Todo lo que los evangelios
dicen que dijo Jesús ¿lo dijo realmente o lo pusieron en su boca los
evangelistas y las primeras comunidades cristianas?
Porque nunca olvidemos el
objetivo apologético de los evangelios.
¿Son palabras originales las
del Padrenuestro, las condenas a los ricos, las bienaventuranzas,…?
Que están, que aparecen en su
boca, sí, pero ¿las pronunció realmente?
Existió la famosa fuente Q
que recogía, fundamentalmente, dichos de Jesús.
Mateo y Lucas se sirvieron de
dicha fuente para escribir sus evangelios aunque, seguramente, modificarían
muchas de esas sentencias al tener que acoplarlas a las comunidades a las que
iban dirigidas.
Ya había ocurrido en
Filosofía, con Epicuro, recogiendo sus palabras y sus frases.
Pues algo parecido intentaba
la fuente Q con las palabras y las frases de Jesús, que habían llegado a las
primeras comunidades cristianas por tradición oral, y que también aparecen en
los primeros Padres de la
Iglesia , en el evangelio apócrifo de Tomás y en los escritos
gnósticos.
Fueron escritas en arameo y
después traducidas al griego y no se sabe si ya estaban modificadas o
manipuladas en la fuente Q y que pertenecerían, más que a Jesús a las primeras
comunidades cristianas.
Y es posible que algunas
hayan sido originales, sobre todo aquellas que, aunque pudieran haber creado
cierto escándalo, no acabaron siendo censuradas. Tan arraigadas debían de estar
en la tradición que no habría sido posible manipularlas.
Y podrían ser auténticas las
palabras o frases de difícil comprensión y que no sería fácil añadirlas o
cambiarlas, por ejemplo, las duras palabras contra el poder y contra la
riqueza, la maldición contra los ricos o las bendiciones a los pobres (que,
digo yo que, como todos ellos eran pobres…)
Aunque, luego, se añada que
los ricos (malditos) pueden ser, sin embargo, “pobres de espíritu”, por lo
tanto “salvables”.
¿Y lo del camello por el ojo
de una aguja…?. Como eso es humanamente imposible los evangelistas añadirían
que “lo que es imposible para el hombre puede ser posible para Dios”,
endulzando, así, la dureza de la frase del camello y la aguja.
También puede servir de
criterio para la originalidad de las palabras y de las frases el que aparezcan
en todos los evangelios y en algún apócrifo.
¿LA
PRUEBA O CONSENSO?
Se convocó un encuentro
internacional de expertos para intentar reconstruir las palabras originales de
Jesús.
Durante cinco años, cada uno
de los expertos, en sus respectivas universidades, estuvo estudiándolo.
No lograron ponerse de
acuerdo, así que idearon, una votación para cada sentencia de Jesús.
Las bolas para votar eran de
cuatro colores: 1.- Rojo = “esto lo dijo Jesús”, 2.- Rosa = “Jesús dijo algo
parecido”, 3.- Gris = “esto no lo dijo Jesús pero contiene ideas que le
pertenecen y 4.- Negro = Esto no lo dijo Jesús y pertenece a una tradición
posterior.
¿Bien, mal, regular el
someter a votación la propuesta sobre la originalidad o no de las palabras y
las frases atribuidas a Jesús?
Una cosa es cierta, y es que
el Nuevo Testamento es ya una reconstrucción porque los textos originales nos
han llegado sólo traducidos.
También se ensayó otro método
que consistía en calificar con las letras A, B, C, y D el grado de fiabilidad
de los textos.
Las de Negro (no
pronunciadas) son, entre otras la institución de la eucaristía, lo del pan y el
vino y cuerpo y la sangre y también calificadas con la letra C (poca
probabilidad de haber sido pronunciadas).
Y el evangelio que tiene más
palabras en negro es el de Juan. Solamente aparece como “algo parecido” lo de
“ningún profeta es respetado en su propia ciudad”
Una frase en rojo, original,
sería la de Marcos: “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios”.
En Lucas serían originales
las bienaventuranzas a los pobres, a los hambrientos y a los que lloran, así
como “el amor a los enemigos” y la “parábola del buen samaritano”.
Y es que esta parábola es tan
dura que la tradición la habría conservado sin retoques.
La conducta del samaritano
que se compadece del herido mientras había pasado a su lado, sin detenerse, un
levita (persona de la institución religiosa judía).
Y eso que existía una gran
rivalidad entre los judíos y los samaritanos, considerados como enemigos del
judaísmo y ateos, Y Jesús les dice que sigan el ejemplo del ateo samaritano y
no del creyente religioso judío.
Muy pocas frases, pues,
originales de Jesús.
¿Qué decir, pues, entonces de
frases tan importantes como las del Padrenuestro, la plegaria fundamental de
los cristianos?
¿Fue o no fue enseñada a los
apóstoles, que se las transmitirían a los primeros cristianos, llegando hasta
nosotros tal como hoy las recitan millones de cristianos en todo el mundo?
Lo más seguro es que Jesús
nunca enseñara esta oración, al menos no en forma de oración.
Lo más seguro es que esta
oración fuera construyéndose poco a poco en las primeras comunidades.
