martes, 23 de junio de 2015

JESÚS DE NAZARET (9): JESÚS, SU FAMILIA Y SU RELACIÓN CON EL SEXO.


La familia de Jesús y el sexo o la sexualidad han sido, siempre, temas tabúes de los que o no se ha querido hablar o se los ha tratado de forma apologética y poco seria.

¿Es verdad que tuvo una mala relación con sus padres y con sus hermanos?
¿Es normal, es creíble, que siendo como era la cultura judía de su tiempo no hubiese formado una familia propia?
Y, suponiendo que sí, ¿cómo vivió su sexualidad?
¿Es irreverente pensar (como hacen algunos) que pudiera haber tenido mayores inclinaciones hacia los varones que hacia las mujeres?

Según narran los evangelios estaba inclinado a tener muchas amistades femeninas, incluso con famosas prostitutas de su tiempo, algo que era muy mal visto en aquella sociedad, y más aún, en un profeta y predicador como Él.

Los que se acercan a su homosexualidad se fijan, sobre todo, a la frase del evangelista Juan quien afirma que él era “el discípulo amado” de Jesús.
Y coincide que, de entre los 12 apóstoles, sólo Juan no estaba casado.
Aunque hay que aclarar (como ya hemos indicado en otro lugar) que no está probado que el evangelista Juan fuera el mismo personaje del apóstol no casado.

También se afirma que pudiera haber existido un Evangelio de Marcos, erótico, que algunas sectas leían en clave homosexual y que, por ello, acabó censurado por la Iglesia.
Otros dicen que sólo formaba parte del rito del bautismo el que los varones lo recibieran desnudos.

SI NO SE CASÓ ¿POR QUÉ NO LO HIZO?

Esto sí que resulta extraño, que no se casase (¿no se casó?) porque es evidente el amor y la simpatía que siempre demostró por la mujer en una sociedad supermachista en la que la mujer era poco más que un objeto.
La Iglesia Oficial siempre alegó que Jesús prefirió ser libre, sin vínculos matrimoniales para poder dedicarse más, mejor y con mayor libertad al anuncio de la Buena Nueva.

Pero, lo curioso es que, este argumento lo ha usado la Iglesia en los últimos siglos para defender su tesis del celibato obligatorio para los sacerdotes.
Algo en contradicción con otras ramas del cristianismo, como los pastores protestantes o los sacerdotes ortodoxos, que realizan una gran labor de evangelización, sobre todo en las misiones, y sin tener que renunciar a tener a su lado a una mujer.
A veces, son ellas sus mejores colaboradoras.

Al grupo de Jesús y de los 12 apóstoles le seguían siempre un grupo de mujeres (algunas de ellas, probablemente, sus esposas) que le ayudaban en su misión.
Una costumbre que continuó en las primeras comunidades cristianas –como escribe Pablo.
Aunque, en algunos casos, para no escandalizar a los fieles, a las mujeres que acompañaban a los misioneros las hacían pasar por sus propias esposas.

El celibato, en los primeros años del cristianismo, no tenía ningún valor añadido. Se era soltero o casado, y nada más, no que un estado fuera superior, moral y religiosamente, al otro.
Lo que sí se le pedía a los obispos es que “fueran maridos de una sola mujer” para que sirviera de ejemplo a los varones que se liaban con varias mujeres.
Pero NUNCA se les exigió el celibato, no era obligatorio, y ni rastro de lo contrario hay en los evangelios.
Sólo en la comunidad disidente de los esenios, los monjes de Qumrán (como ya hemos indicado en otro lugar)  existía en aquel tiempo el celibato. Y ese es, precisamente, uno de los argumentos esgrimidos para decir que Ni Jesús ni sus apóstoles no podían haber pertenecido a Qumrán, pues ellos nunca exigieron el celibato.

Fue cuando al nacer, en el cristianismo, el estado monacal cuando la virginidad empieza a tener un valor espiritual y de entrega total a la comunidad.
Pero no olvidemos que eran de un mismo sexo, o sólo para varones (monjes) o sólo paja mujeres (monjas).

