha de clases, la dictadura del proletariado…
Las circunstancias, pues, son ambivalentes. Las salidas no
vienen prefijadas.
¿A mayor miseria, mayor creencia?. NO es verdad,
¿A mayor miseria, la increencia?. NO es verdad.
La miseria deja la puerta abierta. No determina, sólo
condiciona.
Las rebajas de El Corte Inglés, no te obligan a comprar. Te
están invitando pero tú puedes rechazar la invitación. Puedes no comprar, por
un montón de razones (no me hace falta, tengo el armario lleno, prefiero hacer
un viaje, no me gusta del todo….) y
puedes comprar por otro montón de razones (valía 8 y ahora 3, me hace juego
con, me vale para hacer un regalo a….)
Ante la circunstancia de las Rebajas hay incitación, no
obligación; hay invitación no determinismo. Son posibles las dos respuestas.
Éstas son imprevisibles.
Quien diga, pontificando, que el ateo es clarividente y que
el creyente es poco menos que un cegato, es un iluminado peligroso, es un
mitinero superficial,
¿Cuántos profesaron el ateísmo por las circunstancias
socioeconómicopolíticas que lo aprisionaban y cuántos lo hicieron huyendo de
una Iglesia con estructuras jerarquizadas medievales ya en pleno siglo XIX?.
¿Cuántos “llegaron a” huyendo de y
cuántos llegaron al mismo sitio voluntariamente y de manera consciente?.
Pero lo mismo ocurre con las circunstancias políticas
estrictas.
Es verdad que el creyente cree que posee la verdad, que está
en la verdad, en la certeza, luego el de la acera de enfrente está en lo falso
y habita en el error, luego me siento en la obligación moral de imponerle mi
verdad, que es L verdad, aún en contra de su voluntad, incluso con la
persecución y la violencia. Esto, que ha ocurrido y puede ocurrir, es
exactamente lo mismo que piensa el ateo, que el otro es un “iluso”, vive en la
ilusión, no está con los pies en el suelo, vive en el error, por lo tanto se
considera justificada la prohibición, la violencia, la imposición…
Ahora mismo tenemos este problema en España. La no distinción
entre el laico (permisivo) y el laicista (impositivo).
Durante el régimen franquista, casado o emparejado o
amancebado con la Iglesia, hubo respuestas opuestas. Muchas comulgaron con,
muchos se opusieron a.
¡Cuántas veces las iglesias han apoyado las dictaduras.
Restrictivas o vetadoras de la libertad¡.
Ningún modo de producción económica, ningún sistema social,
ningún régimen político determinan a creer o a no creer. Siempre existirá la
ambivalencia.
Hoy el confort está alienando a los hombres tanto o más que
antes la miseria.
Hoy bajo la capa de principios liberales se enmascara un
antihumanismo esclavizante de explotación en colonias o países del tercer
mundo. Un régimen, liberal de palabra, puede ser/es opresivo en los hechos. Y
cuando Dios (sus representantes) se presentan como avalistas consagrando así la
indecencia, el decente se aparta y se ateiza, pero son ateos por reacción, no
por trabajo de la razón.
La no violencia, predicada por gente religiosa (pienso en
Cristo o en Gandhi) aparta a muchos de Dios, porque da la sensación de estar
justificando, con esa conducta, la violencia del estado, la violencia
legalizada. Pero para otros es la manera de desarmar al armado. ¿Cómo desarmar
al armado?. Usando las armas o logrando la inutilidad de las armas del armado.
Desde la economía y desde el trabajo, nos ocurre lo mismo. La
ambivalencia, la ambigüedad, las dos salidas, la doble posible respuesta.
Las clases obreras fueron religiosas hasta el 1848, después
se fueron descristianizando y ateizando.
Pero siempre hay que subrayar que la respuesta es individual,
personal.
El hombre actual es un “homo tecnologicus”, creador,
transformador, prometeico. No necesita a Dios. Se cree un dios, aunque sea en
pequeño. La técnica inclina más a la irreligiosidad que la ciencia (que es más
neutra). El ateo técnico, como no divisa límites en el horizonte, es muy osado,
presume de atrevimiento, quiere ser el primero en llegar. Es lo mismo que decir
que no tiene tiempo de pensar en Dios. Él lo va, poco a poco, sustituyendo.
PERO, si las condiciones generales sociales, económicas y
políticas ya hemos visto que no determinan a una o a otra opción, ¿Qué pasa con
las otras condiciones, las individuales?.
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