En una época y en el seno de
una cultura como la judía en la que la mujer estaba vista como muy inferior al
varón y a la total disposición del mismo, has el punto de ser considerada no
como “una costilla, carne de mi carne…” sino como un “colchón” en el que su
marido puede descansar, como quiera y cuando quiera,….las relaciones de Jesús
con estos “colchones”, con las mujeres, es uno de los aspectos más
revolucionarios de Jesús.
Jesús rompe con todos los
tabúes sobre la mujer.
Tomemos la metáfora del Sol
(el varón) y de la luna (la mujer) y habrá que considerarla machista hasta el
extremo, “androcéntrica”.
El centro del sistema, solar
y familiar, es el sol-el varón. Él es la estrella, la única estrella, la que
posee, por sí misma, luz propia, todo lo demás gira alrededor de él, unos
directamente (los planetas) y otros indirectamente (los satélites), alrededor
de un planeta, como la luna-la mujer, que no tiene luz propia y si en algo se
ilumina e ilumina es como efecto del sol.
Si la mujer tiene algo
valioso es por el varón, por el esposo, pero en sí, y sola, nada valdría, como
la luz de la luna.
Jesús rompe con este esquema
y coloca y trata a la mujer en el mismo plano, en un plano de igualdad.
Dos personas iguales, no
desiguales, aunque distintas, no idénticas.
Saltándose todas las
prohibiciones, todas las normas vigentes, trata a las mujeres como seres
idénticos a los varones.
Es algo en lo que coinciden
todos los evangelios, tanto los canónicos como los apócrifos, en el saltarse a
la torera la situación de inferioridad de la mujer.
¿Por qué la mujer estaba
excluida no sólo de todo lo que tenga relación con el poder, sino excluida
hasta del estudio de la Torá ,
no sólo de la cultura, en general?
Abajo, pues, el poder
androcéntrico –dirá Jesús.
“Te doy gracias Señor, por no
haberme creado mujer….”- era la oración matutina que todo judío rezaba, al
comenzar el día.
“Bendito sea el Señor que me
ha creado según su voluntad” –respondía la mujer, en voz baja.
Recordemos que, según el
Génesis, en una de sus dos versiones, formó (no creó) a la mujer, a Eva, como
complemento de Adán, el varón, “porque se encontraba muy solo, triste,…”
mientras él contemplaba en la naturaleza a las parejas de animales, hasta cómo
follaban (¡perdón¡) para engendrar.
¿Cómo iba a tener Dios un
ejército de fieles creyentes, sumisos, adoradores,…de Él?. ¿Cuál era el
proyecto divino para perpetuar la especie varonil de adanes?.
¿Puede interpretarse la
oración matinal judía no como relación de inferioridad sino como un reparto de
roles?.
La mujer, como un adjetivo, ligada
a substantivos tales como “casa”, “hijos”, marido”,…
De ella dependía la identidad
judía, ella legitimaba la descendencia del varón, ella era la que transmitía y
perpetuaba las tradiciones y la educación moral de los hijos, no podía, por lo
tanto, “perder el tiempo” (“dedicarle tiempo”) leyendo la Torá , estudiando las
Escrituras.
“Gracias, Señor, por
liberarme de todas esas responsabilidades y poder dedicarme a leer y escuchar
tu palabra revelada” – era, en realidad la oración matutina.
Hasta el historiador Flavio
Josefo escribía: “la mujer es inferior al varón en todos los aspectos”,
Era/tenía que ser tan fiel al
marido que ni en la calle podía pararse a conversar con un hombre, ni siquiera
con el propio marido, para que nadie pudiera sospechar de su conducta (Todavía
hoy, en algunas culturas, la mujer y el varón no van agarrados de la mano o con
la mano en la cintura, hablando o besándose, sino él delante y ella detrás,
¿por qué?)
Incluso en casa la mujer
debía estar con la cabeza cubierta y debía vivir retirada.
En el Templo sólo podía
llegar hasta el vestíbulo y nunca participaba ni podía pedir ni tomar la
palabra en la sinagoga.
Ya hemos indicado que ni
podía estudiar, ni tener acceso a la cultura, ni aprender las Escrituras
(nuestro refrán castellano así reza: “la mujer en la cocina y con la pierna
quebrada” (para que no pueda salir de ella).