Pero en las primeras comunidades cristianas los temas de sexo y de celibato eran algo marginal, pues apenas se habla de ello a no ser para condenar las aberraciones, lo que hace ver que ni Jesús ni los apóstoles le daban importancia al tema.
Sólo en ocasiones aparece en los evangelios que los discípulos se quedaban perplejos ante ciertas actitudes públicas de Jesús con algunas mujeres, como el diálogo con la samaritana.

He dicho muchas veces cómo es un auténtico intento de Jesús de ligar con una mujer, que además de samaritana era pagana, junto al pozo de Jacob, cuando era sabido que los varones no podían entablar conversación en la calle con las mujeres, ni siquiera los maridos con sus esposas (algo así como hoy caminan, por la calle, el matrimonio islámico: él delante y ella a unos pasos detrás. Lo que se ha interpretado de una doble manera: que ella era inferior al marido y por eso él iba delante o que ella va vigilando, por detrás, para, en caso de ser atacado, defenderlo, como una escolta (que diríamos hoy).

La mujer siempre era inferior al varón, en todo.
En las plegarias de los hebreos el varón daba gracias a Dios “por no haber nacido infiel, mujer, esclavo o ignorante”

No me resisto a no reproducir el texto del evangelio de la escena con la samaritana.
Recordar que las tres regiones de Israel eran: al Norte Galilea, al Sur Judea y en medio Samaría.

“Cuando Jesús se enteró de que había llegado a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan -aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus discípulos -, abandonó Judea y volvió a Galilea.

Tenía que pasar por Samaria.
 Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob dio a su hijo José.
Allí estaba el pozo de Jacob y Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta. Llega una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dice: «Dame de beber.» (Pues sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida). Le, dice, entonces, la mujer samaritana: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?»
(Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.)
Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.»
Le dice la mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio este  pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?»
Jesús le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.»
Le dice, entonces, la mujer: «Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»
El le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.»
Respondió la mujer: «No tengo marido.»
Jesús le dice: «Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad.»
Le dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar.»
Jesús le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.»
Le dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, Él nos lo explicará todo.»
Jesús le dice: «Yo soy, el que te está hablando.» 
En esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con una mujer. Pero nadie le dijo: «¿Qué quieres?» o «¿Qué hablas con ella?» 
La mujer, dejando su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: «Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?»
Salieron de la ciudad e iban donde él.
Entretanto, los discípulos le insistían diciendo: «Rabbí, come.» Pero él les dijo:……. 

Un auténtico diálogo de galanteo, como si se la quisiera ligar.

Resulta difícil de entender que Jesús nunca se casara ni formara una familia, teniendo en cuenta el amor que sentía con los niños llegando a decir que era mejor suicidarse que escandalizar a un niño.
Nunca sabremos por qué renunció a tener esposa y a tener hijos.

La gran mayoría, casi todos, todos los judíos se casaban, porque todos querían ser progenitores o ascendientes del Mesías que iba a llegar. El matrimonio y la familia eran una columna de la sociedad patriarcal palestina.

También está la hipótesis de que estuvo casado en secreto con María Magdalena (que no era prostituta y más inteligente que todos los discípulos juntos, sobre todo del cateto Pedro, celoso empedernido de ver cómo Jesús le cuenta cosas a ella y no a él ni a ellos.

Los evangelios no dicen que estuviera casado, por lo tanto estaría soltero. Pero, quizá, es que decir que estaba casado era como decir que el cuadrado tiene cuatro lados, algo tan lógico en una sociedad judía de entonces.

LAS MALAS RELACIONES CON LA FAMILIA (PADRES Y HERMANOS)

Como hijo y como hermano las relaciones con su familia son poco edificantes y a imitar. Y lo dicen, unánimemente, todos los evangelistas por lo que tienen todos los visos de haber sido verdad y eso que los textos son duros.
Lo dulce que se comporta con los que le siguen, sobre todo con las mujeres, y lo poco idílicas sino duras con que lo hace con los suyos.
De “buen hijo” y “buen hermano” no da muestra alguna-
Tampoco es que se llevara bien y fuera bien visto por los paisanos de Nazaret, porque, cuando se puso a enseñar en la sinagoga de su pueblo, la gente comentaba: “¿Pero no es éste el hijo del carpintero, su madre es María y sus hermanos son Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas (de nombre Lidia y Lisia) ¿no viven con nosotros?. ¿De dónde le viene a éste todo esto?. Y aquello les parecía un escándalo. Pero Jesús les dijo: “sólo en su casa y en su tierra desprecian al profeta. Y no hizo allí milagros por su falta de fe” (Mateos).
Pero Marcos añade algo más: “también, era despreciado por su familia”.

