Parece que no.
La sospecha de que alguien,
apelando a ese imperativo, pueda ponerse al servicio de los poderosos no
implica que debamos renunciar a él, sólo obliga a ser muy precavidos.
El marxismo fue incapaz de
comprender esto y sus herederos, conmocionados con el fracaso del comunismo,
han buscado una escapatoria en el «No hay hechos, sólo interpretaciones».
Puesto que la realidad
complica las cosas demasiado, mejor prescindir de ella.
Es el denominado «giro
lingüístico», un remake del nominalismo medieval, teoría que sirvió a
sus creadores franciscanos para deducir de las limitaciones de la razón la
necesidad de renunciar a ella y entregarse de nuevo a la fe.
Entonces, como ahora, la
negación de la posibilidad de obtener un conocimiento verdadero de la realidad
se utilizó como argumento para que el mito y la mentira se volvieran tan
buenos, e incluso mejores, que la razón y la verdad.
Las masas son capaces de
creer en todo.
La única condición es que
halaguen sus pasiones.
No hay que ser veraz, ni
siquiera verosímil, basta con repetir insistentemente un mensaje, por absurdo
que sea.
Es la gran aportación teórica
de Goebbels, el san Juan Bautista de la posverdad.
(Sobre plantilla del artículo
de José María Herrera, en Cuadernos hispano-americanos)
El objetivo elemental ya no
está tanto en el aprovechamiento de simular o disimular la verdad para robarle
algo al otro, sino en poseer una verdad para uno mismo, poseer algo.
La aventura contemporánea es
la infructuosa de Alicia en el País de las Maravillas (y su complementaria Alicia
frente al espejo) o la delirante de Neo en Matrix, ambos diluidos en un mundo
cavernario de oscuras percepciones.
Alicia, al introducirse en la
madriguera y perseguir al conejo blanco descubre un mundo absurdo que pretende
interpretar con lógica (Lewis Carroll era matemático).
Alicia discute infatigable
con los disparatados personajes que se va encontrando intentando comprenderlos
racionalmente.
Por el contrario Neo descubre
estar en un mundo irreal y su empeño más bien consiste en una incesante lucha
por salirse al otro lado, más allá de las apariencias.
Ambos, Alicia y Neo, reflejan
la tensión neurótica y psicótica a la que invita el caos mundano.
Alicia es una neurótica
atrapada en el intento estéril de racionalización de las ficciones que va encontrándose,
mientras que Neo es un psicótico que pretende desdoblar el mundo, que pretende
superar la realidad-ficticia o la ficción-realidad en la que necesariamente
tiene que moverse.
Alicia opera como Miró, a
brochazos, intentando descubrir una “buena forma”. Neo es un Kandinsky, un
personaje iluminado por un plan geométricamente determinado, que habría de
terminar loco de remate al descubrir que sin las ficciones generadas por Matrix
no podría caminar hacia la verdad y que destruir Matrix es destruir el camino.
El autoengaño es la argucia
delirante característica del sobrevivir en nuestros días.
Es la búsqueda de una
identidad consistente, que trascienda la articulación de cada cual en el mundo.
El autoengaño opera, por
tanto, un distanciamiento de la realidad y de la identidad personal para así
escapar o evadirse de un funcionamiento irregular del entorno, para así
evadirse irresponsablemente de la implicación que cada cual tiene al participar
en la obra.
Un papel adaptado al que no
quiere interpretar y que, sin embargo, paradójicamente, le obliga a interpretar
como figurante, y que también consume y es consumido por su papel mundano de
enfermo o de espectador, de Don Nadie.
Los figurantes también
padecen las modas, las modas diagnósticas, las modas del espectáculo al que
asisten.
Y también pagan sus cheques.
Por tanto, y a modo de
conclusión, la estrategia vital realmente inteligente puede que no sea otra que
entender, asumir y sufrir/gozar (vivir) la verdad de la ficción.
No cabe otra.
Si acaso con la mesura o
prudencia que sea posible para no vivir en la ficción, para no encasillarnos en
un personaje absurdo, pero sin renunciar a cómo son las cosas y sin renunciar a
nuestra identidad de pícaros que es la que en realidad nos caracteriza y a la
que estamos un poco obligados.
Resumen
Este ensayo recorre la
historia de la mentira. Un curioso e interesante itinerario por distintas
épocas en las que el engaño, el disimulo y la verdad manipulada describen el
devenir y la cotidianeidad de las sociedades humanas.
Desde el principio, la
mentira se convierte en un acto social, por tanto en una práctica que se
transforma con las modas y circunstancias históricas.
El ser humano necesita de la
verdad y de la ficción para vivir.
Lo difícil es saber
distinguir una de otra sin perderse por el camino.
P.D.
(Las reflexiones anteriores
habrían sido imposibles si no hubiera actuado así: utilizando la plantilla del
artículo “
Por lo que le estoy
gratamente agradecido al haberme guiado y permitido reflexionar sobre ese mismo
tema)
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