Y como, cuando estaban
menstruando, eran/estaban impuras nada podían tocar, pues lo convertían en
impuro (¿recuerdan nuestra tradición de que se cortaba la mayonesa, se picaba
avinagraba) el vino,….?, No tocar cuando se tiene el período.
La sangre era un tabú, y más
aún la sangre de la menstruación, que proviene del interior de la “natura” cada
28 días, menos cuando se está embarazada, y nadie sabe por qué.
¿Era para que no se olvidase
de que Dios la había hecho así, cosa que no le ocurría al varón?
Y ya no es que la sangre sea
el alma o la sede del alma, es que esa sangre era maldita porque no era como la
que le sale cuando, en la cocina, se corta con un cuchillo.
Si al hombre se le permitía
divorciarse, ellas no podían hacerlo por motivo alguno, aunque fuera grave
(¿Recuerdan a nuestras abuelas y bisabuelas aconsejando a sus hijas: “tú, aguanta,
hija mía, tú, aguanta”?)
Parece ser que los rabinos
judíos sólo permitían divorciarse a una mujer cuando ésta estaba casada con un
curtidor de pieles (piensen Ud., el porqué), cuando ya no pudiese aguantar más
el olor de su cuerpo. Pero, hasta en esto, quedaba al arbitrio del Rabino.
La mujer sorprendida en
adulterio (es decir, que le pusiera los cuernos al marido) ni juicio hacía
falta, era condenada a muerte por lapidación (¿no han visto Uds. videos en
yutube, por las redes sociales, de mujeres lapidadas, hoy mismo, en las
culturas y religiones islámicas fundamentalistas?).
¿Qué le ocurría al varón
adúltero? (porque para que ellas fuera adúltera tenía que haber un adúltero).
Evidentemente, a él no le ocurría nada
Su palabra tenía tan poco
valor en un juicio, ante el Tribunal, que ni la llamaban siquiera a declarar,
porque su palabra no era creíble (todavía hoy, en algunas culturas, vale sólo
el 50%, son necesarias dos palabras, dos declaraciones, femeninas para igualar
una palabra, una declaración, masculina).
No tenía derecho a heredar y
cuando enviudaba y dejaba de estar bajo su autoridad, pasaba bajo la autoridad
del hermano del difunto y si este hermano estaba soltero tenía la obligación de
casarse con él.
La mujer, en realidad, era
considerada lo que hoy llamaríamos “un bien patrimonial” del que el varón, el
padre, el marido, el hermano, el cuñado, puede disponer de dicho bien, a su
voluntad.
Una mujer violada, si
denunciase la violación, sería considerada culpable de haber incitado u
obligado al varón a tener relación sexual con ella.
Pero es que, incluso en la Biblia , en el Eclesiastés,
la palabra de Dios dice: “Es preferible la malicia de un hombre al bien
realizado por una mujer”, por lo que ya estaría dicho todo, y yo debería
callarme y levantarme. ¿Qué pinta mi palabra contra la de Dios?.
Y en los Proverbios la mujer
es calificada como “estúpida”, “peleona” y “lunática”.
Esto ocurría en el mundo
judío, pero no creamos que fuera de él las cosas ocurrían de mejor manera,
porque, al menos en el mundo judío se tenían un gran aprecio por el cuerpo y
sus funciones reproductivas y, que se sepa, nunca privó a la mujer del orgasmo,
de gozar de los placeres del sexo, porque luego, en el cristianismo primitivo…
En los pueblos alrededor de
Palestina la mujer estaba considerada poco más que un animal.
En el culto del dios Mitra,
que era entonces floreciente y que compitió con el cristianismo primitivo hasta
el siglo IV, la mujer hasta estaba excluida de todo tipo de religión, sólo
podían abrazar la “prostitución sagrada”.
Jesús, en su trato con las
mujeres, romperá con toda esta cultura y práctica androfílica y ginefóbica,
tratándolas en un plano de igualdad.
¿Y LOS FILÓSOFOS?
Pues tampoco son para tirar
cohetes.
PLATÓN afirma que no hay
lugar para la mujer e, incluso sexualmente, son mejores los jóvenes que las
mujeres.