Es decir, que sus paisanos nazarenos tenían en muy poca estima a su familia. Se preguntaban cómo era posible procediendo de una familia tan sin importancia ni preparación. Es decir, que no social ni culturalmente sobresalían sino, más bien, lo contrario.

Hay más (y lo cuenta Lucas), uno de los días que estaba predicando sus paisanos “llenos de ira se levantaron de sus asientos en la sinagoga, lo sacaron fuera de la ciudad y lo llevaron a la cima del monte, sobre el que estaba edificada la ciudad, para despeñarlo. Pero Jesús paso por en medio de ellos y huyó”.

También cuentan los evangelios que sus hermanos y hermanas lo consideraban “loco”. O sea, que la opinión de su familia no era muy distinta de la que tenían sus paisanos. Si a esto se añade que su comportamiento tampoco era de acercamiento no es de extrañar la poca sintonía entre ellos.
Y eso que la familia era muy importante en la sociedad judía, estaba muy bien considerada y sus miembros estaban muy unidos entre sí. Y esto no era, precisamente, lo que ocurría con Jesús.

Y siguen contando los evangelios que, cada vez que le decían que lo estaban esperando alguno de sus hermanos o parientes o sus mismos padres, solía responder que para él, más importantes que la “familia carnal” eran los que seguían su palabra.
Familia de sangre versus familia de ideas.

¿Y lo del niños Jesús, perdido y hallado en el templo?. ¡Qué descortesía, qué descaro, qué mala educación,..! Cuando sus padres le riñen: “¿por qué has hecho esto con nosotros,…?

Dice Lucas: “sus padres iban todos los años a Jerusalén, con motivo de la Pascua. Cuando Jesús cumplió 12 años fueron con él a la fiesta. Terminada ésta emprendieron el camino de regreso; pero el niño se quedó en Jerusalén, sin que sus padres se dieran cuenta. Creyendo que iba en la caravana anduvieron una jornada, al término de la cual se pusieron a buscarlo entre parientes y conocidos. Al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores oyéndoles y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían estaban admirados de su inteligencia y de sus respuestas. Al verlo sus padres se quedaron maravillados y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué has hecho esto?. Tu padre y yo hemos estado buscándote muy angustiados”. Jesús le contestó: “¿por qué me buscabais?. ¿No sabíais que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre. Pero ellos no comprendieron lo que les decía”.

Suponiendo que este texto de Lucas tenga veracidad histórica (y la puede tener, porque el que esto escribe fue testigo de algo parecido) hay algo que resulta sorprendente.
A sus doce años ya parecía ser un tanto independiente y, en los viajes, no debía gustarle mucho ir al lado de sus padres sino con los amigos y parientes (de lo que doy fe, por experiencia propia y ajena, sin ser notario).
De lo contrario uno no se explica cómo sus padres sólo al final de una jornada de viaje se dieron cuenta que se había perdido, porque allí no estaba (algo normal, como mi anécdota al pararnos en un bar de carretera).

