El hombre es capaz de darse a
sí mismo leyes que contradigan las que parecen provenir de su naturaleza; en
este sentido se dice que es “autónomo”
No ocurre así con la máquina
que, salvo defectos accidentales, responderá, siempre, de una forma necesaria a
los estímulos, lo que la hace “automática”, no “autónoma”
A esto se puede reducir la
batalla por una “inteligencia artificial” que simule la humana: transformar en
“autónomo” lo que es “automático”.
A la máquina se le puede dar
toda la “capacidad discursiva” formal que tiene el hombre, pero no su
“capacidad creativa”, cuyo fundamento está en la imaginación, en su capacidad
de composición o de síntesis.
Y ahí es donde la máquina no
llega, pues la síntesis no es cuestión “de combinatoria”, sino “de sentido”,
pero de un sentido muy especial que se resuelve en una “chispa”, en un golpe
misterioso de “luz”, de “intuición”.
¿Puede la máquina tener ese
“golpe de luz”, esa “intuición”?.
Parece que no, pues estos
“golpes de luz”, estas “intuiciones” se producen, precisamente, cuando nos
saltamos la lógica, y esto sólo es posible cuando un ser es “autónomo”, no
cuando es “automático”.
Lo que la máquina hace, y muy
bien, es una combinatoria a partir de un potente análisis, pero la
“combinatoria” no da salida al problema de la “creación”
Es que la “creación” no es el
resultado de la mera combinatoria a partir de una libertad absoluta, sino el
resultado de una elección inteligente a partir de una libertad relativa, la
clase de libertad propia de los seres autónomos, como el hombre, nunca de los
seres automáticos.
Multiplicar 3456823 X
56739240 lo hará la máquina “automáticamente” y sin capacidad de equivocarse.
¿No te fiarías más del
resultado que te dé la máquina “automática”, casi instantáneamente, que el
resultado al que llegue un hombre “autónomo”, que puede mostrar cansancio,
enfermedad, torpeza,…?.
La máquina, lo mecánico, se
caracteriza por el rigor y la seguridad, por la supremacía de lo “productivo”
sobre lo “creativo” y no podrá salirse de ese campo de rigor y seguridad.
La inteligencia humana
también busca el rigor y la seguridad
pero, por el contrario, no subordina lo “creativo” a lo “productivo” (el caso
de la silla o del destornillador), sobre todo las inteligencias más originales y
progresistas.
La máquina, cuando falta el
rigor o no funciona o se descompone (“se vuelve loca”) pues es incapaz de
asumir un error que no esté previsto en su diseño.
El hombre, en cambio, sí es
capaz de asumirlo y, a veces, de asumirlo de una forma tan creativa que, muy
bien, se puede decir que todo el progreso humano arranca de errores o desvíos
que se han producido de forma más o menos casual.
La aparición de nuevas
especies de seres vivos ha debido ser el resultado asumidos creadoramente por
la voluntad decidida de algunos individuos.
La máquina no tiene esa
capacidad de “ab-erración”, de “ab-errare”, de “salirse del camino.
Mientras la máquina, por sí
misma no puede ir más allá de lo que le permite su diseño, el hombre no tiene
límites, prácticamente, en sus posibilidades de mejorar, por sí mismo, sus
capacidades, especialmente las mentales.
El hombre, como individuo,
pero también como especie.
Y es que el hombre, como
ninguna otra especie, ha sabido hacer acumulativo su saber mediante la memoria
cultural.
¿Se podrá dotar, a un
artefacto, de voluntad?
Sería conseguir que sus
comportamientos no fueran lógicos, no fueran previsibles.
Y ¿con qué lógica íbamos a
construir un artefacto que no fuera lógico?
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