SÓCRATES ignoraba a las
mujeres, en primer lugar a su esposa, que lo denunció por abandono, pero que se
jactaba de haberse acostado, gratis, con la prostituta más cara de Atenas.
EURÍPIDES: La mujer es “el
peor de los males”.
ARISTÓTELES, el inspirador de
SANTO TOMÁS: la mujer posee una naturaleza defectuosa, un ser incompleto, llega
a duda de que la mujer tenga alma.
CICERÓN: “si no existieran
las mujeres los hombres serían capaces de hablar con Dios”.
GIORDANO BRUNO: la mujer
“está vacía de todo mérito”….”En ella sólo existe soberbia, arrogancia,
orgullo, ira, falsedad y lujuria”
NIETZSCHE en su Zaratustra: “¿vas a mujeres?. No te
olvides el látigo” y lo dice el que en los suburbios barriobajeros se agarró la
sífilis, enfermedad que acabaría volviéndolo loco.
DOSTOYEVSKI: “la mujer sólo
el diablo sabe lo que es; yo no entiendo nada de ella”.
Incluso en el XVIII, con la Ilustración y la Razón se sostenía que la
mujer era inferior al varón porque su cerebro pesaba sólo 1.200 gramos , frente a
los 1.320 del varón.
Aún hoy no existe una sola
logia masónica donde sean admitidas las mujeres.
En las principales religiones
no hay rabinas, sacerdotisas, imanas (¿palabro?)
Políticamente ¿cuándo tuvo la
mujer acceso al voto? ¿Y a ser votada? ¿En igualdad con el varón?
Jesús de Nazaret nunca la
consideró inferior, sino igual, pero la Iglesia posterior que lleva su nombre, pronto lo
corrigió. Todo comenzó con el segundo PABLO (no el primero) que es capaz de
callar el papel de las mujeres en la muerte y resurrección de Jesús y luego
aconseja que se calle, que no participe en las asambleas, que si quiere saber
algo que se lo pregunte a su marido, que esté “sometida” a él (y que todavía
sigue repitiéndolo la Iglesia
en las bodas religiosa: “Sé casta como Susana….”
¿Y qué decir de SAN AGUSTÍN,
el sinvergüenza mayor del imperio romana en su edad juvenil, haber disfrutado
de los placeres del sexo con mujeres, con una vida libertina y que, cuando se
convierte, da un giro de 180º y que, entre otras cosas, “la mujer es un animal
que se complace sólo en mirarse al espejo”.
Las Iglesias, en general,
siguen con la puerta cerrada a las mujeres en sus estructuras jerárquicas.
ROMPER TABÚES.
Hablaba en público con ellas,
éstas lo acompañaban y lo seguían, les enseñaba sus enseñanzas, las tocaba y se
dejaba tocar y acariciar por ellas, incluso con la pagana e impura hemorroísa.
Cuando entra en casa de
Lázaro allí están sus dos hermanas: Marta, la hacendosa y María, la que no pega
golpe porque quiere escuchar a Jesús. Nada le reprocha a Marta, pero alaba la
actitud de María, que quiere saber, que le interesa la verdad,..
Defiende a una prostituta
cuando, invitado a comer a casa de un fariseo, derrama sobre sus pies, cansados y sobre su cabellera un frasco de
esencias preciosas, viéndola como una mujer y alabando su delicadeza y premura,
lo que no había hecho el anfitrión.
Cuando otra mujer hace lo
mismo los apóstoles la critican diciendo que con el dinero que habría costado
ese frasco se podría haber gastado con y para los pobres,… Jesús la defiende
diciendo que ella había intuido que pronto ya no estaría aquí, había presentido
la pasión y muerte,…
Todo eso, y más, era
impensable en la sociedad y en la cultura judía. Y Jesús rompe con todos esos
tabúes.
Jesús no pierde la ocasión de
resaltar y alabar la sensibilidad de la mujer, en contraste con la rusticidad
de los varones.
Con la mujer pillada en
adulterio y se la tiran a sus pies para que responda si hay que lapidarla,
según la ley de Moisés o no. Es una pregunta endiablada, hoy lo llamaríamos un
“dilema cornudo” pues des la respuesta que des, si lapidarla (y ya no sería el
maestro bueno….) o no lapidarla (y entonces era el que se saltaba la ley de
Moisés, el que había dicho que no había venido a abolirla, sino a cumplirla)
La respuesta que da es
genial, esperar, preguntando y salirse por los cerros de Úbeda, garabateando en
el suelo, en el polvo de la baldosa del Templo. “Quién de vosotros esté…” y
comenzaros a desfilar, empezando por los más viejos, ¿por qué?.