Por otra parte, el niño no sólo no pide perdón a sus padres, que le dicen que han sufrido mucho por su acción, por su jugarreta, sino que les reprocha, encima, de que hubieran vuelto a buscarlo.
¿Es que iban a dejarlo sólo, en Jerusalén, y con doce añitos?
Naturalmente que sus padres no entendieron nada, ni de lo que había hecho ni de la respuesta que les dio.
Ni de Jesús salió el más mínimo gesto de querer consolarlos, de disculparse, de pedir perdón sino, todo lo contrario, se lo reprocha, se lo echa en cara: “¿Por qué habéis venido a…”
Un acto de mala educación (contestarle y, además, de esa manera), un acto de soberbia, de desobediencia, de arrogancia,…

Lo siguiente, parece, una añadido del evangelista, para no dejar en mal lugar al entonces niño y luego predicador y maestro: “Jesús se fue con ellos a Jerusalén y les estaba sometido”. Volvió a ser obediente.
¿Pero qué otra cosa podía ser sino que se lo llevaran y el se fuera, tan sólo con doce años, y en una cultura cerrada de una aldea de Palestina?
¿Puede uno imaginarse la escena si hubieran dejado al niño en Jerusalén?..

Algo de verdad tiene que haber en esta historia porque no tiene visos de ser inventada, dada la poca y mala ejemplaridad de la conducta del niño

¿POR QUÉ NUNCA EXALTA A LA FAMILIA?

Ni una nota a favor de ella. Su predicación parece estar destinada a separar a las familias, internamente.
“¿Creéis que he venido a traer la paz al mundo?.Os digo que no. He venido a traer la división. Pues, en adelante, estarán divididos cinco en una misma casa, tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra” (Lucas)

¿Qué explicación puede darse a ese texto, que rechaza tan brutalmente a la familia?.
Pero dicen los exégetas que los textos en los que Jesús aparece en mal lugar suelen ser los más antiguos, por lo tanto, los menos manipulados.

¿Y qué decir de las tres negaciones de Pedro, de ser un discípulo seguidor de Jesús, la noche de la Pasión, por miedo a …?
Tuvo que ser un hecho que escandalizara a los primeros cristianos para que, encima, aparezca como el Jefe del cristianismo.

¿Por qué ese distanciamiento o, mejor, enfrentamiento de Jesús con su familia?.
¿Era porque estaba tan entregado y sumergido en su misión de profeta universal que todo lo terreno tenía poco valor para él.

Pero si su mensaje es el del amor universal, ¿en  ese “universal” no deberían estar, también los suyos?

¿Por qué su ternura y afecto que muestra con sus amigos más íntimos, con las mujeres que lo seguían y lo acompañaban, incluso con los publicanos y prostitutas y ni el más mínimo detalle con los suyos?.
¿Por qué se muestra tan duro con sus padres y sus hermanos?

¿Qué Jesús fue un radical en todo, incluso con la familia?. Ya se sabe. Su temperamento era así, nunca se anda con medias tintas. Hasta sus utopías son radicales, extremas (“amar a los enemigos”, “bienaventurados los hambrientos…).

No es de extrañar que sus familiares y paisanos nazarenos cuando comprobaron que lo seguía mucha gente y que hacía milagros y que estaba preparando un reino de prosperidad para Israel quisieran arrimarse a él, después de que su familia lo había tratado como “loco” y sus paisanos, que se reían y mofaban de él, hasta habían querido despeñarlo desde lo alto del monte, le molestase sobremanera.

Ni su padre, José, obrero de la construcción (más que, o mejor que, carpintero) y su madre, de profesión “sus labores”  estarían preocupados por los berenjenales en los que estaba metiéndose su hijo, sin entender nada, además en aquella sociedad cerrada judía, con un Sanedrín, religioso, y un tirano poder romano.

Lo curioso es que de los cuatro evangelios que narran, ampliamente, el procesamiento, juicio, condena y muerte en la cruz, ninguno de los sinópticos, y sólo Juan afirme que María, la madre de Jesús, estaba al lado de la cruz, pero los sinópticos dan cuenta de la presencia de otras mujeres amigas de Jesús.
Y, al día siguiente, cuando el grupo de esas mujeres, entre ellas María Magdalena, fueron al sepulcro y lo encontraron vacío, ni siquiera Juan dice que, entre ellas, estuviese la madre de Jesús.

Situación por la que la Iglesia se lo ha preguntado muchas veces.
O, más todavía, ¿por qué no fue su madre a reclamar el cadáver y si fueron las amigas de Jesús?

