martes, 10 de noviembre de 2020

¿MENTIR ES MALO? ( 2 ).

 

 

La sociedad sería un caos si la mentira y el engaño fuera una actividad normal de los hombres.

Pero ¿y si lo vemos no desde el punto de vista  “social”, sino desde el punto de vista “biológico”?

 

 

Mentiras prehistóricas, desde el primer momento, desde Adán y Eva y el “pecado original”

Y también los animales.

 

Desde el Principio han existido dos árboles.

En el Jardín del Edén los árboles fueron “el árbol de la vida…y el árbol del conocimiento del bien y del mal.”(Gen 2:9)

El “árbol de la vida” fue puesto para proveer vida eterna. (Gen 3:22) y el “árbol del conocimiento del bien y del mal” fue un potencial para la muerte.

El ser humano fue creado para vivir y por lo tanto debería haber comido de la fuente de la vida.

 

Por otro lado, el hombre era libre para escoger la muerte si comía del árbol prohibido. El hombre fue bien instruido por Dios, en cuanto a su bienestar.

 

La serpiente, que era  el más astuto de todos los animales del campo, también había sido creada por Dios.

 

La serpiente era “mala” (quería el mal para la pareja humana), pero también era “astuta” (“sabía” cómo engañar a la pareja y para ello acude a la mujer (no iba a hacerlo al varón).

La Biblia, como todo libro antiguo, es machista.

 

Y dijo a la mujer: “¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?”

Y respondió la mujer a la serpiente: “Podemos comer del fruto de todos los árboles del jardín, pero del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.”

 

Era del árbol del “saber”, de la “ciencia del Bien y del Mal”, no del árbol de la “vida”.

 

Replicó la serpiente a la mujer: “De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, “conocedores” del bien y del mal y, por lo tanto, “inmortales”

 

Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a Adán que, igualmente, comió. La Biblia. Génesis III, 1-6

 

Eva sopesaría si “el saber” o la “inmortalidad”.

 

Pero la “inmortalidad” es o sí o no, mientras el “conocimiento”, “el saber” es gradual, pero si te lo ofertan como el “saber absoluto”, como Dios es “infinitamente sabio” la “inmortalidad” vendría de la mano del “saber”.

 

El pecado original del hombre según la Biblia parece ser la soberbia, la estimación excesiva de sí mismo que tiene el homo sapiens.

Querer ser Dios siendo sabios.

 

Es la tentación humana de ser como Dios, por el camino más corto, la que le arrastra a morder la manzana del árbol prohibido.

 

El pecado tendrá su castigo divino, del mismo modo que Dios castigará la soberbia del hombre cuando quiere escalar al cielo a través de la Torre de Babel.

Sin embargo la soberbia del hombre, en el pecado original, está instrumentada por una mentira: La mentira de la serpiente.

 

¿Acaso no será ese el verdadero pecado original de la humanidad?

 

No, dirán los puristas. Quien miente es la serpiente, no el hombre.

El hombre es el engañado-

 

Pero, ¿mienten los animales?

Si la mentira, como hemos dicho antes, es un concepto moral y, para ello se requiere: Conocimiento (saber), Voluntad (querer) y Libertad (poder hacerlo o no hacerlo), los animales no pueden mentir.

 

Aunque, sin duda muchos etólogos y primatólogos modernos estarían dispuestos a defender que los animales mienten.

 

Los ejemplos son numerosos: desde reptiles que hinchan sus membranas para parecer más grandes y peligrosos, hasta monos que ocultan intenciones.

Ahí está la estrategia zoológica del “camuflaje” (aparentar ser lo que no se es o no ser visible, como si no fuera o existiera).

 

Sin embargo también se encuentran ejemplos de plantas que dan a entender que no son plantas, por lo que también las plantas “engañan”,

como esas orquídeas que se disfrazan del insecto-hembra para tentar la cópula del insecto-macho y así impregnarse de polen esperando que caiga nuevamente en el engaño de otra flor carnavalesca a la que se busca fecundar.

 

La planta “atrapa moscas”

 

Es por eso que algunos, impropiamente, hablan de “Inteligencia Verde”, pero lo cierto es que nadie defiende una psicología de la mentira para las estrategias de supervivencia de los seres clorofílicos.

 

No cabe duda que en el caso de los animales los engaños son más variados, y van desde el color blanco de un oso polar que se confunde con la nieve (no muy distinto a los casos de engaño vegetal) hasta las complejas estratagemas de los chimpancés.

 

Por medio están las estrategias de caza de algunos depredadores como lobos y leonas.

 

Se diría, por tomar algún ejemplo, que las leonas utilizan la estrategia del disimulo (ocultación de la verdad) cuando eluden los ojos de su víctima ocultándose tras la hierbas, y ésta ya es en apariencia una mentira, pues el engaño incluye la voluntad de la fiera de engañar a su presa.

 

Más mentira, por ser más compleja, parece la mentira de los chimpancés.

 

“Un macho dominante estaba comiendo plátanos recogidos de un lugar que ningún otro miembro del grupo conocía. En ese momento apareció otro chimpancé. El macho dejó el plátano en el suelo, se alejó unos pasos y miró los árboles de alrededor con cara de no saber nada.

El recién llegado siguió caminando un poco, pero cuando el otro ya no podía verlo, se escondió.

En el instante en el que el primer macho quiso seguir comiendo, el segundo macho salió de su escondite, hizo huir al otro y devoró los plátanos.”

 

Tal cosa tiene la complejidad de “engañar al que engaña” y es difícil despojar a tal treta del calificativo de mentira.

 

Pero volvamos atrás.

 

¿Puede haber “mentira” donde no puede haber “verdad”?

 

Tomando los ejemplos anteriores cabría preguntarse cuál es la verdad de una leona que evita los ojos de su presa, porque ¿cómo podemos reconocer su mentira sin saber cual es su verdad?

¿Cuál es el engaño?

 

Tal cosa sería la práctica de una mentira si al evitar los ojos de la presa, para no ser vista, la leona ocultara la verdad de su presencia a la vista de su presa, pero tal cosa no parece que suceda, pues la leona no reconoce la visión en los ojos de otro animal por mucho que reconozca su importancia y la importancia de eludirlos para su estrategia predatoria.

 

Es entonces el caso de que la leona no tiene voluntad de engañar sino de ocultarse para cazar que no sería lo mismo.

 

Y qué decir de esos monos inteligentes.

 

Aunque la treta es mucho más enrevesada la pregunta es la misma, ¿cuáles son las verdades sobre las que se miente?

 

Parece sorprendente que el mono fuerte que se acaba llevando el plátano necesite engañar para descubrir la mentira del oponente y tenga una absoluta incapacidad para obligar a confesar por la fuerza la verdad a su rival.

 

¿En qué momento busca el mono ganador desmontar la mentira?

 

Parece que en ningún momento se propone tal cosa, y se limita a descubrir la trama a través de los comportamientos del otro, y esto incluye interpretar el “mirar para otra parte” del mono débil como una clave según la cual, si evita los ojos del otro, finalmente éste le revelará la localización del fruto.

Sin duda esto incluye una elaboración muy compleja, pero ni la verdad ni la mentira se revelan.

Sencillamente parecería más lógico dominar la mentira con la fuerza si el chimpancé triunfador se sintiera engañado, y ésta es una artimaña que no encontramos en la literatura de los primates.

Los chimpancés no tienen un tratamiento político para la mentira y la mentira es un acto que solo podrá darse sobre un fondo socio-político.

No hay comentarios:

Publicar un comentario