¿Puede haber una adúltera si
adúlteros? Y si la mujer está en el plano de igualdad ¿por qué, pues…?. Por los
más viejos, no fuera a ser que este hombre saque a la luz los trapos sucios de
cada uno y los más viejos, como han tenido más tiempo de ensuciar y de
ensuciarse…
Lo que yo no sabía era que
esta escena sólo en el Concilio de Trento pasó a formar parte de los evangelios
canónicos. Quizá estaba suprimida porque era demasiado fuerte.
Jesús ya debía tener fama de
defender a las mujeres, incluso ponerlas como ejemplos, y la prueba que le
ponen delante, seguramente aconsejados por los sacerdotes,…¿Iba, también, a
defender a esa mujer?. Ya sería el colmo. Y fue el colmo. Y no sólo la
defendió, puso en ridículo a sus acusadores y genial es la respuesta final:
“¿Nadie te ha condenado?. Yo tampoco. Vete en Paz”.
Si el varón no era condenado
a muerte cuando adulteraba (y para que haya adúlteras tiene que haber
adúlteros) tampoco debía ser condenada la mujer.
¿No era ello una hipocresía?.
Pero es una escena, una
página, capital para comprobar hasta dónde llevó la ruptura de tabúes.
¿Qué escribiría o
garabatearía Jesús sobre el polvo de las losas del Templo?. ¿Un poema?, ¿una
frase?, ¿una figura de mujer?, ¿una escena de una mujer apedreada por varones?.
¿Lo vería la mujer adúltera o
sólo miró a Jesús, más salvador real que nunca?
Es, también, una posición
contraria a la pena de muerte, no lo que hacen hoy los capellanes de la cárcel
cuando el reo está en el callejón de la muerte camino de la silla eléctrica
dándole la absolución de sus pecados.
¿No es merecedor, quizá,
también, en ese momento, el capellán de pena tal?
¿No han hecho eso los curas
en tantas guerras, ante tantos fusilados en el paredón o en las puertas de los
hornos crematorios?.
Jesús, primero le salvó la
vida física, luego le calmó, tranquilizó, la conciencia, animándola a ser fiel.
Pero lo primero es lo primero.
¿No sigue manteniendo, la Iglesia , todavía la pena
de muerte en determinadas circunstancias?
¿Hasta cuándo ha estado
vigente, entre sus muros, la pena de muerte en ese pequeño Estado,
independiente, llamado Vaticano?. Hasta después del Concilio Vaticano II, con
Pablo VI.
Era costumbre entre los
profetas de Israel curar sólo a los varones enfermos (ciegos, tullidos,
leprosos,…) Jesús no hacía distinciones, curaba también a las mujeres y
arrojaba de ellas a los demonios.
Dice Lucas que a Jesús lo
seguían, además de sus discípulos, “mujeres que habían sido curadas de
espíritus malignos y de las que había arrojado 7 demonios”, como era el caso de
María Magdalena, la prostituta (¿).
Por ejemplo, la suegra de
Pedro.
Jesús entró en su casa, la
tomó por la mano y, tras haberla curado, se sentó a la mesa donde ella le
sirvió la comida a él y a sus discípulos.
No fue que cobrara en
especie. Es un detalle de agradecimiento de la mujer curada. Quizá hubiera sido
hacerle un feo no haberlo aceptado.
Los tres gestos: 1.- Un
profeta que se acerca a una mujer, entrando en su casa (algo prohibido). 2.- La
toma por la mano (más prohibido todavía) y 3.- Se deja servir por ella, siendo
impura, al estar enferma.
Siempre que una mujer le pide
algo a Jesús, éste no se lo niega.
Como a la madre de Jairo, que
le pide que cure a su hija, atormentada por un demonio y aunque, al principio
se resiste o se hace el remolón (ella era una mujer pagana y no debía tener
relaciones con ella y, menos aún, hacerle favores).