De este hecho se han dado mil explicaciones.
A su madre, destrozada por lo que le había pasado a su hijo, que “pasó haciendo el bien”  y crucificado como un malhechor, como un rebelde político, él, que nunca había empuñado un arma y que había dicho públicamente “dad al Cesar lo que es del Cesar…”, de manera humillante ¿tendría el ánimo como para ello?

Otros justifican su ausencia ante el sepulcro porque Jesús se le habría aparecido a su madre, en su casa, antes que a nadie (otras mujeres y apóstoles) y que ya sabía que había resucitado, y de ahí la despreocupación.
¿Por qué o para qué ir al sepulcro a recoger el cadáver y prepararlo si ya sabía que allí no estaba porque se le había aparecido, resucitado, a ella. Sería un absurdo.

¿QUIÉN ERA/QUERÍA SER  EL LIDER, PEDRO O SANTIAGO, EL HERMANO DE JESÚS?

Igual que hoy ya sabemos que toda la animosidad de los fariseos contra Jesús, tal como aparece en los evangelios, no sería sino fruto de una situación en la que se encontraban los cristianos cuando fueron escritos los evangelios (cuando los fariseos estaban enfrentados a los cristianos y éstos los acusan de ser, ya entonces, lo que ahora eran) y que no reflejaba la realidad de los fariseos con Jesús, cuando éste estaba vivo, también toda la animosidad y enfrentamiento de Jesús con su familia tendría que ver con que los evangelistas preferían a Pedro como Líder o Jefe o Cabeza del cristianismo que a Santiago, el hermano de Jesús.

Las primeras comunidades estarían divididas, unas apoyando a Pedro y otras a Santiago, y los evangelistas eran más partidarios de Pedro, no así las comunidades judeo-cristianas.
Santiago estaba muy bien visto, incluso por las élites de Jerusalén, moriría, también, mártir y era más de fiar para dichas comunidades.

Santiago tuvo un papel importante en el primer Concilio de Jerusalén, tras la dura polémica entre Pedro y Pablo sobre si los judíos convertidos al cristianismo debían también circuncidarse o no.
Sí, decía Pedro. No, decía Pablo.
Santiago terciaría entre ambos, haciendo de árbitro consiguiendo un compromiso, diplomático, de que no debían circuncidarse pero sí seguir manteniendo algunos ritos judíos relacionados con la higiene y con los matrimonios mixtos.

(Los varones sabemos cuáles son las consecuencias, poco higiénicas y de posibles infecciones, de que el glande no quede al descubierto por no poder echar hacia atrás el “pellejillo”. Además de que sería imposible y/o muy dolorosa la consumación del acto sexual, en vistas a la procreación, que era la meta principal de la familia)

Lo que pudo ocurrir es que los seguidores de Pedro (entre los que estaban los evangelistas) no veían con buenos ojos la influencia que había alcanzado Santiago, el hermano de Jesús, entre los primeros cristianos y al que muchos preferían, quizá, también, por haber sido su hermano, más que a Pedro.
¿Qué habrían hecho, entonces los evangelistas? Desprestigiar a la familia de Jesús y dar a entender que Jesús no daba importancia alguna a la familia carnal, a la familia de sangre, por lo que poco importaba que Santiago fuera hermano de sangre, cuando Jesús habría dicho que…y que, además, había sido, en vida en quien, desde el principio, más confiaba.

Es decir, todo habría sido una lucha de poder entre las primeras comunidades cristianas y los evangelistas ya habían optado por unas, las que preferían a Pedro.
Y que acabaría, esta pelea, con el establecimiento de los diversos patriarcados, entre el de Jerusalén, presidido por Santiago y el de Roma, presidido por Pedro.

Otros patriarcados serían: el de Antioquía (donde por primera vez los seguidores de Jesús se llamaron “cristianos”), el de Alejandría y el de Constantinopla.


Pero, si la teoría del desprestigio de la familia de Jesús era con el objetivo de quitar autoridad a Santiago, su hermano, a favor de Pedro, habría que revisar todos los textos en los que aparece la animosidad de Jesús con sus parientes (lo que nunca sabremos ante la segura ausencia de documentos en que basarse para probar una u otra hipótesis).

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