Hay hasta tres versiones del
Padrenuestro:
1.- La de Lucas (seguramente
la de la fuente Q): la invocación al Padre, seguida de 5 peticiones: “Padre,
santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día el pan cotidiano y
perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que
nos debe y no nos pongas en tentación”.
2.- La de Mateo, que empieza:
“Padre nuestro, que estás en los cielos” y siguen 7 peticiones. Las 5
anteriores más las dos nuevas: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la
tierra” y “mas líbranos del mal”.
3.- La de la Didaché , en la que
aparecen las 7 peticiones, aunque empieza en singular: “Padre nuestro que estás
en el cielo”.
Lo curioso es que todas estas
peticiones también aparecen/aparecían en las plegarias judías. Con una salvedad
(y ésta puede ser la de Jesús), llamar a Dios Padre (“Abba” en arameo), un
término totalmente desconocido en la tradición palestina precristiana.
¿Lo del “pan”, se refiere al
pan real, el del horno o al “pan espiritual”?
¿Y lo de las “deudas” y los
“deudores”?. Pues, quizá, Jesús se refiriese a las “deudas monetarias” que,
según la tradición judía, debían ser perdonadas por lo menos cada año santo o
de jubileo.
Y es que “el pan y las
deudas” eran los problemas más inmediatos a los que tenía que hacer frente el
campesino galileo, el jornalero y el habitante de las ciudades que no
pertenecía a élite alguna.
El Reino de Dios anunciado
por Jesús prometía el alivio de estas dos cargas.
¿Y qué decir de las
Bienaventuranzas?
Son sentencias de Jesús que
contradicen toda la lógica del mundo, toda la evidencia de cualquier sociedad,
de cualquier lugar y tiempo.
Llamar bienaventurados,
felices, a los pobres, a los que lloran, a los humillados y perseguidos, a los
hambrientos y sedientos, a los encarcelados,..Para luego decir que reirán, que
quedarán saciados, que dominarán la tierra,…
Parece una impostura, fuera
de lugar, chocante con la realidad.
(Hay que ver, pues, lo fácil
que es ser feliz, bienaventurado, está al alcance de cualquiera)
Son tan raras estas
sentencias que, seguramente, son verdad que las dijera Jesús.
Seguramente que no fue un
discurso pronunciado el mismo día, sino sentencias sueltas que, después, se
irían juntando formando un solo sermón: el Sermón de la Montaña ” o de “Las
bienaventuranzas”.
Estas sentencias sólo tienen
sentido si se las ve y se las encuadra, se las entiende en el contexto de “el
reino de Dios”, el estado de vida diferente que se vivirá en él cuando llegue, porque
entenderlas desde “el reino de los hombres”…
Además, el “reino” no se
refiere a los Reyes, sino a los dirigentes, no es el reino sino el poder, no es
un lugar sino un estado.
Pero los torpes discípulos
entendían el “reino” como algo terrenal, literalmente, como si Jesús fuera a
establecer u nuevo régimen social y político para liberar al pueblo de Israel
del yugo de los romanos.
Y allí estaban los apóstoles
pegándose codazos y empujones para ocupar los primeros puestos en ese futuro
reino a instituir,
Incluso la madre de los
Zebedeos busca el enchufe para sus hijos, uno a su derecha y el otro a su
izquierda.
Las palabras más duras
seguramente que son las más originales de Jesús.
Frente al dominio de los
poderosos sobre los débiles, de los ricos sobre los pobres, de los valores
materiales y temporales sobre los espirituales y eternos,… Jesús es tajante.
Nunca fue un profeta de medias tintas, tibio, acomodaticio.
No sería un socialdemócrata
sino un hombre de extremos: “sed fríos o calientes, porque si sois tibios….”
“he venido a separar al padre del hijo”, “dad al César….”, “amad a vuestros
enemigos, a los que os hacen el mal. ¿Qué valor tiene amar a los amigos”?
El “nuevo reino” que ha de
venir, opuesto al “reino real” existente.
“Si no os hacéis como niños…”
Pero un niño, en aquella sociedad, apenas tiene valor alguno. ¿Para qué vale?
¿Qué derechos tiene?
El mayor insulto que se podía
lanzar a alguien era decirle: “eres como un niño”, alguien sin valor.
¿Y por qué comparó al reino
con el grano de mostaza o con un poco de levadura y no con el cedro del Líbano?
En aquella sociedad los
pobres no lo eran “de espíritu” (lo que quizá nunca dijo) sino a los pobres de
verdad, a los mendigos, a los que ni tienen casa ni trabajo, a los leprosos,
que vivían en las cunetas de los caminos, a los hambrientos de verdad, los que
morían de hambre.
¿Y lo de “los perseguidos”?,
seguramente tenía que ver con las primeras comunidades cristianas que sufrían
persecución por creer en la nueva religión de Jesús. Sería una bienaventuranza
añadida posteriormente.
Los perseguidos son, también
los ultrajados, los humillados, los rechazados por la sociedad, que eran todos
los parias, los don nadie, los que estorbaban en todas partes (hoy diríamos
“los que estropean, afean, el paisaje”, “los que huelen mal”)
A todos ellos Jesús les
prometía “felicidad”, pero cuando se instaurara el “nuevo reino”, porque en el
que existía entonces…
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