Y acaba yendo, curándola y
alabando la fe de la madre, que creía firmemente que si Jesús…
Los discípulos sí que fueron
los que increparon a la mujer, para que dejara de insistir y ser tan pesada y
pedirle a Jesús “que la eche”.
Digo yo que los apóstoles se
extrañarían, incluso se escandalizarían de ver lo que nunca a ningún rabino
habían visto, esa camaradería, esa condescendencia, esa consideración con/para
las mujeres.
En el caso de la samaritana, una enemiga de la
religión judía, y el diálogo de ligoteo, de cortejo, no podían creerse lo que
estaban viendo con sus ojos, que, además le dice que ha tenido cinco maridos y
que el que tenía no era el suyo, que Jesús lo sabía porque estaba diciéndoselo
y ellos oyéndolo. Una superpecadora y con la que parece estar ligándosela.
Y, tras hablar del agua
material y el agua espiritual con la que no volverá a tener más sed, la envía
como introductora por delante, para que le prepare el camino y pudieran
recibir, los samaritanos, al profeta judía.
¿Podía haber mayor afrenta?.
Una pagana, enemiga, superpecadora,… la primera misionera del cristianismo (¿),
en vida del profeta.
No rehuía su trato, la hacia
protagonista de sus milagros y objeto de sus parábolas y hasta la ponía de
ejemplo a los varones.
También estaba contra el
divorcio, pero no contra el divorcio en sí mismo, sino porque sólo el varón
podía divorciarse, la mujer no.
El varón podía, impunemente,
repudiar a la mujer y echarla de casa, ¿por qué no la mujer?.
En aquella época, con el
divorcio, la discriminada, la que perdía, la víctima era siempre y sólo la
mujer. Estaba a merced de lo que quisiera hacer con ella el varón (lo que, creo
que, no ocurría en la legislación griega, romana y egipcia).
El adulterio era sólo una
deshonra para los derechos del varón, nunca de la mujer.
“Todo el que repudia a su
mujer y se casa con otra adúltera y el
que se casa con la repudiada por el marido, comete adulterio” –son palabras de
Jesús.
La honra, pues, se la roba a
la mujer el parido que la repudia. Es lo que viene a decir Jesús.
Todavía nosotros,
tristemente, seguimos diciendo “echar una cana al aire” y “ser una puta”, como si
la cornamenta sólo la pusiera la mujer en la frente del varón y no viceversa.
La deshonra no es privilegio
del varón, también la mujer es deshonrada cuando lo de la cana al aire. Aunque
la hipócrita sociedad castigue a una y considere una muestra de valentía al
otro, de macho dominante.
Era la aprobación social de
la deshumanización de la mujer.
Pero, ¿qué pasa, hoy, con el
Tribunal de la Sagrada
(¿) Rota, cuando permite la nulidad del matrimonio canónico (ese de “lo que
Dios ha unido… y así hasta que la muerte os separe”), que, por dinero se desune
lo unido por Dios, “porque no estaba unido” y “ya, no hay que esperar a que
llegue la muerte para separarlos).
Menos mal que también hay
matrimonio civil, porque tras la nulidad del matrimonio canónico el varón ya no
tiene ninguna obligación para con su exmujer.
¿Y “nulidad (no ha habido) de
matrimonio aunque hayan engendrado cuatro hijos?.
Hipocresía interesada.
En el matrimonio civil la
mujer está protegida por la legislación (según algunos superprotegida
descompensatoriamente respecto al varón, por el piso, la hipoteca, la
manutención,… y, además, con salario no muy boyante)
Entre los judíos el divorcio
era unilateral con la mujer desprotegida, automáticamente, a lo que habría que
añadirle la “deshonra social”
¿Qué habría dicho Jesús, hoy,
sobre el divorcio?. Pues seguramente que la fidelidad es un bien, si ambos son
fieles, pero que “el sábado (léase “la ley”) está hecho para el hombre y no….”.
Es decir que jamás tener que soportar situaciones dramáticas por fidelidad a
una ley.
Que la ley es, sólo, un
instrumento para la liberación de las personas no para esclavizarlas.
Lo que sí es verdad que Jesús
toca los temas de matrimonio, divorcio,… pero no el tema del SEXO, ni del
aborto, ni de las relaciones sexuales, ni del comportamiento de los casados (o
parejas) en materia de intimidad, bajo las sábanas de la cama.
