La sociedad sería un caos si
la mentira y el engaño fuera una actividad normal de los hombres.
Pero ¿y si lo vemos no desde
el punto de vista “social”, sino desde
el punto de vista “biológico”?
Mentiras prehistóricas, desde
el primer momento, desde Adán y Eva y el “pecado original”
Y también los animales.
Desde el Principio han
existido dos árboles.
En el Jardín del Edén los
árboles fueron “el árbol de la vida…y el árbol del conocimiento del bien y del
mal.”(Gen 2:9)
El “árbol de la vida” fue
puesto para proveer vida eterna. (Gen 3:22) y el “árbol del conocimiento del
bien y del mal” fue un potencial para la muerte.
El ser humano fue creado para
vivir y por lo tanto debería haber comido de la fuente de la vida.
Por otro lado, el hombre era
libre para escoger la muerte si comía del árbol prohibido. El hombre fue bien
instruido por Dios, en cuanto a su bienestar.
La serpiente, que era el más astuto de todos los animales del campo,
también había sido creada por Dios.
La serpiente era “mala”
(quería el mal para la pareja humana), pero también era “astuta” (“sabía” cómo
engañar a la pareja y para ello acude a la mujer (no iba a hacerlo al varón).
Y dijo a la mujer: “¿Cómo es
que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?”
Y respondió la mujer a la
serpiente: “Podemos comer del fruto de todos los árboles del jardín, pero del
fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él,
ni lo toquéis, so pena de muerte.”
Era del árbol del “saber”, de
la “ciencia del Bien y del Mal”, no del árbol de la “vida”.
Replicó la serpiente a la
mujer: “De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que
comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, “conocedores” del
bien y del mal y, por lo tanto, “inmortales”
Y como viese la mujer que el
árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr
sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a Adán que, igualmente,
comió.
Eva sopesaría si “el saber” o
la “inmortalidad”.
Pero la “inmortalidad” es o sí
o no, mientras el “conocimiento”, “el saber” es gradual, pero si te lo ofertan
como el “saber absoluto”, como Dios es “infinitamente sabio” la “inmortalidad”
vendría de la mano del “saber”.
El pecado original del hombre
según
Querer ser Dios siendo
sabios.
Es la tentación humana de ser
como Dios, por el camino más corto, la que le arrastra a morder la manzana del
árbol prohibido.
El pecado tendrá su castigo
divino, del mismo modo que Dios castigará la soberbia del hombre cuando quiere
escalar al cielo a través de
Sin embargo la soberbia del
hombre, en el pecado original, está instrumentada por una mentira: La mentira
de la serpiente.
¿Acaso no será ese el
verdadero pecado original de la humanidad?
No, dirán los puristas. Quien
miente es la serpiente, no el hombre.
El hombre es el engañado-
Pero, ¿mienten los animales?
Si la mentira, como hemos
dicho antes, es un concepto moral y, para ello se requiere: Conocimiento
(saber), Voluntad (querer) y Libertad (poder hacerlo o no hacerlo), los
animales no pueden mentir.
Aunque, sin duda muchos
etólogos y primatólogos modernos estarían dispuestos a defender que los
animales mienten.
Los ejemplos son numerosos:
desde reptiles que hinchan sus membranas para parecer más grandes y peligrosos,
hasta monos que ocultan intenciones.
Ahí está la estrategia
zoológica del “camuflaje” (aparentar ser lo que no se es o no ser visible, como
si no fuera o existiera).
Sin embargo también se
encuentran ejemplos de plantas que dan a entender que no son plantas, por lo
que también las plantas “engañan”,
como esas orquídeas que se
disfrazan del insecto-hembra para tentar la cópula del insecto-macho y así
impregnarse de polen esperando que caiga nuevamente en el engaño de otra flor
carnavalesca a la que se busca fecundar.
La planta “atrapa moscas”
Es por eso que algunos,
impropiamente, hablan de “Inteligencia Verde”, pero lo cierto es que nadie
defiende una psicología de la mentira para las estrategias de supervivencia de
los seres clorofílicos.
No cabe duda que en el caso
de los animales los engaños son más variados, y van desde el color blanco de un
oso polar que se confunde con la nieve (no muy distinto a los casos de engaño
vegetal) hasta las complejas estratagemas de los chimpancés.
Por medio están las
estrategias de caza de algunos depredadores como lobos y leonas.
Se diría, por tomar algún
ejemplo, que las leonas utilizan la estrategia del disimulo (ocultación de la
verdad) cuando eluden los ojos de su víctima ocultándose tras la hierbas, y
ésta ya es en apariencia una mentira, pues el engaño incluye la voluntad de la
fiera de engañar a su presa.
Más mentira, por ser más
compleja, parece la mentira de los chimpancés.
“Un macho dominante estaba
comiendo plátanos recogidos de un lugar que ningún otro miembro del grupo
conocía. En ese momento apareció otro chimpancé. El macho dejó el plátano en el
suelo, se alejó unos pasos y miró los árboles de alrededor con cara de no saber
nada.
El recién llegado siguió
caminando un poco, pero cuando el otro ya no podía verlo, se escondió.
En el instante en el que el
primer macho quiso seguir comiendo, el segundo macho salió de su escondite,
hizo huir al otro y devoró los plátanos.”
Tal cosa tiene la complejidad
de “engañar al que engaña” y es difícil despojar a tal treta del calificativo
de mentira.
Pero volvamos atrás.
¿Puede haber “mentira” donde
no puede haber “verdad”?
Tomando los ejemplos
anteriores cabría preguntarse cuál es la verdad de una leona que evita los ojos
de su presa, porque ¿cómo podemos reconocer su mentira sin saber cual es su
verdad?
¿Cuál es el engaño?
Tal cosa sería la práctica de
una mentira si al evitar los ojos de la presa, para no ser vista, la leona
ocultara la verdad de su presencia a la vista de su presa, pero tal cosa no
parece que suceda, pues la leona no reconoce la visión en los ojos de otro
animal por mucho que reconozca su importancia y la importancia de eludirlos
para su estrategia predatoria.
Es entonces el caso de que la
leona no tiene voluntad de engañar sino de ocultarse para cazar que no sería lo
mismo.
Y qué decir de esos monos
inteligentes.
Aunque la treta es mucho más
enrevesada la pregunta es la misma, ¿cuáles son las verdades sobre las que se
miente?
Parece sorprendente que el
mono fuerte que se acaba llevando el plátano necesite engañar para descubrir la
mentira del oponente y tenga una absoluta incapacidad para obligar a confesar
por la fuerza la verdad a su rival.
¿En qué momento busca el mono
ganador desmontar la mentira?
Parece que en ningún momento
se propone tal cosa, y se limita a descubrir la trama a través de los
comportamientos del otro, y esto incluye interpretar el “mirar para otra parte”
del mono débil como una clave según la cual, si evita los ojos del otro,
finalmente éste le revelará la localización del fruto.
Sin duda esto incluye una
elaboración muy compleja, pero ni la verdad ni la mentira se revelan.
Sencillamente parecería más
lógico dominar la mentira con la fuerza si el chimpancé triunfador se sintiera
engañado, y ésta es una artimaña que no encontramos en la literatura de los
primates.
Los chimpancés no tienen un
tratamiento político para la mentira y la mentira es un acto que solo podrá
darse sobre un fondo socio-político.
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