Sería la Iglesia , más tarde la que
hiciera del sexo un tema tabú y uno de los pilares de represión de la
conciencia.
¿Acaso el animal macho le
enseña a su cria macho cómo debe copular con las hembras?.
Ya se encargaría la Iglesia de que, como el
único fin de la relación sexual es la reproducción y no el placer del orgasmo,
de cuáles debían ser las posturas más acordes con la dignidad humana, entre
ellas, la postura del misionero.
Jesús llega a afirmar que las
prostitutas estarían delante de los mismos sacerdotes en el reino de los
cielos.
Y es que hay diferencias
fundamentales entre los conceptos de “cuerpo” y de “sexo” entre el judaísmo y
el cristianismo posterior, contaminado con el helenismo y el platonismo.
El judaísmo rabínico atribuía
al cuerpo la misma importancia que más tarde el cristianismo atribuiría al
alma.
En materia de sexo la
diferencia es abismal.
Mientras para el judaísmo el
alma es algo que vive dentro del cuerpo, siendo éste, su carne, la verdadera
realidad del hombre, para el cristianismo, por el contrario, lo que hace que un
individuo sea tal es el alma, siendo el cuerpo sólo un instrumento pasivo de
ella.
El sexo, pues, para los
judíos será algo positivo y digno de vivirse con felicidad, mientras que, para
los cristianos, por ser el sexo un elemento fundamental del cuerpo y de la
carne, lo mejor era reprimirlo, para dejar libre al alma, que era el elemento
fundamental de la persona.
Se abismo sigue, aún,
insalvable.
Porque son dos maneras
diferentes y hasta opuestas de concebir la realidad humana. Diferencias no sólo
teológicas, también sociales y culturales.
Mientras para el cristianismo
(para la cultura occidental) la virginidad adquiere un valor por sí misma, para
el judaísmo lo importante es la procreación, que asegura la especie.
De ahí que la sexualidad
adquiera un carácter fuertemente religioso, al igual que la comida, que se
asocia estrechamente con el sexo en lo que tiene de placer y de creadora de
vida, mientras que en el cristianismo la sexualidad quedó estrechamente ligada
al mundo del pecado y del demonio, y la comida pasó a formar parte, como la
lujuria, de los pecados capitales (más la gula,…)
Por eso Jesús nunca obligaba
a sus discípulos a ayunar, él aceptaba invitaciones de sus amigos, incluso de
gente rica, para participar de sus banquetes, hasta tal punto de ser tachado de
borrachín y comilón.
¿Cuál fue su primer milagro?
Convertir el agua en vino para que la fiesta pudiera continuar.
Todos sus apóstoles, estaban
casados, como estuvieron casados los primeros obispos de la Iglesia a quienes sólo les
pedían que tuviese una sola mujer.
Fue mucho más tarde, en el
Sínodo de Elvira (Granada) en el siglo IV, la Iglesia , más por motivos
de poder y para mantener las propiedades sin dividir que por motivos religiosos
empezó a imponer el celibato obligatorio a sacerdotes y religiosos, pero que el
celibato no se afianzó hasta llegar el Concilio de Trento, sigo XVI.
En el mundo judío había una
gran libertad en la forma de vivir la sexualidad entre marido y mujer, donde
todo estaba permitido, desde el sexo oral al anal, siempre que la mujer no se
opusiera.
Por eso era difícil concebir
a un judío ejerciendo el celibato o la virginidad por motivos religiosos.
Si alguno lo hacía era para
poder dedicar todo el tiempo a su misión, si tener que preocuparse por la
familia.
¿Pudo ser éste el caso de
Jesús?. Nunca lo sabremos. Siempre queda el interrogante de por qué no se casó
(si es que no lo hizo) cuando la procreación y los hijos eran siempre un bien.
La sexualidad, para los
judíos, era una fuerza positiva que aseguraba la existencia y la felicidad
corporal.
No así para los cristianos.
Tanto fue así que hubo que
esperar al Concilio Vaticano II y, con muchos matices, llegó a aprobarse un
texto en el que se vislumbra que la sexualidad deja de ser un mal menor para
poder asegurar la procreación y la perpetuación de la especie, ya que puede
ser, también, un instrumento humano de diálogo.
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